POESÍA ARAGONESA. ARTES & LETRAS

Dalila Eslava: El dulce veneno de la palabra

La joven poeta publica 'La edad de la inocencia’, su primera trabajo lírico en solitario

Dalila Eslava publica su primer poemario.
La joven escritora turolense Dalila Eslava.
Archivo D. Eslava.

Hay poemas que se abren como ocultas claraboyas a otros ámbitos, a otras vivencias y a una andadura vital marcada por el aprendizaje y la autorreflexión. Es lo que se advierte, cual punta afilada de un iceberg inmenso, en los versos que ha agrupado la poeta turolense Dalila Eslava en 'La sed de la inocencia', su primer trabajo en solitario. La joven poeta, graduada en Psicología y especializada en intervención social, no concibe una vida sin estas dos aficiones: dibujar y escribir. Comenzó perteneciendo al colectivo Malditos Poetas, y ha seguido creciendo en recitales y festivales como Quema de Artistas o Rasmia. Ha publicado poemas en la revista 'Turia', relatos en el 'Diario de Teruel' y obtuvo un galardón en el LVIII Certamen Nacional de Poesía Amantes de Teruel con su poema 'La costilla del hombre'.

En la vida de todo ser humano hay un proceso de aprendizaje y un camino por recorrer surcado de dificultades, lastrado por el dolor y culminado por una relativa paz interior, fruto de la reconciliación con uno mismo y con el mundo que le rodea. Se trata, en definitiva, de ordenar el caos, ese “amor platónico de la literatura”, y de ajustar cuentas desde el principio con ese metafórico escorpión que amenaza la integridad física y al que hay que cauterizar con el fuego, aun a costa de la sed y la inocencia. Y para recobrar esa armonía, rota desde que una viene al mundo, como un cordón umbilical siempre presente, hay que recurrir al rito, a la celebración, a una liturgia profana en la que la palabra se convierta en talismán eficaz y contribuya a eliminar todo lastre de miedo, de culpa o de insatisfacción.

Las cuatro partes en que se estructura esta antología se hacen eco de una iconografía religiosa en la que las vivencias oscilan, cual peculiar celebración eucarística, desde un inicio purificador –“el bautizo”– hasta un final sosegado como rito de despedida –“la calma”– pasando por la liturgia la palabra –“el dolor”– y la propia eucaristía –“el juego”–. Son hitos importantes de una celebración de la vida que reclama la presencia de los seres más cercanos. “A mí también me castigaban / dejándome de hablar”, confiesa la autora en La edad de la inocencia, una adolescente rebelde como Lady Bird. Un silencio que se transforma en herida en el momento de la menarquía: “Cuando sangré por primera vez, / nadie me explicó: / solo / hubo / culpa”. Una culpa que se alía con el dolor en una ambiente hostil en el que se desmitifica la liturgia de la palabra. La oración se convierte en súplica –“Dónde estaba Dios / cuando me abandonaron”– en salmo, en aleluya o en esa inquietante oración del silencio: “Elegiste a una mujer muerta / antes que a mí”.

Es en la tercera parte –“la eucaristía”–, introducida por una cita de Clarice Lispector, cuando la poeta intenta superar todos sus miedos –“He sido castigada / por tener este asqueroso cuerpo”– y pide suplicante ese “líbrame del mal” del Padrenuestro y la paz como ritual de reconciliación: “Quiero reconciliarme con Dios / y si él predica el amor: / lo haré”. Una paz que antecede a la calma en el “rito de despedida”. Así en el poema madriguera se cambia el filo de la aguja por una muestra de amor: “Te doy un beso en la nariz, / tienes los ojos abiertos”. Todo ello se conjura para terminar con una celebración en la que el sosiego interior se hermana con la docilidad de las olas: “Por primera vez encuentro calma en el revuelo de las olas”. Un verso largo, cadencioso como un epifonema que evidencia esa victoria interior contra ese aguijón venenoso, contra ese fuego inicial lleno de amargura y desasosiego.

POESÍA ARAGONESA

'La sed de la inocencia'. Dalila Eslava. Entropía ediciones, 2020. 74 páginas.

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