Ocio y cultura

Ildefonso García-Serena: "Escribo para transformar emociones"

El escritor y publicista de origen aragonés presentó ayer su primera novela, 'El hijo del doctor', un relato familiar de 120 años, en Ámbito Cultural de El Corte Inglés

Ildefonso García-Serena.
Ildefonso García-Serena.
Guillermo Mestre.

¿Qué novela tenía en la cabeza para escribir ‘El hijo del doctor’ (Vegueta Narrativa, 2019)?

Tenía en la cabeza una vieja historia que oí de niño: un hombre maduro cabalga en la noche acompañado de un hijo adolescente y le dice: «Adelántate, que ya te alcanzo». Y desapareció. No supe mucho más de esa historia. Y más de un siglo después me pareció que ese misterio merecía  ser investigado. Era una saga de cuatro generaciones y no era fácil, pero me he pasado la vida escribiendo guiones de diez o veinte segundos y tenía ganas de poder escribir muy largo, sin límite de páginas. Me han salido más de 400, claro, hay muchos escenarios históricos de fondo que hay que describir. 

¿Qué hay de su propia familia en la historia?

Quería relatar el dolor, la angustia del destierro de cientos de miles de emigrantes y exiliados anónimos , europeos y españoles. Mi familia lo era en todas sus generaciones por uno u otro motivo en los siglos XIX y XX. Y por eso la he tomado como referencia. Los protagonistas son reales, pero esta es una novela donde hay decenas de otros personajes que aparecen en ella son necesarios, y que vivieron igualmente, solo que en el ámbito estricto de la ficción. 

¿Por qué ha querido meter prácticamente todo Aragón en el libro: Ariño, Barbastro, Zaragoza?

No podía ser de otra manera. Son exactamente los lugares que personalmente conozco y, por supuesto, los escenarios que vivieron los protagonistas. 

¿En qué medida es una novela de personajes o una novela crónica del siglo XX y parte del XIX?

Comprendo la pregunta, pero no me resulta fácil definir el género, quizás por ser el autor. Diría que es un relato psicológico en diferentes marcos históricos. El único nexo entre los personajes es que pertenecen a una misma familia aunque no se conocen entre sí. El otro nexo es el sufrimiento. Pero lo que sobrevuela de verdad son las lealtades que les ayudan a su sobrevivir. 

Llama la atención la estructura del libro: ese juego constante de los tiempos, los saltos de épocas, las continuas elipsis...

Es una necesidad de economía narrativa. Soy un escritor intuitivo, muy poco académico, que piensa en imágenes, hijo del gran cine de los mejores tiempos y en la pantalla usted se ahorra un montón de explicaciones cuando usa el montaje de esa manera. 

También es una novela del gran drama del siglo XX: la Guerra Civil, la IIGuerra Mundial, el exilio, el deseo de retornar...

Es que ahora nos pensamos que tenemos muchos problemas, y todos gravísimos, pero la primera mitad del siglo XX europeo fue  una catástrofe, una película de guerra y hambre. Pero no era una película. 

¿Cómo ha organizado las historias, los fragmentos de cada personaje?

No ha sido un esfuerzo técnico. Tenía los personajes, no todos ellos ni mucho menos, y entraban y salían de escena cuando les parecía más oportuno. Parece difícil de creer, pero es verdad. Lo explican muchos autores: la autonomía de movimientos cuando realmente el autor tiene la historia general sutura. La novela está hecha como un ‘patchwork’ , donde la realidad y la ficción no se funden sino que se unen sin verse los cosidos.

¿Qué ha significado el exilio en su vida, en su memoria y, también, para Aragón?

El exilio no fue el mío. Yo nunca fui un exiliado pues ninguna patria había dejado atrás, ninguna me esperaba. Mis padres, sí. Tenía yo seis años cuando volvieron. Quedó una poderosa memoria, la caña del Tucumán, las luces de Buenos Aires, el calor subtropical, el sabor mitigado de las frutillas, la sonoridad del acento y la boca: un perro furioso, enfermo, cuya cadena era demasiado larga.  

¿Para quién escribe y por qué escribe? ¿Lo sabe?

Escribo para hacer una clase especial de magia, que yo llamo  transportar emociones: una situación, un paisaje , un recuerdo, un sabor, una sensación vital  sobre todo... y conseguir que alguien, en el otro extremo del mundo y que no me conoce, la perciba tal como yo la sentía cuando la escribí y que se emocione como yo lo hice. A veces al escribir, yo tenía que pararme a respirar recordando a Aurelia o a Llobril y eso es lo que quiero de ese lector.

Dos buenos personajes...

Esa es la literatura: la que te hace sentir lo que sintió el narrador. Lo que sintió Sender escribiendo de Pepe Garcés o de Valentina Ventura en su ‘Crónica del Alba’ o Boris Pasternak escribiendo de Lara, el eterno e inalcanzable amor del Doctor Zhivago.

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