Por
  • Enrique Abenia

James Wan y lo demencial

Fotograma del filme 'Maligno', de James Wan
Fotograma del filme 'Maligno', de James Wan
Heraldo.es

De los directores conocidos y asociados a un género se espera un tipo de película. Sin embargo, en ocasiones el espectador halla una chocante y bien distinta, y no por errores, sino porque su autor así lo ha querido. Con ‘Maligno’, James Wan ha buscado divertirse y desmarcarse de los moldes actuales del terror y el fantástico, intención que hace pensar en el tratamiento lúdico, con notorias salidas de tono, con el que abordó ‘Aquaman’, su incursión en la temática de superhéroes. Si ‘Insidious’ y ‘Expediente Warren’ exhibían su dominio de la escena y del tiempo narrativo para mantener la tensión e inquietar, en su regreso a su terreno predilecto maneja y modula su desinhibición en términos de plasmación e influencias (entre ellas el ‘giallo’ italiano y la serie B más baja). En el fondo se deja llevar por rasgos que, controlados, ya se atisbaban en su cine, pero esta vez incluso introduce a sabiendas detalles que parecen propios de un filme mediocre. Si se detecta el juego que la rige, la propuesta genera una complicidad que se convierte en disfrute conforme cobran protagonismo lo desatado y lo delirante.

'maligno' ***
DirecciónJames Wan
GuiónAkela Cooper
IntérpretesAnnabelle Wallis, Maddie Hasson, George Young, Michole Briana White

Inspirado en las conexiones siniestras, Wan muestra a una mujer sumida en el trauma y sacudida por las visiones de los asesinatos que comete en venganza una figura monstruosa cuya amenaza desentierra un horror del pasado. El volumen de elementos acumulados en el desarrollo ya indica de por sí el perfil del filme. Su autoconsciencia se manifiesta también en los cambios bruscos, la música elegida para ciertos momentos, la ridiculez de algunos diálogos y de los apuntes de humor y en el nefasto nivel de los secundarios principales.

Si se tiene bagaje, por el prólogo y los créditos iniciales ya se detecta hacia dónde va a ir la revelación clave. Da igual, ya que el encadenado del tramo final, del que sorprende la atrevida libertad con la que se mueve Wan, es tan demencial que resulta arrebatador.

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