LITERATURA. OCIO Y CULTURA

Antonio Iturbe: "Barcelona fue un lugar que acogía todas las voces"

Nacido en Casetas en 1967, tras ‘La bibliotecaria de Auschwitz’ y a ‘A cielo abierto’, publica ‘La playa infinita’ (Seix Barral), sobre la Barceloneta

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Antonio Iturbe (Zaragoza, 1967) en un estudio cerca de la Barceloneta.
Vicens Forner

¿Por qué se escriben novelas?

Para fijar el momento que se va a ir entre los dedos en un papel, igual que se prenden con un alfiler mariposas muertas sobre un corcho. Sabemos que parar el tiempo sobre una hoja es una tentativa condenada al fracaso, pero intentarlo nos llena de esperanza. Escribir es un acto íntimo.

Venía de dos libros sobre otros: ‘La bibliotecaria de Auschwitz’, traducida a más de 30 lenguas, y Antoine de Saint-Exupéry en ‘A cielo abierto’, con la que ganó el premio Biblioteca Breve de Seix Barral. ¿Por qué una novela que rastrea su infancia y juventud y la huella de sus padres?

Surgió así. La literatura para mí no es un acto planificado. Así ha sido siempre. Esta es una historia sobre la posibilidad del retorno a ese refugio mental que es el lugar donde crecimos, hicimos los primeros amigos, nos enamoramos y lloramos por primera vez.

¿Qué le contó su madre, de Casetas, de su emigración, del traslado a Barcelona?

Mis padres montaron un bar en Casetas, el Bar Español, y el negocio fue mal. Mi padre, que era camarero, se quedó sin trabajo y vino a Barcelona para tomar el ferri y hacer la temporada en Mallorca, pero encontró empleo en un restaurante de la Barceloneta. Y nos vinimos mi madre, mi hermano, mi abuelo y yo, a un pisito minúsculo, un quinto sin ascensor. No fue fácil, pero trabajando mucho mis padres, nos fuimos situando mejor, sin dejar nunca de ser una familia obrera.

"Esta es una historia sobre la posibilidad del retorno a ese refugio mental que es el lugar donde crecimos, hicimos los primeros amigos, nos enamoramos y lloramos por primera vez"

La novela tiene muchos registros: uno es la memoria del mar y de los pescadores…

La Barceloneta es el barrio portuario de Barcelona que nació extramuros de la ciudad. Unas calles de pescadores y operarios del puerto con sus propios códigos.

Otro, el registro histórico. ¿Qué significaron para Barcelona personajes como Cervantes, Albert Einstein o Carmen Amaya?

Todos ellos, tan distintos y de procedencias tan distantes, muestran que Barcelona fue siempre una playa a la que el viento traía gente de todas partes, un lugar que acogía todas las voces. Barcelona es de todos los que han pisado alguna vez las Ramblas, no es de nadie.

Otro registro es el del espacio físico y sentimental de la niñez. ¿Qué le dio la Barceloneta?

Aprendí a respetar ciertos códigos. En la Barceloneta cuando venía una autoridad preguntando algo, allí nadie había visto nada y nadie había oído nada. Existía una ley propia. Había muchos mangantes; nunca robaban a la gente del barrio, eso era sagrado.

Antonio Iturbe publica 'La playa infinita'.
Antonio Iturbe vendió 500.000 ejemplares de 'La bibliotecaria de Auschwitz'.
Darío González.

Nació en Casetas. Que también es un barrio. Dice: «El barrio es el mundo». ¿En qué sentido?

Casetas también vive lejos de Zaragoza, física y mentalmente; en eso es muy parecido a la Barceloneta. En Casetas todo el mundo dice: «Voy a Zaragoza». Igual que en la Barceloneta una o dos veces al año, mi madre nos decía «vamos a Barcelona», cuando había que ir a un médico de pago. Son universos en sí mimos donde está todo el abanico de fuerzas, las del bien y las del mal.

¿Qué le debe su novela a Marsé? ¿Y a los primeros amores?

Marsé nos enseñó que la melancolía no tiene por qué ser ñoña. Esos primeros amores no consumados y no consumidos, como Silvia Minerva, son un pequeño depósito de reserva de inocencia.

Reflexiona sobre el independentismo. Y dice que todas las banderas son una forma de odio...

Lo son. Una bandera nos dice que hay un ‘nosotros’ (los de la bandera), y eso implica que hay un ‘ellos’ (los que no son de la bandera). Y ese abismo de soberbia que trazamos entre nosotros y ellos, como si las personas no fuésemos todas tan fallidas en todas partes, solo trae dolor.

"Marsé nos enseñó que la melancolía no tiene por qué ser ñoña. Esos primeros amores no consumados y no consumidos, como Silvia Minerva, son un pequeño depósito de reserva de inocencia"

¿Qué errores cometen los críticos con el nacionalismo catalán al intentar entenderlo?

Ese es el problema: que se quiere entender. El nacionalismo –el catalán, el español, el alemán, el rumano…– no tiene nada que ver con la razón. Es algo más atávico, más cercano a la religión. El nacionalista cree en su patria en un acto de fe. Nadie ha visto nunca una patria, si te subes a un avión y observas, abajo verás montañas y ríos, pero no patrias. Sin embargo, la gente está dispuesta a matar por esa ficción. A mí me parece incomprensible, pero es así.

"El nacionalismo –el catalán, el español, el alemán, el rumano…– no tiene nada que ver con la razón. Es algo más atávico, más cercano a la religión. El nacionalista cree en su patria en un acto de fe"

Acaba de regresar a Aragón con su madre, a Veruela, Casetas…

En los recuerdos de niño, Casetas me parecía una ciudad extensísima en la que te podías extraviar. El Casetas de mi recuerdo es el horno de la calle de la Parra, que era un universo en sí mismo, con su bomba manual de agua en el patio, la leña apilada y el olor a mantecados recién hechos, mientras sonaba el rocanrol de Pedro Botero a todo meter. Se me hizo raro pasar por delante y ver que ahora es un bloque de pisos, pero así es la vida.

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