Carlos Val-Carreres: «En cirugía, lo mejor a veces es enemigo de lo bueno»

El cirujano jefe de la plaza de toros de Zaragoza, una semana después de la cogida de Mariano de la Viña, analiza las claves de su trabajo en la mesa de operaciones

El doctor Carlos Val-Carreres, en la plaza de toros de La Misericordia
El doctor Carlos Val-Carreres, en la plaza de toros de La Misericordia
Toni Galán

Carlos Val-Carreres es cirujano de la plaza de toros desde 1980. Su padre y su abuelo también lo fueron, y una de sus hijas, Pilar, sigue la tradición y forma parte del equipo que atendió a Mariano de la Viña hace una semana.

Val-Carreres conserva en la plaza, e incluso usa, instrumental quirúrgico de su padre, actualizado. También suele acudir a un libro de cirugía de 1893, procedente de su abuelo, en el que se expone dónde ligar cada arteria. Pero a todo eso une la búsqueda constante de las novedades que puede incorporar a la enfermería, como los ‘shunt’ de Pruitt-Inahara, que en esta última intervención se han mostrado decisivos. Las cogidas más complicadas a las que se ha enfrentado son las de Mariano de la Viña y la de Juan Ramos (1989).

Salvarle la vida a Mariano de la Viña, ¿ha sido un milagro?

Más bien el resultado del buen trabajo de muchas personas, desde las que trajeron al herido a la enfermería hasta las fuerzas del orden, pasando lógicamente por el equipo médico de la enfermería de la plaza. Y no quiero olvidar al personal de la uci donde está hoy hospitalizado.

¿En el equipo de la plaza están...?

Cuatro cirujanos, dos anestesistas, un traumatólogo, un médico, un hematólogo y un instrumentista. Es un equipo muy entrenado, cada uno de nosotros sabe qué hacer en cada momento.

De la Viña llegó a la enfermería en «situación cataclísmica».

Cuando le prendió el toro yo estaba rellenando un parte facultativo en la enfermería y ni siquiera vi la cogida en la televisión de allí. En un primer momento pensé que estaba muerto: inconsciente, con un ‘shock’ brutal, sangrando mucho por el muslo derecho y por la región glútea izquierda...

¿Qué se hizo?

Se le cogió una vía venosa y se le intubó rápidamente, pusimos un mecanismo de compresión abdominal para disminuir la hemorragia y, operando, en tiempo récord, tuve la fortuna de hacerme con el control retroperitoneal de aorta y cava. Para la rotura de la arteria femoral superficial derecha empleamos una derivación, un ‘shunt’ de Pruitt-Inahara y, mientras, taponamos la herida glútea, evaluamos la situación, hablamos con los doctores Lechón y De Gregorio, se acordó trasladar al herido a la Quirón y procedimos a restaurar la femoral mediante cirugía y la ilíaca interna mediante radiología intervencionista.

Ha hablado de fortuna...

Bueno, empleé una técnica reglada que vi usar a mi padre cuatro o cinco veces, fuimos rápidos y tuvimos la suerte de aliada, sí..

¿Usted no pierde la calma nunca?

No se consigue nada. Solo perder un tiempo precioso, que necesitas para actuar.

Parece que en Zaragoza hay más cogidas que en otras plazas.

La Diputación se preocupa muchísimo de la seguridad. El problema de la feria de Zaragoza es su calendario. Un animal nacido el 1 de abril de 2015 ha podido ser toreado este año en la Maestranza. Pero ese mismo toro, en la Feria del Pilar, tiene seis meses más, Y seis meses más en la vida de un toro... son muchos. Desarrolla mucho sentido.

¿Es importante ver cómo se produce una cogida?

Mucho. Las heridas vasculares tienen personalidad propia y, en el caso de Mariano de la Viña, también sufría traumatismo craneoencefálico. Lo que más miedo me da son los traumatismos craneoencefálicos.

En la plaza, ¿presiente cuando un torero va a ser cogido?

Absolutamente, sí. Hay detalles.... Cualquiera que esté metido en el mundo de los toros, también.

¿Cómo está ahora el banderillero de la cuadrilla de Enrique Ponce?

Despierto, colaborador, orientado... Dice que no se acuerda de la cogida. Ha recibido 10 unidades de sangre y todavía está con cifras bajísimas de hemoglobina. Hay que ir con cautela. El herido aún tendrá que estar en la uci seis o siete días más.

¿Cualquier cogida se puede salvar?

Todas no. Esto es como pasar una cerilla encendida de mano en mano: más tarde o más temprano uno se quema.

Un cirujano convencional, ¿sirve para una plaza de toros?

Seguro. Debe tener grandes conocimientos de cirugía general y, además, sentirse muy seguro de estar en condiciones de usarlos.

No puede dudar, vamos.

Exacto. En cirugía, muchas veces lo mejor es enemigo de lo bueno.

Usted no disfruta de las fiestas.

Jamás he podido. Ya no sé si es virtud o vicio. Estoy en la plaza ya por la mañana con las vaquillas. No me perdonaría que alguien pudiera pensar que solo me ocupo de las figuras del toreo. Así que estoy todo el día trabajando.

¿Qué toreros le gustan? ¿Dónde va a ver toros?

Donde más a gusto los veo es en Nimes, por el marco en el que se celebran las corridas. Pero también voy a Bilbao y otras plazas. En cuanto a los toreros, me gustan los que saben parar, templar y mandar, que cumplan los cánones.

¿José Tomás... ?

Lo conozco, incluso como paciente, que lo he tenido en tres ocasiones. Sabe muy bien dónde se pone, pero ha tenido mala suerte con las cogidas. Hace del toreo una profesión trascendente.

¿Y no le da rabia, o pena, ver a los toreros jugarse la vida días después de habérsela salvado?

La de torero es una de las profesiones más difíciles que existen. Es, en realidad, toda una vida humana concentrada en 15 años. Cualquier otro artista, un pintor, por ejemplo, si un día no le apetece trabajar no pasa nada. El torero tiene que trabajar siempre a las cinco de la tarde.

Usted que ha visto tantos toros y ha estudiado las heridas que causan, ¿cree que ahora los afeitan mucho?

No. Mire, si a un toro lo afeitan la misma mañana de la corrida, por la tarde él no va a tener noción de lo que le falta y se le va a notar mucho cuando derrote. Si se le afeita dos semanas antes, cuando salga al ruedo va a tener ya plena certeza de lo que le ha pasado. Pero, ojo, créame, si da una cornada entonces será mucho más grave.

Val-Carreres y su equipo, ¿hubieran salvado a Manolete?

Ni yo ni nadie está en condiciones de cambiar el rumbo de la historia. Tendríamos que ponernos en la situación de 1947: ni las técnicas ni el aparataje eran los mismos. Estaba de cirujano en Linares el doctor Fernando Garrido Arboleda. Yo le conocí, le pregunté y comprendí. Si yo hubiera estado allí hubiera sucedido lo mismo.  

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