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La 'Tontología' de Gerardo Diego

El poeta, una gran virtuoso del verso, se quedó en España, escribió elogios dudosos de Primo de Rivera, pero nunca fue un fascista

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Retrato de juventud de Gerardo Diego, Premio Nacional de Poesía.
Archivo HA.

Pablo Neruda fue inmisericorde con Gerardo Diego y en su ‘Canto General’, en el poema que le dedicó a Miguel Hernández, escribió aquello de: «Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre / en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos / de perra, silenciosos cómplices del verdugo, / que no será borrado tu martirio, y tu muerte / caerá sobre toda su luna de cobardes». Se le fue un poco la mano al poeta chileno, pues es verdad que Gerardo Diego no siguió a sus amigos de generación al exilio, y es verdad que escribió poemas vergonzantes como su famoso soneto a José Antonio Primo de Rivera o su ‘Elegía heroica del Alcázar’ (lo mismo que en el bando contrario, digámoslo también, poetas de su misma generación los escribieron para glosar la figura de Stalin), pero también es cierto que nunca fue estrictamente un fascista, sino un conservador católico; y alguien nada sospechoso de compartir ideología con él como Benjamín Prado (a quien le parecía por cierto «un poeta de un ingenio, una musicalidad y una destreza comparables a las de Lorca o Alberti») señaló que Diego nunca escribió «libros repugnantes como ‘La bestia y el ángel’ de Pemán o las cosas fascistas que escribirían más tarde Torrente Ballester, Panero y tantos otros». 

Tras la guerra, Diego fue un proscrito para sus antiguos amigos izquierdistas, y hasta riñó con su íntimo Juan Larrea, con quien estuvo sin escribirse desde 1937 a 1948. Años más tarde Diego le reprochó a aquél que llegara a llamarle «en letras de molde “Judas”, cosa que me hirió “de mi alma en el más profundo centro”. Yo no he sido capaz de llamárselo por escrito a nadie y menos a un amigo de verdad, como creo que lo hemos sido siempre».

Pero ideologías aparte, Diego fue un gran poeta. Su sentido del ritmo y su oído para la poesía (propios quizá de quien también era a la vez músico) son de lo mejor de la poesía española, sólo comparables tal vez a Rafael Alberti y a nuestro nunca suficientemente valorado Rosendo Tello (otro enamorado de la música). Sus libros, que he repasado estas semanas, se leen bien si no lo haces con aprensión. 

Aunque lo más sugerente y divertido que he leído estos días es su ‘Tontología’, su antología de «versos malos de poetas buenos», que publicó en el último número, el 6-7, de la revista ‘Lola’ (la revista amiga y suplemento de ‘Carmen’), correspondiente a junio de 1928, y que Turner reeditó en 1976. En ella figuran versos tontos de los hermanos Machado, Juan Ramón (representado por una ‘habanera’ que publicó en ‘Ninfeas’), Díez Canedo, Pérez de Ayala, Salinas, Guillén, Alberti (del que se eligen 7 pequeños poemas), Dámaso Alonso, Altolaguirre, García Lorca y el propio Diego, que fue el ‘tontólogo’.

Como curiosidad, las dos últimas coplas que se seleccionan de Dámaso Alonso, publicadas originariamente en la revista ‘Verso y prosa’, son en realidad de Juan Chabás, a quien Diego quiso incluir en su ‘tontología’ pero evitó nombrar, dada su fama de gafe oficial. Una broma más del antólogo, que había comenzado ya divirtiéndose en el prólogo al explicar sus dificultades en la selección: «Como abundan siempre más las tonterías que las bellezas, no sabe uno por dónde empezar».

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