Por
  • Francisco Javier Aguirre

Al Ayre Español: una fiesta barroca

Al Ayre Español ofreció un concierto este martes en la sala Mozart.
Al Ayre Español ofreció un concierto este martes en la sala Mozart.
Heraldo.es

El retorno de Al Ayre Español a la programación del Auditorio, dentro de la Temporada de Grandes Conciertos, propició celebrar con los mismos una fiesta barroca que titularon globalmente ‘¡Con júbilo en el orbe!’.

El programa dio voz a autores anónimos y a un nutrido grupo de compositores de notable trayectoria, como Juan Bautista Cabanilles, Sebastián Durón, Juan Francés de Iribarren, José de Torres y José de Nebra, entre los españoles, así como al portugués Carlos Seixas y al italiano Arcangelo Corelli.

Tras dos 'Pasacalles' de inicios del siglo XVIII, sonó el ‘Tiento de falsas de primer tono’, de Cabanilles, tejido al órgano con gran unción por Eduardo López Banzo, enlazando sin pausa con la ‘Salve de ecos’, de Durón, cantada por un cuarteto de las Vozes del Ayre, que bordaron la interpretación.

La ‘Sonata nº 12 en La mayor’, de Corelli, en sus siete partes, fue una elegante sucesión de temas festivos, del 'Grave' inicial al 'Allegro' final, justificando el título de la sesión. Violines, violonchelo, contrabajo, y al archilaúd, más el órgano reforzando el bajo continuo, dieron sensación de seguridad, dominio e integración con la partitura desarrollada.

El villancico ‘Cesen desde hoy los profetas’, de Iribarren, con todo el elenco instrumental y vocal, resultó hermoso, sentido y entusiasta, dando conclusión gozosa a la primera parte de la sesión.

Al ayre español *****
Director: Eduardo López Banzo.
Obras:Cabanilles, Durón, Iribarren, Torres, Nebra, Seixas y Corelli.

Extraordinaria sonoridad la del oboe barroco de Pedro Lopes, en la ‘Sonata en do menor’ de su paisano Seixas. Fue el punto de tristeza de la velada, derivado del tono menor en que está compuesta la pieza. En el mismo espíritu discurrió ‘Lágrimas tristes, corred’, de Torres, aunque el villancico final de Nebra ‘¡Con júbilo en el orbe!’, alivió todos los pesares.

El concierto pareció haberse concebido como un lenitivo frente a la tribulación en que hoy se desenvuelve el mundo.

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