literatura. cuentos contra el virus

'Mensajero', un relato dialogado de Alfonso Plou

La historia del mensajero Néstor, el anciano Manolo y un misterioso pedido servido a domicilio en tiempos de coronavirus

Alfonso Plou. Cuentos contra el virus.
Alfonso Plou plantea una situación de comidas a domicilio.
Víctor Meneses.

Portal de una casa. Un repartidor de Glovo llama al timbre y espera que le abran. Es joven, pero no tan joven. Tiene que insistir varias veces en la llamada. Parece que se va poniendo nervioso. Alguien acaba contestando al otro lado de la puerta. Es la voz de una persona mayor.

M.-¿Quién es? ¿Quién llama?

N.- Soy un rider.

M.-¿Un qué?

N.-Un repartidor, un mensajero.

M.-¿Y qué mensaje quiere darme?

N.-No, mire, usted ha hecho un pedido.

M.-¿Un pedido?

N.-Sí, un pedido, una comanda.

M.-¿Quién lo manda?

N.- No. Nadie. Usted. Soy de Glovo. ¿Lo ve?

El mensajero enseña su caja plástica a la altura del pecho por delante de él. Silencio.

N.-¿Es usted Manuel López?

M.-Manolo.

N.-¿Qué?

M.-Llámame Manolo.

N.-De acuerdo, Manolo, ¿me abres de una vez?

Silencio.

M.-¿No te da miedo?

N.-¿El qué?

M.-Seguir

N.-Claro que sí. Pero no soy del grupo de riesgo. Soy joven, ¿me entiende, viejo? Usted sí que tiene que tener miedo. ¿Cuántos años tiene? Por su voz diría que 70 por lo menos. Es comida. Unas hamburguesas del McDonald’s. ¿Me oye?

M.-¿Y a dónde me voy a ir, muchacho? Pero yo no he comprado una hamburguesa en mi vida. Y no voy a cambiar a estas alturas.

N.-Bueno, ya está bien.  Me voy y arreglado.

M.-No. Espera. No te vayas.

Silencio.

M. ¿Cómo te llamas?

N.-Néstor. Me llamo Néstor.

M.-¿Eres… sudaca?

N.-A la mierda. Ya me entendió: ¡Váyase al carajo!

M.-Perdona, Néstor. Me salió así de mi estúpida boca.

N.-Pero ya está bien. O me abre o me piro.

Manolo abre.

M.-Hola. No llevas mascarilla.

N.-No quedan.

M.-Pero llevas guantes.

N.-Me los agencié.

M.-No os los dan.

N.- ¿Está de broma?

Silencio.

M.-Gracias.

N.-¿Por?

M.-Aguantar. Por seguir aquí. Eres buena persona.

N.-Tonto es lo que soy. ¿Quiere las hamburguesas?

M.-No tengo comida.

N.-Las pidió usted, ¿verdad?

M.-Llámame Manolo.

N.-¿Qué pasa Manolo?

M.-Estoy solo. No tengo dinero. Creo que me voy a morir.

N.-Usted es un listo. Me monta el número para ver si le perdono el cargo.

Silencio.

N. Deje de mirarme haciendo caras de perro apaleado. Yo tengo que llevar dinero a casa ¿me entiende?

M.-Llévatelo. Véndelo por ahí.

N.-Ahorita mismo. Están las calles llenas de posibles compradores. No te digo…

M.-Pues cómetelo. Te vendrá bien. Haces mucho esfuerzo y no llevas buena cara.

Silencio.

N.-¿Sabe lo que le digo?

M.-¿Qué?

N.-Vamos a hacer una cosa. Como hay dos hamburguesas yo me quedo una y usted otra. Las patatas se las dejo y yo me quedo la Coca-cola Zero. ¿Qué le parece?

M.-¿Qué te voy a decir?

Silencio.

M. Gracias, Néstor.

N.-Bueno, ya sabes, Manolo, los sudacas somos generosos.

M.-Pero no tontos.

N.-Eso, pero no tontos.

Néstor abre la caja y comienza a separar el contenido en dos paquetes. Lo hace con cuidado y Manolo le observa con atención.

M.-Vaya mierda todo esto.

N.-Ah, una cosa. La próxima vez no llames a Glovo, llama a Deliveroo.

M.-Preferiría que me lo trajeras tú.

N.-Ya. Pero yo no. Ya no.

M.-Suerte.

N.-Eso. Cuídese y suerte. No salga.

Néstor se va escaleras abajo. Y Manolo sale al rellano y coge su paquete.

M.-Menos mal.

Entra dentro de casa y cierra la puerta. Oscuro.

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