Marta Gil Lacruz: "El miedo nos hace vulnerables al totalitarismo"

La especialista en Psicología Social reclama una reflexión sobre cómo queremos salir de la crisis del coronavirus

Marta Gil Lacruz, fotografiada por su madre en su domicilio zaragozano.
Marta Gil Lacruz, fotografiada por su madre en su domicilio zaragozano.
Adela Lacruz Martín

¿Qué llama más la atención de lo que estamos viviendo?

Que cada individuo depende de su contexto, que no se puede entender la salud de forma aislada, que la globalización tiene efectos y ya no nos es indiferente lo que ocurra en la otra parte del mundo... Y que nos toca aprender a lidiar con la interdependencia y la incertidumbre.

Lo de acumular papel higiénico, ¿cómo se explica?

Es una reacción lógica ante la sensación de riesgo. En estas situaciones tomamos consciencia de lo vulnerables que somos, y el virus más contagioso es el miedo.

¿Y lo de salir al balcón a aplaudir?

Es un ejercicio de identidad, que demuestra que somos sociales por naturaleza y que necesitamos, como el comer, la interacción social.

Otro fenómeno de ahora: estamos viviendo una situación dramática y cada día recibimos cientos de ‘whatsapp’ humorísticos.

El sentido del humor, que es una herramienta para analizar la realidad de forma compartida, nos ayuda también a poner distancia respecto a ella. El aluvión de ‘whatsapp’ humorísticos tiene también un punto de catarsis colectiva, de poner una distancia emocional respecto a algo que nos asusta y, si lo hacemos con respeto, resolverlo con ingenio.

¿Ya se pueden extraer conclusiones de lo que estamos viviendo?

Yo creo que dos. Una, que la sanidad tiene que ser un servicio público, que juega un papel importante a la hora de mitigar las desigualdades sociales de partida, que no debemos escatimarle recursos. Y la mayoría de la gente lo sabe o se ha dado cuenta ahora: por primera vez en la historia, la población aplaude a sus sanitarios, no a las estrellas de fútbol.

¿Y la segunda?

Que la solidaridad es parte de nuestra civilización y de nuestro futuro. En este sentido, nuestros mayores son un colectivo que contribuye mucho socialmente, que se ocupan de sus nietos, nos sostienen con sus pensiones en las crisis económicas...

...y son los que más están sufriendo.

Precisamente por eso no podemos acordarnos de ellos como si fueran un simple saco de enfermedades. Es un colectivo heterogéneo, porque ya estamos metiendo ahí a personas de 55 a 100 años. Tendemos a pensar que la edad nos aboca a ser vulnerables pero no tiene por qué. Esta crisis debería servir para que nuestros mayores se empoderaran.

Con todo lo que se ha alertado de los peligros del mundo virtual, ¡y ahora estamos todo el día en él!

Bienvenidas sean las pantallas si te ayudan a comunicarte, a recuperar una clase, a saber qué tal anda un amigo. El problema es que ahora, entre el teléfono movil, la televisión y el ordenador, estamos conectados desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Vivimos un frenesí virtual y eso quizá está impidiendo algo para lo que tendríamos que aprovechar este momento, y es para reflexionar. Pero sí, de la crisis vamos a salir todos con una dioptría más.

¿Seremos distintos cuando todo esto acabe? Muchos creen que sí, mejores y más solidarios, pero, si vemos lo ocurrido en otras epidemias del pasado, no parece claro que vaya a haber profundos cambios sociales.

Vamos a ser distintos, qué duda cabe, y cada uno llevará consigo sus propias enseñanzas. Pero la experiencia nos dice que los grandes acontecimientos no nos hacen mejores ni peores, sino diferentes. Y por eso digo que deberíamos reflexionar, pensar cómo nos gustaría salir de esto. Porque podemos imaginar un futuro mejor que lo que tenemos ahora. ¿Por qué no lo planificamos? ¿Por qué no nos sentamos y nos ponemos de acuerdo en mantener lo positivo que hemos descubierto y cambiamos lo negativo?

Tras la crisis humana y sanitaria vendrá una crisis económica. Ya la estamos viviendo, de hecho.

No tenemos una bola de cristal para saber a qué nos vamos a enfrentar luego, pero parece claro que va a haber una recesión durísima. Y, si tenemos el mismo sistema económico que el actual, la población vulnerable ya no van a ser solo nuestros mayores. Los efectos del virus son gravísimos, pero, ojo, el desempleo también perjudica la salud.

Y aumenta exponencialmente la desigualdad.

Claro. Hay un problema social en esta situación, y es que, con miedo, una sociedad es mucho más vulnerable a los totalitarismos. La sensación de amenaza nos hace pensar que son mejores los líderes que toman decisiones drásticas y rotundas y resurgen las ideas autoritarias o paternalistas. Frente a las crisis, gran parte de la sociedad percibe en las demagogias y los totalitarismos ciertas formas de control de la situación. Y eso es muy peligroso.

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