La plaga móvil

La actriz Lola Herrera
La actriz Lola Herrera
Efe

Después de haberse retirado de escena el pasado domingo en Zaragoza por el sonido incesante de un móvil, Lola Herrera se subía de nuevo este miércoles a las tablas del Teatro de las Esquinas. Pues bien, a pesar de la que se lió con aquel sucedido, abordado como noticia y por las tertulias en toda España, ¡en el patio de butacas volvieron los ruiditos! (nadie osó ya dejarse el teléfono sin filtro alguno, pero sí se apreciaban las vibraciones de aparatos silenciados al recibir notificaciones). En la siguiente función, el jueves, el relajo fue a más: de nuevo un móvil matando la magia del momento, también pudo oírse la alarma de un reloj... Son unos comportamientos que no tienen perdón y, evidentemente, tampoco ya remedio.

Pueblan ahora este planeta las primeras generaciones que han renunciado a su privacidad y aceptan mansamente el control a cambio de las migajas que en servicios les ofrecen las telefónicas, algunos gigantes tecnológicos y los desarrolladores de aplicaciones. Los primeros humanos que podrán transitar por la vida sin haber estado jamás expuestos a un silencio verdadero, al diálogo interior, a la contemplación; tampoco al aburrimiento, que es el germen de las mejores fabulaciones.

Siempre pegados al móvil, ya no se puede entender, no se respeta, ni siquiera la liturgia del teatro o la de otros espectáculos como los conciertos o las proyecciones de cine. Incapaces de permanecer desconectados durante hora y media para disfrutar enteramente de una experiencia estética; sin la empatía necesaria para ponerse en la piel de los artistas o del espectador vecino. Algún día, en el futuro, si la especie sobrevive, nos estudiarán por estos comportamientos.

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