De Versace a Virgil Abloh: pérdidas irreparables del mundo de la moda

La conmoción por la prematura muerte del creador estadounidense de Vuitton deja al sector sin uno de sus talentos de referencia. No es la primera vez que se enfrenta a un trance similar. Suicidios, enfermedades, accidentes e, incluso, asesinatos, marcan el lado más negro de un mundo de relumbrón.

Virgil Abloh.
Virgil Abloh.
Justin Lane/Reuters

Se puede decir que Virgil Abloh representaba una manera muy diferente de ser y estar en el mundo de la moda. Un punto y aparte con respecto a la pléyade de pesos pesados que, en general, ponían su nombre a la marca: Dior, Balenciaga, Versace, McQueen, Chanel... El propio Abloh hablaba de la existencia de un "nuevo stablishment", que este arquitecto de formación lideró desde el corazón del mismo, la firma Louis Vuitton, hasta su prematura muerte este domingo, a las 41 años, a causa de un agresivo cáncer.

"Sí, vengo de otro sitio", decía el diseñador en 2018, en vísperas de presentar su primera colección masculina para la firma francesa, cuyo desfile se convirtió en una auténtica declaración de intenciones. En los casi siempre exclusivos jardines del Palais Royal de París, unas 3.000 personas acudieron a la pasarela. Desde la televisiva Kim Kardashian -con cuyo entonces marido, Kanye West, se inició Abloh en la moda-, a cientos de estudiantes y raperos: el esnobismo asociado al lujo había cambiado de bando. Su tarjeta de presentación se vio más allá del estilo de su colección porque decidió abrir las puertas a una clientela que se adaptara a los que hasta hace unos años no entraban en su ostentoso estilo.

Por todos estos motivos, la muerte de Abloh se siente como una pérdida que va más allá del plano humano.

Se abren también interrogantes con respecto a las tendencias que él representaba en cuanto al modelo de negocio. El de Chicago poseía un talento poco común, una capacidad de visión de la jugada que aún tenía mucho que aportar.

En este sentido, su muerte recuerda a la de otros modistos desaparecidos en la flor de su carrera difícilmente sustituibles.

Sería el caso de Alexander McQueen, aún constantemente recordado, y eso que su firma goza de excelente salud.

Sumido en una profunda depresión se quitó la vida en 2010. Si bien en ese momento su marca era fiel reflejo de su genio personal, supo sobrevivir a su fundador, y no precisamente con perfil bajo. De la mano de Sarah Burton, la que fuera su mano derecha durante 12 años, ha logrado posicionarse como referente del diseño británico hasta el punto de convertirse nada menos que en la diseñadora del vestido de novia de Kate Middleton en su boda con el heredero de la Corona el príncipe Guillermo de Inglaterra.

La moda se quedó también 'huerfana' del talento de Versace de manera inopinada en un caso que dio la vuelta al mundo. El modisto italiano, popularísimo entonces, fue asesinado en su casa de Miami en el verano de 1997 por Andrew Cunanan, un joven con problemas mentales obsesionado con el modisto italiano, entonces en la cima del éxito y la fama. El caso dio centenares de titulares que dieron la vuelta al mundo y aún hoy en día sigue inspirando series y películas.

Precisamente la gran pantalla recoge estos días otra historia truculenta de la moda italiana: la de los Gucci. Poco después de la muerte de su fundador, Guccio Gucci, sus herederos se enredaron en una disputa empresarial con acusaciones de evasión de impuestos y manipulaciones de la herencia que incluso llevaron a Paolo, nieto del fundador, a intentar encarcelar a su propio padre. De esta disputa y otras salió vencedor Maurizio, primo de Paolo, quien no corrió mejor suerte. En la que es la historia más conocida y morbosa asociada a esta familia, Maurizio murió asesinado a tiros por un sicario en 1995.

Tras una larga investigación se descubirió que la urdidora no fue otra que su exmujer, Patrizia Reggiani, que se compinchó con un camello, su chófer, un exportero de hotel y una pitonisa napolitana para asesinar al padre de sus hijas.

Otra familia italiana, los Trussardi, forman parte de este artículo por su aciago destino. En 1999, con la marca en la cima, tras salir de una gran presentación en Milán, Nicola Trussardi fallecía en accidente de tráfico al regresar en su Mercedes a su casa de Bergamo. Pero no fue lo peor. Apenas tres años después su hijo Francesco, que junto a su hermana Beatriz se había puesto al frente del negocio, moría igualmente en la carretera.

Sin salir de España, el caso más triste fue el de Manuel Mota, diseñador de Pronovias. 

El modisto, de 46 años, fue hallado muerto en enero de 2013 en el baño de un ambulatorio de Sitges, próximo a su domicilio, víctima de las lesiones causadas por un cuchillo. Dejó tres cartas de despedida en una mochila que llevaba consigo: una dirigida a su novio, otra a su familia y la tercera a los Mossos d’Esquadra. En presencia de los agentes judiciales, los policías abrieron esta última, en la que Mota explicaba que atravesaba una depresión, causada en parte por algún tipo de problemas laborales. Fina, su hermana, vetó, por expreso deseo de la familia, la presencia de directivos de la firma nupcial en el funeral y les acusó de someter a Manuel a un grado de presión insoportable: "Estaba acosado; le exigían más de lo que podía dar y le han hecho la vida imposible", relató.

También L’Wren Scott, pareja durante 13 años de Mick Jagger, forma parte de la trágica lista de personas del mundo de la moda que se han suicidado. Lo hizo en 2014. Se sabía que las deudas acosaban a una de las diseñadoras más influyentes de Hollywood, pero nada que no pudieran resolver alguno de sus poderosos y multimillonarios amigos. En el momento de su muerte, las deudas rozaban los cinco millones de euros. Tres años más tarde, la moda perdió de parecida manera a Kate Spade. El personal de servicio encontró el cadáver de la creadora estadounidense, de 55 años, en su lujoso apartamento neoyorquino de Park Avenue. Las investigaciones policiales apuntaron desde un principio al suicidio.

En este triste recordatorio no pueden faltar otras muertes prematuras. Es el caso de Christian Dior, que falleció a los 52 años en Montecatini en circunstancias aún sin aclarar del todo. O Halston, del que recientemente se ha hecho una serie protagonizada por Ewan McGregor. El estadounidense, que fue el gran impulsor de la técnica de venta de la franquicia en el mundo de la moda, murió en 1990, a los 58 años, víctima del sida, entonces mortal.

A este luctuoso plantel se puede añadir una muerte metafórica, la de John Galliano, entonces al frente de Dior, quien borracho y drogado protagonizó un desagradable incidente en 2011 en el que, entre otras cosas, profirió insultos antisemitas. El altercado le apartó durante años de la moda, incluso de la marca que llevaba su propio nombre. En 2015, Maison Margiela, ya vendida a Diesel y desligada de su fundador, rehabilitó a Galliano como director creativo.

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