entrevista

Mari Pau Domínguez: "No me duele Cataluña, sino sus gobernantes"

Nacida en Barcelona en 1963, publica ‘La nostalgia del limonero’ (Espasa), una novela que abarca 50 años de la vida española y del éxodo a Cataluña.

Mari Pau Domínguez, periodista y escritora, presentó su novela en Ámbito Cultural.
Mari Pau Domínguez, periodista y escritora, presentó su novela en Ámbito Cultural.
Guillermo Mestre

¿Quería hacer novela realista con ‘La nostalgia del limonero’?

La novela es real y realista. Está basada en la vida de mis padres, pero no solo la de ellos.

¿Hizo labor de campo previa?

Sí, he recogido muchos casos. Mis padres son andaluces. A raíz de publicar la novela, me he enterado de que muchos compañeros de la profesión en Madrid también son catalanes, hijos de la emigración. Hay ficción; a mi madre casi le da algo porque le endoso un amante a la protagonista, Concha, que sería su papel.

Tampoco habrá que leer el libro de forma tan literal, ¿no?

Claro, pero como ella sabía que estaba muy basada en sus vidas, imagínese el susto. Ella vive y mi padre, a quien quería muchísimo, falleció de alzhéimer.

O sea que la historia es muy familiar e íntima.

Sin duda, pero ya le digo que también hay cosas de otra gente. De hecho, la noche de bodas de Concha, la protagonista y madre de Paz, la mujer actual y derrotada de la novela, es una mezcla de varias noches de bodas de mujeres de la edad de mi madre, que habían emigrado a Barcelona.

Sorprende que sea tan traumática. Él, Diego, había tenido una amante, Jasmina, tenía experiencia y se casaba por amor…

Él era un hombre de mundo, vivía el sexo a su modo, como lo vivían muchos hombres en la época. Habían sido educados en un machismo normalizado y ni siquiera se planteaban si tenían que ser delicados o no. Para rematar, la madre de Concha le dice: «Tú déjate hacer». Va a ciegas y no sabía qué le esperaba.

Las madres en su novela son muy importantes, pero siempre cometen los mismos errores…

Sí, esa es una historia tremenda. Y creo que es exactamente lo que pasa en la vida. Decimos: «No cometeré el error que cometió mi madre conmigo», y lo haces igual o cometes otro que es peor. Hay un desnivel generacional y casi de competencia, con incomprensiones, resquemores y miedos.

¿Qué buscaba con el libro?

Quería hacer una historia de una época, medio siglo de la vida española, pero de carácter universal, el relato de las dificultades del traslado a Cataluña desde distintos lugares de España, y el hecho de empezar una nueva vida en un sitio tan distinto. Los aragoneses, extremeños o andaluces como mis padres eran héroes que partieron sin preguntar qué les esperaba. Reflejo los atavismos, los miedos, y la diferencia entre hombres y mujeres en la época.

En el libro hay una paradoja: Diego era el fuerte y acaba desmoronándose, y se queda varado en el limonero de su infancia.

Sí, es cierto. Tras las inundaciones de los 60 se viene abajo. Es como si se diera cuenta de su vulnerabilidad. Y sin embargo, Concha, que es una mujer que nunca ha salido del pueblo y a la que le cortan las alas (no le dejan estudiar), crece como persona. Está dispuesta a buscar caminos que pueden permitirle un poco de brillo y de felicidad. Solo tenemos una vida y nos parece corta.

¿También quería mostrar cómo ha cambiado España?

Hemos cambiado. La consideración de la mujer ha avanzado muchísimo. Esta es una novela sobre el desarraigo, la enfermedad, la transformación de España y de la mujer. Y sobre nuestras transformaciones personales. Me pregunto si es sano, saludable, aconsejable y necesario lanzarte a la búsqueda de un amor perdido. Todos tenemos muchas heridas en nuestra vida. Yo también me he topado con desgracias y con amores indeseables…

¿Le influyó tanto Juan Marsé como parece en el libro?

Hay un viaje sentimental a través de la literatura que ha sido importante en mi vida. Juan Marsé, con ‘Últimas tardes con Teresa’, ha sido capital. Me enseñó el camino que no tenía que seguir el hijo de un emigrante y la reivindicación de la vida desde los barrios obreros en una Cataluña que se fue abriendo poco a poco.

¿Qué le reprocha a la Cataluña de ahora?

Es mi tierra. Soy española y catalana, las dos cosas. Y demócrata. No me duele Cataluña, me duelen sus gobernantes. Me parecen muy irresponsables y perfectamente prescindibles. Nos han llevado a un lugar insoportable.

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