Notas costumbristas (53)

Cosme Blasco: un catedrático a la vieja usanza

"Tuvo fama entre sus contemporáneos de ser el catedrático con mayor número de publicaciones en su época", dice de él la Enciclopedia Aragonesa.

Portada de una de las publicaciones de Cosme Blasco
Portada de una de las publicaciones de Cosme Blasco
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Nunca he olvidado, porque era una forma de terminar una semblanza ciertamente peculiar, cómo abrochaba Ángel Canellas, siguiendo a Miguel Gómez Uriel, su texto sobre Cosme Blasco en la Gran Enciclopedia Aragonesa de 1980: ‘Tuvo fama entre sus contemporáneos de ser el catedrático con mayor número de publicaciones en su época’. Esa frase era muy indicativa de cómo entendían los catedráticos veteranos de entonces (Canellas era ya por entonces una institución en la Facultad de Letras) la labor de quienes les precedieron en las cátedras: publicar mucho era la clave. Hoy a don Cosme le servirían académicamente de poco todas esas publicaciones, pues desde hace algunos años la universidad española prima ya la calidad sobre la cantidad, y nuestro hombre fue el paradigma de la dispersión: igual publicaba gramáticas y diccionarios latinos que libros de texto sobre historia universal; lo mismo escribía literatura para niños que repertorios biográficos; y tan pronto redactaba las historias locales de las más principales ciudades y villas de Aragón como se reconvertía al costumbrismo y daba a la imprenta, con el seudónimo de ‘Crispín Botana’, algunos libros que poco o nada ayudarían a su paso a la posteridad: ‘La gente de mi tierra en las Fiestas del Pilar de Zaragoza’ (en 6 tomos, que Blasco lo hacía todo a lo grande) o ‘Las fiestas de mi lugar’. Hasta una ‘Historia de la imprenta en Aragón’ parece que publicó, aunque Ricardo del Arco aseguraba que no la vio nunca. 

"Le tengo simpatía a don Cosme: escribió siempre lo que quiso sin importarle un carajo su carrera"

A mí me gustan mucho dos de sus libros dedicados a Zaragoza, ambos de 1890: las ‘Memorias de Zaragoza’, que Rolde reimprimió en 1995, y sus ‘Memorias zaragozanas’, en el que se recuerdan personajes como J. Amar y Borbón o el bibliotecario E. Borao y tradiciones de la ciudad como la Campana de los Perdidos. 

Le tengo simpatía a don Cosme: escribió siempre lo que quiso sin importarle un carajo su carrera.

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