día de las bibliotecas

La cara B de una biblioteca

Este jueves es el Día de las Bibliotecas, una jornada que se celebra en toda la Comunidad, como la María Moliner de la Universidad de Zaragoza. Se trata de un centro que atesora valiosos fondos, como los que se descubren en sus cinco depósitos

Matilde Cantín y María Ángeles Euba en uno de los depósitos de la Biblioteca María Moliner de la Universidad de Zaragoza.
Matilde Cantín y María Ángeles Euba en uno de los depósitos de la Biblioteca María Moliner de la Universidad de Zaragoza.
HA.

En la puerta hay unos cuántos jóvenes fumando. No salen del porche porque llueve. El centenar de paraguas que se acumula en la entrada podría delatar el número de personas que hay en el interior de la biblioteca, pero posiblemente haya más. Son parte de las 427.000 personas que entran al año en la María Moliner, referente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, un edificio inaugurado en 2003. De la antigua se conservan los fondos, además de los libros de registro o los ordenados ficheros, algunos centenarios.

Precisamente, el orden es un mandamiento en los 13 kilómetros lineales que miden todas sus estanterías. Cada libro tiene que estar en su estantería, en su balda. Para que eso ocurra, están pendientes 22 profesionales. Como Matilde Cantín, la directora, o María Ángeles Euba: para ellas, 'la Mamo' (como se conoce popularmente a la María Moliner), no tiene secretos. Trabajan en la biblioteca desde hace más de tres décadas. Para María Ángeles lo más bonito es el contacto con los usuarios: "Sin ellos nuestro trabajo no tendría razón". Detrás de esa afirmación se palpa el cariño que sienten por la biblioteca en general.

Conocen cada planta y lo que esconden sus puertas, desde el piso superior hasta el sótano. Ningún edificio se empieza por el tejado, así que en el subsuelo custodian parte de su esencia: los depósitos. Un laberinto de estanterías y armarios compactos -de esos que se corren con manivela- se extiende bajo la silenciosa sala general y especializada. "Los estudiantes, docentes o investigadores piden el libro en el mostrador con la signatura", detalla Euba. En 2018 se realizaron casi 34.000 préstamos y se rozaron las 9.000 renovaciones. Un montacargas es la línea directa entre la superficie y el reino del sótano. "Cuando llega al depósito una bibliotecaria busca en estas estanterías el libro con el tejuelo del mismo código", continua.

En los cinco depósitos se encuentran revistas del siglo XIX, cartas, fotografías, cintas de VHS o una máscara mortuoria. Cómo no, no faltan los libros. Los hay con cubierta de cartón y otras de piel de animal, como los anales de Zurita. "Este ejemplar data de 1668", detalla Euba mientras lo abre. Unas estanterías más allá está el fondo del espía, que también enseña María Ángeles con cariño. "Es una colección con obras escritas en multitud de idiomas. Mira, este es en 'kabyle", en referencia a uno granate. Todos pertenecieron a Camazón, conocedor de la máquina enigma, que se puede considerar un miembro más de la biblioteca.

Esa es una de las joyas del centro. No se olvidan de los Caprichos de Goya, una serie donada por García Arista y que en la actualidad se encuentra depositada en el Paraninfo. "Planeta estudió varios ejemplares, como el de la Biblioteca Nacional, sin embargo, consideraron que el nuestro estaba mejor", recuerda Matilde. A la lista suman el fondo de Miguel Labordeta, el de Ana María Navales (donada por su esposo Domínguez Lasierra) o los libros de masonería de Ferrer Berimeli, que está en proceso de catalogación.

A veces se repiten los ejemplares. "Desde hace un tiempo sacamos a la venta libros multiplicados, manuales, guías o catálogos. A cambio se paga un módico precio", explica Cantín. Esa contribución ya ha dado sus frutos con la colaboración de la Fundación Vicente Ferrer: "Hemos conseguido comprar unas 50 bicicletas para que niñas en la India puedan ir más seguras a la escuela". Su próximo foco está puesto en un proyecto para niños de León, en Nicaragua. Tampoco sueltan de la mano los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Estos gestos evidencian el espíritu de María Moliner. "Fue una heroína. Tenemos que mirarla porque ella era consciente de que el libro iba a ayudar a mejorar la sociedad", defiende la directora. "Para mí es un privilegio trabajar en la biblioteca que lleva su nombre", reconoce mientras observa el retrato de la panicense que preside su despacho.

La parte digital, desconocida pero no oculta

Las puertas de la Biblioteca María Moliner están abiertas de 8.15 a 21.15, pero se puede acceder a algunos de sus fondos durante las 24 horas del día. Miles de obras esperan ser leídas en cualquier momento del día gracias al servicio online. Esta biblioteca, a pesar una reina de la Historia, no se ha quedado atrás en cuanto a nuevas tecnologías.

Los trabajadores de este centro coinciden en que la mayoría de los ciudadanos solo conocen un 10% de lo que tienen disponible. Los estudiantes pueden buscar las obras deseadas en Alcorze (el servidor que los archivos de varias bibliotecas), también en Roble (el de la Universidad de Zaragoza), a través de la bibliografía recomendada (que señala los títulos que aconsejan los profesores de las diferentes asignaturas) o Zaguán (para trabajos de fin de grado, tesis o archivo histórico).

La Biblioteca María Moliner seguirá abriendo sus puertas, aunque llueva y se llene la entrada de paraguas. Lo que no es seguro es que encuentren un sitio para estudiar o leer ya que, según las fechas, los asientos están cotizados.

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