El tenor que canta para todo el mundo

Josep Carreras recibirá la medalla de honor del Festival de Peralada en la etapa más tranquila y gratificante de su vida.

El tenor Josep Carreras da el pésame al marido de Montserrat Caballé, Bernabé Martí.
El tenor Josep Carreras da el pésame al marido de Montserrat Caballé, Bernabé Martí.
Efe/Quique García

Su último recital en la Ópera de Viena, en septiembre del año pasado, se retransmitió en directo por la televisión austriaca. Ofreció cinco bises, fue condecorado e invitado de honor en una cena multitudinaria. Durante toda la noche la fachada del teatro exhibió un gigante rótulo luminoso: 'Danke, José!!' (¡¡Gracias, José!!). Así despidieron al tenor Josep Carreras (Barcelona, 1946) sus seguidores, que son legión y de todas las edades, en un país muy melómano.

Ahora es el turno de su tierra. Este miércoles ofrecerá su último concierto en el Festival de Peralada (Gerona) y le otorgarán la medalla de honor del reputado y glamuroso certamen veraniego. Pero no será el punto final de su carrera. Aún tiene compromisos y no se ha zanjado dónde ni cuándo ofrecerá la actuación popular y masiva en Barcelona para cerrar su trayectoria profesional. Habitual de templos de la lírica como La Scala de Milán o el Covent Garden de Londres, lo cierto es que nunca le hicieron demasiada gracia ni el elitismo ni el carácter exclusivo de esos recintos.

Nacido en el barrio obrero de Sants, hijo de una peluquera y un guardia urbano, siempre le gustó cantar para todo el mundo. Como hacía de niño para las clientas de su madre. "Alguien que se sienta artista debe amar la libertad, querer que su arte estalle, que se comunique a todos, sin trabas ni mezquindades". Así se expresaba el tenor en la cima de su carrera, en diciembre de 1984, poco después de cantar en euskera en un espectáculo celebrado en el Metropolitan de Nueva York titulado 'España en la Ópera' interpretando la romanza 'Alare! Zorioneko lekua!' de la ópera 'Mendi mendiyan'.

Entre grabaciones, funciones, recitales, conciertos, entrevistas y programas para la tele, apenas disponía entonces de tres días libres al año para cortarse el pelo. No tenía vacaciones y, pese a que llamaba todos las noches por teléfono a sus hijos, se sentía culpable. "A veces pienso que son mi hobby favorito", repetía con amargura. Su relación con Albert y Júlia, no obstante, siempre ha sido muy buena. Divorciado dos veces, hoy su pasión son sus cinco nietos, de entre 15 y 9 años, siempre en las primeras filas cuando su abuelo demuestra en escena que todavía tiene mucho que ofrecer.

Junto a Plácido Domingo, Alfredo Kraus y Jaume Aragall, forma parte del cuarteto 'tenoril' español más brillante en la segunda mitad del siglo XX. Su trayectoria en plenitud ha sido la más breve -en gran medida a causa de la leucemia que sufrió a los 40 años-, pero no por eso ha dejado de ser la más deslumbrante. Al estilo de otro grande, Giuseppe di Stefano, derrochaba espontaneidad y frescura. Lo suyo era la expresividad y el instinto para 'esculpir' las palabras con el fraseo. Siempre ha gozado con la ópera y se nota. Con apenas siete años, impactado por la película 'El gran Caruso', empezó a interpretar -a su manera y machaconamente- un aria tan lucida como 'La donna è mobile'. También bordaba 'Granada'. No callaba, por eso muchas veces sus hermanos le aconsejaban que cantara en el cuarto de baño. Nada que lo acomplejara. Siempre ha tenido sentido del humor y no se toma demasiado en serio.

Con once años debutó en el Liceo como Trujamán en 'El retablo de Maese Pedro', de Falla, y tuvo mucho éxito. Muchos cazatalentos quisieron aprovechar del filón. Su familia se pudo hacer de oro aceptando las propuestas para protagonizar películas al estilo de las de Joselito. Pero se negaron. Querían que fuera un chaval normal, con sus amigos del barrio y clases en el colegio y en el conservatorio municipal. Su padre era funcionario y la matrícula de solfeo y piano le salía gratis; de lo contrario no se podrían haber permitido los estudios de música. Apoyaban al chico dentro de sus posibilidades y sobre todo le animaban a seguir con el Bachillerato. Querían que tuviera los pies en la tierra y no pensara que la gloria le esperaba a la vuelta de la esquina.

El golpe más duro

De todos los golpes de la vida, el más duro fue la muerte de su madre, en 1965, a causa de un cáncer. Enérgica, contagiaba entusiasmo y era el motor del hogar. El vacío que dejó en la vida del tenor fue inmenso. Tenía 18 años y era el único de los tres hijos que aún vivía en casa. Tras la mili, se volcó en el trabajo. Compaginaba las clases de canto con los estudios de Química y el reparto de tintes y champús por las peluquerías de Barcelona.

Con 28 años había cantado en los principales coliseos líricos y no tardó en ampliar su repertorio a óperas como 'Don Carlo', 'Carmen', 'Andrea Chénier'... Títulos no adecuados a su voz que lo encumbraron y le pasaron factura. Con 75 años sigue muy motivado y con sueños por cumplir. La fundación contra la leucemia que impulsó en 1988 ha propiciado unos 12.000 trasplantes (de médula ósea, sangre periférica y linfocitos) y acoge un centro de investigación único en Europa. "El cariño del público siempre me ha dado alegrías, pero contribuir a que una persona recupere la salud.... ¡eso es lo más grande!".

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