entrevista

Alexandra Jiménez (actriz): "Mis padres me enseñaron a ser fiel a mí misma"

Zaragoza, 1980. Actriz. Su talento ha brillado en series (‘Los Serrano’, ‘La zona’), funciones (‘La fierecilla domada’) o películas (‘Spanish Movie’, ‘No controles’, ‘Promoción fantasma’, ‘100 metros’, ‘Las distancias’, ‘Superlópez’) que la han convertido en una referencia para las actrices españolas.

Alexandra Jiménez, con 8 años, en el jardín de su casa de Zaragoza
Alexandra Jiménez, con 8 años, en el jardín de su casa de Zaragoza
A. J.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?

Feliz y agridulce. Por un lado, la vida que tenía fuera del colegio, con mis amigas Debbie y Virginia disfrutando de la naturaleza y criándonos libres y algo asalvajadas. Y por otro lado el colegio, al que no me gustaba ir. Y el estudio de danza de María de Ávila, donde me volqué con mucha dedicación. Desde pequeña, siempre me he sentido mucho mejor en la intimidad. Estar rodeada de personas en grupo me hacía sentir incómoda. No creo que tenga fobia social, pero tal vez me acerco bastante.

¿Qué le hizo reír por primera vez?

Los Fraggle Rock. El chavo del ocho; El chapulín colorado…

¿Qué le hizo llorar?

La muerte de Artax en ‘La historia interminable’. Sigo traumatizada.

¿Qué era en el patio del colegio?

La que faltaba a varias horas lectivas para ir a ballet.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?

Teníamos un profesor un tanto chapado a la antigua. Le hacía falta muy poco para ponerte de rodillas cara la pared. Me libré siempre, menos una vez que, por supuesto, no se me olvidará.

¿Tenía algún complejo que le amargara?

Alguno que otro. Que si la nariz; que si los granos; que si no entiendo las matemáticas; que si me he cortado el pelo a lo chico para ser como Hayley Mills y en el colegio no se ha entendido…

¿Cuál es el episodio que con más frecuencia vuelve a su memoria?

Los momentos con Gonzalo García Portero en el estudio de danza. A menudo nos quedábamos a mediodía, cuando estaba vacío, y nos poníamos a bailar distintos pasos a dos. El Quijote, Giselle, el Lago de los cisnes, Romeo y Julieta… y nos sentíamos como si estuviéramos en el Royal Opera House o en el Lincoln Center. Hoy en día es uno de los primeros bailarines del New York City Ballet. Ahora, cuando lo veo bailar, pienso en aquellos instantes. Es muy emocionante.

La zaragozana Alexandra Jiménez protagonizará la ficción junto a Pablo Echarri.
La zaragozana Alexandra Jiménezi.
Enrique Cindoncha

¿Echa de menos haber hecho algo en su infancia?

Aprender a tocar el piano.

¿Tenía mucha conciencia política?

No. La política me quedaba muy lejos. Se me hacía borrosa. No es muy distinto ahora.

¿Qué imagen tenía de Felipe González?

Una imagen positiva, de alguien resolutivo y eficiente al que no juzgaba. Para eso era pequeña.

¿Era religiosa?

No. Fui la única de mi clase que no hizo la comunión. Mis padres me preguntaron si quería hacerla, si para mí tenía sentido. Les dije que no y me ahorré vestirme de pastel y, una vez más, estar con más gente de la cuenta.

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado, la mala conciencia?

Carezco de ese sentido. Afortunadamente. Lo que no quiere decir que no me coma la cabeza cada vez que siento que he podido meter la pata. Puedo entrar en bucles infinitos.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del qué dirán?

Influía, tal vez, en el intento de ser transparente. No me refiero de conducta, sino literalmente transparente. Que no se me vea mucho, que no se me oiga mucho… no vaya a ser… Bastante llamaba la atención como esa que salía a ballet y se perdía las clases. Sin embargo, paradojas de la vida, soy actriz. Mi cupo de llamar la atención lo cubro con el trabajo. Fuera de él trato de no ser el centro de atención. No sé si tiene que ver con el qué dirán o cierta tendencia al hermetismo.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte?

La muerte de mi abuela Eloísa. Recuerdo a mis padres explicándome que tenían que salir hacia Tarazona por lo que había pasado. Recuerdo recibir la noticia y no saber muy bien gestionarla. Estuve durante mucho tiempo soñando con que ella paseaba por el jardín de casa. Pienso mucho en la muerte. Ayuda estar más presente y exprimir más el tiempo.

¿Cómo ganó su primer dinero?

Impartiendo clases de ballet en el estudio de María de Ávila.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?

Shirley MacLaine y Anne Bancroft. Sobre todo por ‘Paso decisivo’, de Herbert Ross, ambientada en el mundo de la danza.

¿Y la primera persona que, en la vida real, le provocó una emoción inolvidable?

Mi madre. Siempre ha sido mi gran alivio y pilar fundamental.

¿Había alguna persona que conociera –que no fuera de su familia– a la que admirara de un modo especial?

Sí. A María de Ávila. La recuerdo siempre. Era una mujer extraordinaria.

¿Qué personalidad fue para usted una referencia poderosa?

Mijaíl Baryshnikov. Para colmo, también rodaba películas.

¿Quiénes fueron sus grandes amistades?

Mi amiga Debbie. Vivíamos al lado y éramos y somos inseparables; Gonzalo García y Lorena, que son como hermanos; mis amigas Clara y Gabi del colegio, que me ayudaron a poder sacar las asignaturas adelante dictándome por teléfono todo lo que me había perdido en las clases. Todos siguen siendo mis amigos.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué es lo que caló en usted con más fuerza?

Ser fiel a mí misma. Y tratar de ser respetuosa con lo que son los demás. Aun así, me gustaría ser capaz de juzgar menos.

¿Hay algún defecto que detectara en su infancia y que aún no ha logrado superar?

La susceptibilidad, los prontos fuertes. Estoy en ello.

¿Cuál fue su gran alegría? ¿Y la gran tristeza?

Mi gran alegría fue el día que adoptamos a nuestro primer perro, el Bolo. Me crie con él. Recuerdo ese día con mucho detalle. Estaba loca de contenta. Y la gran tristeza fue cuando murió, muchos años después.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a qué día volvería?

Al día que fuimos al parque de atracciones y me subí a un escenario a contar un chiste verde, malísimo, para vergüenza de mis padres. Ahora me avergüenzan ellos a mí contando la anécdota a las visitas. Tendría unos 4 años. Me gustaría volver solo para ver sus caras.

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