TEATRO. OCIO Y CULTURA

Alberto Castrillo-Ferrer: “La relación del arte y el poder siempre ha sido malsana”

Hiperactivo y apasionado, el actor, director teatral y animador de proyectos participa en ‘Historias lamentables’ de Fesser y ensaya con Els Joglars

CONTRAPORTADA. PARANINFO. ALBERTO CASTRILLO-FERRER, ACTOR Y DIRECTOR DE TEATRO/ 27-05-2019 / FOTO: GUILLERMO MESTRE [[[FOTOGRAFOS]]][[[HA ARCHIVO]]]
Alberto Castrillo-Ferrer es actor y director teatral y participa en la nueva pelicula de Fesser.
Guillermo Mestre.

¿Cómo descubrió Alberto Castrillo-Ferrer que quería dedicarse a la farándula?

La verdad es que no lo sé muy bien. Yo hacía pequeños sainetes y obrillas en mi pueblo, Murillo de Gállego, cosas que se hacen para fiestas pero cuando vi una obra de teatro en el instituto –‘Las bicicletas son para el verano’– me dije: «Yo quiero estar allí, quiero hacer eso». Luego imagino que poco a poco vas buscando y afirmándote hasta que un día resulta que eres actor y no eres otra cosa.

¿Había tradición en su familia o en su entorno?

No. En absoluto. Soy hijo único y mis padres esperaban de mí que fuera médico, abogado, ingeniero… una profesión “seria”. Fue duro para ellos que lo dejara todo para dedicarme a esta pasión. Me consta.

¿Qué le debe a la Zaragoza de los 70 y 80?

Probablemente la ilusión de poder ser lo que quieras. Fue una época estupenda para ser niño y adolescente. Un país donde hay mucho por hacer, una ciudad llena de vida y diferentes ambientes. Los primeros doce años de mi vida los viví en el barrio de La Jota jugando en la calle, casi sin coches. Luego ya nos cambiamos al Portillo y descubrí una Zaragoza más clásica. Es una ciudad estupenda.

"No me gusta la polémica en absoluto. Yo disfruto con la Comedia y con el entente cordial. Soy de divertirme con mi profesión"

¿Qué le llevó a París, donde se formó?

Mi bisabuelo se fue a París a finales del siglo XIX con su mujer y cuatro hijos. El menor de ellos era mi abuelo que se crió prácticamente allí. Con este abuelo tuve una magnífica relación de niño. Él me enseñó a pronunciar bien en francés, me contaba sus anécdotas… cuando decidí dejarlo todo e irme para formarme fuera no me daba cuenta, pero estaba cerrando el círculo con ese abuelo que tantas cosas me contó del París de principios del siglo XX.

¿Qué destacaría de los años de su formación?

El hambre de aprendizaje, también de la otra, ¡eh!, que adelgacé 13 kilos, jajaja… Vi cientos de espectáculos (sin pagar, claro, diciendo que éramos estudiantes nos solían dejar entrar) la disciplina de una escuela muy física, conocer a gente extraordinaria y diferente. Tuve una suerte enorme y comencé a trabajar en el Theâtre du Nord-Ouest en el que aprendí casi todos los oficios teatrales… En resumen: volví a nacer.

Marcel Marceau es un mito del mimo y del gesto. ¿Qué significó estudiar en la École International de Mimodrame Marcel Marceau? ¿Llegó a conocerlo?

Sí, claro, me daba clase y estaba en activo con espectáculos en París por lo que podíamos ir a verle actuar y seguir aprendiendo. Se dice que un profesor «enseña» y un maestro «es». En Marceau se cumplía: era más lo que ganabas observándole o escuchando sus teorías que quizá lo que concretamente nos pudiera enseñar en una clase al uso. Pero es que..., ¿cómo se enseña la poesía?

Trabajó mucho en Francia y también en Suiza. ¿Nos dan algunas lecciones acerca de cómo mimar y proteger el teatro y la cultura estos dos países?

Desgraciadamente estamos muy lejos. Muchísimo. Como ejemplo diré que durante la pandemia han cerrado los teatros en Francia, pero los actores, directores, dramaturgos, técnicos… en definitiva, los que tienen el estatus de intermitente del espectáculo, han seguido cobrando su sueldo. Eso protege al sector, por otra parte, el país sabe que la cultura es una de sus bazas para atraer al visitante y entre ellas las artes escénicas, la sociedad está impregnada desde la educación de conocimientos y gusto por el teatro, el cine, el arte. Aquí todavía tenemos la etiqueta de vividores y jetas. ¡Qué cruz!

Alberto Castrillo-Ferrer repasa su carrera.
Alberto Castrillo Ferrer con Ramón Fontseré y Dolors Tuneu de Els Joglars.
Toni Galán.

En París montó ‘¡Ay, Carmela!, el texto de Sanchís Sinisterra que Saura convirtió en película y que sucedía en Belchite.

Tuve mucha suerte de poderla montar profesionalmente. En España ya estaba hecha y rehecha por grandes actores y compañías, pero en Francia no. Me lo pidió la Asotiation Manuel Azaña de Montauban –capital de la República Española en el exilio– y fue un éxito sin paliativos en el sur de Francia. Imagine la emoción de los descendientes de españoles en esa zona al ver un cachito de lo que les contaron sus padres o abuelos.

En 2011, montó en Suiza una pieza de Miguel Servet. Aragón estaba en su ADN…

Sí, soy aragonés a mucha honra, pero también conozco por eso mismo nuestros demonios, entre los que esta el menosprecio a lo nuestro y a los nuestros. Por eso tengo debilidad por los aragoneses en el exilio. A fin de año vamos a montar con el Conservatorio Superior de Música de Aragón y la Fundación Goya una obra sobre el pintor universal que tuvo que hacer carrera en Madrid y morir en Burdeos; eso da que pensar.

¿En qué momento podría decirse que vuelve definitivamente, primero a Madrid y luego a Aragón, para hacer aquí su carrera?

La verdad es que creo que sigo fluctuando entre Aragón, Madrid y Francia. Me gusta no depender de un lugar aunque eso me implique pasar mucho tiempo de viaje. Es verdad que desde el 2007 se me ve más por Aragón porque aquí vivo con Blanca Carvajal, mi pareja, pero sigo trabajando por distintos lugares. Ahora estoy en Rupit, la sede de Els Joglars.

Da el paso de inmediato a la dirección teatral. ¿Se puede decir qué busca en su trabajo? ¿Cuál sería el sello Alberto Castrillo-Ferrer?

Yo no intento tener un sello. Intento adaptarme a cada estilo que me toca. Es evidente que tenemos gustos, tics, como el ritmo, la teatralidad, el trabajo con los actores… que nos llevan a que se pueda llegar a reconocer una dirección mía, pero no es algo que haga premeditadamente, yo procuro impregnarme de lo que me sugiere el texto o la propuesta. Lo que busco siempre es estar a la altura de lo que me propongo o me proponen montar.

Ha hecho muchas cosas: teatro contemporáneo y clásicos como Shakespeare, varias veces, o Valle-Inclán. ¿Los mensajes de los clásicos son eternos? ¿Cómo deben ser leídos o actualizados?

Si, el teatro es la hemeroteca de los sentimientos de la humanidad. El teatro nos habla de nosotros y eso ya los griegos lo habían captado muy bien. Lo que cambia es la forma de contarlo, los gustos de la época, las referencias, pero las preguntas que nos hacemos en una representación teatral sea de la época que sea, son las mismas.

JORGE USON ( ACTOR ) / TEATRO PRINCIPAL ( ZARAGOZA ) / 06/11/2017 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]][[[HA ARCHIVO]]]
Jorge Usón, Carmen Barrantes y Alberto Castrillo-Ferrer.]
Oliver Duch.

En apenas una década, dirige y actúa en un montón de espectáculos, ganó un Premio Max con ‘Cabaré de Caricia y Puntapié’ en 2009. ¿Todo es fruto del entusiasmo, de la ambición o es hiperactivo?

Son las tres cosas que comenta, tener un buen equipo y suerte. Con respecto al ‘Cabaré’ lo único cierto es que hoy en día no hubiésemos podido montarlo porque ninguna institución da apoyo a dos actores noveles como Jorge (Usón) y Carmen (Barrantes) ¡fíjese dónde han llegado hoy en día!, un director desconocido y una compañía con poco bagaje. En ese momento se apostó por un proyecto artístico no por una estructura. Funcionó.

Creó con Víctor López Carbajales el Festival Manhattan en Murillo de Gállego. ¿Qué querían y qué quieren hacer?

Queremos situar ese mágico lugar del Prepirineo en el mapa nacional de festivales de artes escénicas. Este primer año ha sido espectacular, por programación, originalidad y por acogida de la zona. En este segundo año tenemos ya comprometidas grandes compañías que van a actuar allí, sorpresas, ideas locas para disfrutar de la cultura en plena naturaleza… ¡Es ilusionante! La cultura es salud, alegría, es el sentido de la vida.

"He tenido la suerte de trabajar con uno de los mejores directores de España, con una calidad humana excepcional y una exigencia artística maravillosa. Ha sido una experiencia feliz y plena participar en 'Historias lamentables' de Fesser"

Desde hace años trabaja con Els Joglars.

He encontrado en ellos una familia teatral. Nos entendemos muy bien y nos queremos mucho. Tenemos en común la diversión en el escenario, el compromiso con la profesión, la exigencia, el gusto por la sátira… Aprendo mucho con ellos. La compañía no ha cambiado. Tiene clara la línea de trabajo que es la misma que en sus inicios. Ser independientes, críticos y divertir con calidad y tino.

Cuando se hicieron públicas las ayudas al teatro desde el Ayuntamiento de Zaragoza, fue de los más críticos. ¿Qué le incomodó, qué le sigue incomodando?

Los que nos dedicamos a esto tenemos que ser sensibles a las injusticias, y cuando son tan flagrantes como las que hubo en ese momento, no nos podemos callar. Hubo proyectos magníficos que se quedaron sin apoyo, hubo cosas muy feas, acusaciones sin fundamento, rencillas… afortunadamente luego se rectificó en algunos casos y se está trabajando en las bases y comisiones para que no vuelva a ocurrir algo similar. De todas formas, la relación del arte y el poder siempre ha sido malsana, recordemos que el insigne Lope de Vega era el valido que le subía los calzoncillos calientes al duque de Lerma…

¿Qué es lo peor de la gestión cultural desde las instituciones, quizá que haya que empezar siempre de cero, legislatura tras legislatura, que haya una corta visión o que miremos en exceso a Goya, como si aún estuviera vivo?

Lo peor es cuando hay desprecio e ignorancia. Lo que pedimos son proyectos, directrices, ideas, conocimiento del sector y, si lo merecemos, respeto. Goya se merece reconocimiento desde nuestra tierra, y muchos otros insignes aragoneses también. Por otro lado, las artes vivas las hacemos los vivos, así que también hay que pensar en ello. Y por supuesto en el público, que es para quien trabajamos. La cultura es salud, alegría, es el sentido de la vida.

¿Diría que los actores y directores de aquí tienen mayor presencia en la escena española? Usted codirige a Silvia de Pé en ‘El caballero incierto’ de Rosa Montero.

Si. No hay duda. Hay una gran cantera. Se nos aprecia y respeta mucho fuera. También hay mucha calidad en Aragón, a veces en compañías pequeñas, de circo, de teatro comunitario, de teatro de calle, de improvisación teatral, de clown… Hay riesgo, conocimiento, sabiduría y generosidad. El público lo nota. ¡Ah! ¡Y en cine estamos que nos salimos!

"En nuestro teatro hay riesgo, conocimiento, sabiduría y generosidad. El público lo nota. ¡Ah! ¡Y en cine estamos que nos salimos!"

Trabaja en ‘Historias lamentables’ de Javier Fesser. ¿Qué supone dar el salto al cine, alternarlo con el teatro?

No me atrevo a decir «el salto al cine». He tenido la suerte de trabajar con uno de los mejores directores de España, con una calidad humana excepcional y una exigencia artística maravillosa. Ha sido una experiencia feliz y plena. Había trabajado con mi amigo Germán Roda, gran director también, y fue igual. Estaría encantado de repetir, claro.

A veces da la sensación de tienes alma de francotirador y de que bailas bien en la polémica...

Le digo que no. No me gusta la polémica en absoluto. Yo disfruto con la Comedia y con el entente cordial. Soy de divertirme con mi profesión. Cuando escribo algún artículo o digo algo es porque se ha rebasado mi vaso varias veces.

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