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Las últimas tiendas de discos que siguen en pie en Aragón

Cuatro establecimientos resisten en la Comunidad tras los cierres causados por la piratería, la crisis y el cambio de hábitos de consumo de la música.

Luis Linacero, toda una vida dedicada a los discos.

Las tiendas de discos se han convertido en una especie en extinción. Solamente cuatro resisten en Aragón: tres en Zaragoza (Linacero, Leyenda y La Gramola), una en Huesca (Cocodisk) y ninguna en Teruel. Son las valientes supervivientes de un proceso destructivo iniciado hace dos décadas con la irrupción de la piratería y de las descargas ilegales, y agudizado por la consolidación del comercio electrónico, las grandes superficies y el cambio de hábitos de consumo en pro de las escuchas que no requieren un formato físico, sobre todo en las generaciones más jóvenes. Una tormenta perfecta que ha cerrado centenares de establecimientos en España y miles en el resto del mundo.

Linacero, la decana del sector en la Comunidad, encarna esta regresión. Presente en la capital aragonesa desde que Juan Linacero abriera su primer local en 1968, continúa en el negocio 52 años después en el Centro Comercial El Caracol. Luis Linacero, orgulloso de perpetuar el legado paterno de amor por la música, plasma con datos la continuada crisis del sector. «En 1999 teníamos cuatro tiendas, un almacén de distribución y 25 trabajadores. Hoy solo tenemos una tienda y yo soy el único trabajador. No hay que engañarse. El proceso de cierre de tiendas es imparable. La tecnología facilita la escucha de música sin soporte físico. Y eso ya es mayoría. El público que compra discos es maduro. No existe el relevo generacional y estamos abocados a desaparecer», explica.

No anda errado. La balanza entre el mercado físico y el digital se desequilibró en España en 2014, primer ejercicio en que los ingresos del primero fueron inferiores a los del segundo. La diferencia, años más tarde, confirma los nuevos hábitos de acceso a la música en el siglo XXI. De los 237 millones de euros recaudados en 2018 –último año del que se disponen datos–, el 71,2% (169 millones) corresponde al área digital, mientras los formatos tradicionales se han de conformar con el 28,8% restante (68,2 millones).

Cualquier tiempo pasado fue mejor. Como rememora Linacero, a finales de los 70 «había en Zaragoza unas 20 tiendas de discos, a las que había añadir la sección de música de centros comerciales como Almacenes Gay o Galerías Primero». Y realiza un recorrido mental por aquella ciudad: «Solo en la zona de influencia del paseo de la Independencia y alrededores existían unas 11 tiendas: Minué, Guateque, Palacio de la Luz, Linacero, 33 RPM, Ruidos, Discos Val, R-3 (tenía tres tiendas en el Tubo) y Cara-2. En el barrio de Delicias había tres. E incluso en cada barrio existía algún punto de venta».

¿Cuándo y cómo comenzó el naufragio? Linacero lo tiene claro. «España ha sido siempre un mercado débil porque no existe la cultura de compra de discos que hay en otros países. Aquí siempre hemos funcionado más a golpe de ventas de los artistas más populares del momento. Sobre esta base, en 1999 se produjo la gran crisis de la industria discográfica, alimentada por el hecho de que se pudiera descargar música gratuitamente y la existencia de grabadoras/tostadoras para pasar a los cedés los archivos del disco duro del ordenador. Además, se produjo el fenómeno del ‘top manta’, que en aquellos tiempos vendía los cedés piratas a 1.000 pesetas frente a las 2.000 o 3.000 que costaban los originales en la tienda. La suma de estos factores supuso un golpe muy duro. Bajaron en picado las ventas, se perdieron puestos de trabajo y cerraron muchas tiendas. La crisis económica de 2008 fue el remate», rememora.

Las quejas del sector cayeron en saco roto:«Nos hemos sentido ninguneados y abandonados desde hace muchos años. Jamás se ha mostrado ninguna sensibilidad con ninguna de nuestras reivindicaciones, en especial con la piratería. No se tiene en cuenta ni valora nuestra función cultural ya que acercamos al público artistas y propuestas que no son comerciales y que difícilmente llegarían a la gente», denuncia.

Ante este contexto, la supervivencia es un acto heroico y de amor al arte. «Las pocas tiendas que quedan abiertas son un milagro. Somos gente que hacemos un trabajo que nos apasiona y eso nos mantiene en activo. Mientras pueda, la tendré abierta. Pero la tienda por sí misma no se mantiene. Es rentable tres meses al año: en Navidades, en abril con el Record Store Day… Cada uno nos buscamos la fórmula para sobrevivir, que en mi caso es compaginarlo con otros negocios», concluye Linacero.

La especialización

Arturo Gracia es otro ejemplo de persistencia. Inauguró Leyenda Rock el 29 de septiembre de 1994 y camina hacia los 26 años de existencia. La especialización en el heavy y en el rock, géneros que propician una gran fidelidad entre sus seguidores, es una de las claves que explican su longevidad.

«Trabajaba como informático y tenía un programa en Radio Ebro llamado ‘Solo rock&roll’. Decidí montar la tienda con los ahorros de cinco años de trabajo como informático. Los comienzos fueron complicados porque tienes que darte a conocer. Además, fuimos una de las primera tiendas en contar con una web», comparte.

Paulatinamente fue asentándose hasta congregar una clientela que sobrepasa Aragón para alcanzar el resto de España y también países como Japón.

Un camino que no ha estado exento de baches. «Hace años veía el futuro muy negro, pero ahora lo veo más estable. El momento más crítico fue tras la Expo de 2008. La crisis se notó mucho y hubo un gran bajón. Pero después de tocar fondo, en los últimos años nos hemos estabilizado. Las ventas de cedés han aumentado y a la gente le gusta venir a la tienda, dejarse aconsejar y charlar sobre música», detalla.

En Leyenda se ha producido una tendencia equiparable al resto de tiendas: los discos han ido dejando espacio a otros complementos. «Al principio los discos eran la mayor forma de ingreso. Pero hemos ido incorporando artículos relacionados con la música, como camisetas, entradas de conciertos, mochilas, cinturones, zapatillas, chaquetas o vasos de chupito. Todo ayuda para que salgan las cuentas», aduce.

Gracia apela al trato personal como otra de las armas para allanar el camino. «No concibo la tienda como un negocio normal, sino que tiene un componente especial. Por ejemplo, con el apoyo a los grupos aragoneses, que siempre han tenido un hueco en mis estanterías. Hemos vendido sus discos hasta en Japón. Es muy bonito que bandas que has visto nacer vayan creciendo. Y por supuesto está el factor humano, acabas haciéndote amigo de muchos de los músicos», remacha.

El factor internet

Internet se ha convertido, a la vez, en aliado y verdugo de las tiendas físicas. Amazon, con su infinito catálogo y sus precios ultracompetitivos, y Discogs, la mayor base de datos y mercado de venta de discos con más de seis millones de usuarios y 48 millones de productos disponibles, se han adueñado de una importante porción del pastel.

Aliarse con el ‘enemigo’ es inevitable. Como en el caso de Javier Legarre, quien abrió La Gramola en la calle de Espoz y Mina el 13 de febrero de 2016, tras dos años con una tienda ‘pop up’ en Puerto Venecia. «Entre el 25 y 30% de mis ventas las hago en internet, ya sea a través de Discogs o de Amazon. El 80% de esas transacciones van al extranjero. Vendo en Singapur, Corea, Reino Unido, Islandia... Cuando entra un lote de los Beatles en edición española, estoy seguro de que se va a marchar a Japón», asevera. Un aporte imprescindible para garantizar la viabilidad del establecimiento. «Si no, habría que chapar», revela.

Con un ‘stock’ de más de 5.000 referencias en vinilo y unas 3.000 en cedé, Legarre renueva continuamente el género gracias a la adquisición de colecciones/lotes a particulares y también a la Feria de Utrecht (Holanda), a la que acude dos veces al año. «Es la forma de que vengan a la tienda los cada vez menos melómanos y coleccionistas que quedan. Porque poca gente joven entra, aunque algún chavalillo viene pidiendo rap o hip hop», apostilla.

Por último, en la calle San Pablo 36 de Zaragoza, Vicente Modrego regenta un establecimiento con centenares de discos, casetes y películas de segunda mano que no tienen ninguna clasificación y que no incluyen novedades. 

El resto de Aragón

En Huesca, los amantes de la música mantienen un idilio desde hace más de tres décadas con Cocodisk, la tienda regentada por Julio Sánchez, que optó por no participar en este reportaje.

Y en Jaca todavía puede visitarse Maci, que nació como Maci Rock, pero donde los discos ya no son el argumento principal. «Inauguramos la tienda en las Navidades de 1998 como parte de una franquicia. La piratería y las descargas a través de Napster y otras plataformas se notaron negativamente y afectaron a las ventas. Hoy en día los discos ocupan una pequeña sección de la tienda, con fondo de catálogo de rock y alguna novedad. Pero vendemos sobre todo videojuegos, electrónica, juguetes…», informan José Antonio Roca y Susana Diest.

La provincia de Teruel se quedó huérfana de tiendas de discos en 2016, con el cierre de La Gramola, de los hermanos Alberto y Pedro Navarro, con más de 30 años de experiencia a sus espaldas. 

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