Enrique Villagrasa: "Ando buscando el verso que me haga poeta"

Nacido en Burbáguena (Teruel), en 1957, este lector, crítico literario y poeta, que reside en Tarragona desde hace muchos años, publica dos nuevos poemarios: 'Queda tu sombra' (Huerga&Fierro) y 'La poesía sabe esperar' (Igitur), donde reflexiona sobre la infancia en el Jiloca, la palabra, la poesía y el deseo de trascender

Enrique Villagrasa, periodista y escritor / Foto: Jose Miguel Marco
Enrique Villagrasa reside en Tarragona pero siempre vuelve al Jiloca.
José Miguel Marco

Enrique, ¿qué cantan los poetas turolenses de ahora?

Los que yo conozco y leo, creo que cantan al secano y al regadío, a la vida y la muerte, al amor y al dolor, a los temas más cercanos y a los más metafísicos. Y como dice la poeta Teresa Agustín: “Somos aragoneses, / hechos de adjetivos sin sombras y a golpe de tambor rompemos/ horas y segamos tiempos. A golpe de tambor y sangre”. Cito de memoria. Hace poco reseñé su sorprendente poemario ‘Caolín y rojo’ (PUZ) en ‘Turia’.

¿Y cómo cantan?

Cantan y cuentan como mejor saben. Habiendo leído y mucho. Habiendo observado y habiendo sufrido esa transustanciación en su quehacer demiurgo.

¿Puede un señor de Burbáguena desembarazarse alguna vez de su territorio, de su paisaje?

Ese señor era mi padre, quien amaba y conocía a su pueblo palmo a palmo. Yo ni sé ni quiero desembarazarme de Burbáguena. Lo necesito como el aire que respiro, lo es todo para mí, como el Jiloca donde me bañaba de crío y no tan crío. Y como ese otro, siendo el mismo, Jiloca que desemboca en Tarragona, pues así estamos, sintiendo nostalgia de todo, hasta de lo que tenemos, y en la diáspora.

¿Qué le debe y qué le da, a cualquier hora, el río Jiloca?

Le debo todas las escenas de mi primera juventud, mil y una metáfora, mil y una imagen. El Jiloca ha sido testigo de amistad, de secretos, de momentos inolvidables. Que de alguna forma traslado a los poemas. Paseo mucho por su ribera cuando voy a Burbáguena y me impregno de sus risas y sus sentires.

Coincide con muchos poetas, con Rainer María Rilke a la cabeza, en la exaltación de la infancia. ¿Es mejor, es más inolvidable una niñez rural?

Cierto, la infancia es todo y Rilke bien lo sabía, como cuando dejó escrito: “Intente como el primer hombre decir lo que ve y lo que experimenta y ama y pierde”. En ella y con ella viajas por la vida. ¡Ay de aquel que olvide sus raíces, de dónde viene! Y la niñez en un pueblo como Burbáguena es de lo mejor que le puede pasar a una persona. Creo que a la vista de la coyuntura actual, cada vez se piensa más en la vuelta a los pueblos y en dejar la ciudad. Además, ahora con Internet no hay distancias y todo está al alcance de todo, pero desde los pueblos, donde manda la sabia naturaleza.

Parece que 2019 es malo para España y bueno para usted. Publica dos libros. ‘Queda tu sombra’ y ‘La poesía sabe esperar’. ¿Cómo se explica tanta producción?

Bueno, desde 2014 andaba en dique seco. Seguramente escribía pero no publicaba. Todo tiene su tiempo. Y mientras España se debate entre las anemias cerebrales de unos y las hemorragias verbales de otros, yo me olvido de los periódicos, uno es periodista, y me sumerjo en la poesía, que ella siempre está aunque a veces no se deje atrapar.

Enrique Villagrasa.
Enrique Villagrasa con Martín López Vega y Jesús Marchamalo en Zaragoza, en 2018.
Heraldo.es

Defínanos, como en un telegrama de poeta, los dos libros…

En ‘Queda tu sombra’ (Huerga&Fierro) es la vida y su quehacer, homenaje a Rosalía y a la amistad: unas veces con nombres propios y otras en los mismos versos; y en ‘La poesía sabe esperar’ (Igitur) está la cita de Rosalía que define el qué, esa infancia que un día acabo y no sabes muy bien ni el cómo ni el porqué y te preguntas.

¿Por qué un hombre que habla tanto del silencio, escribe tanto y lleva ya más de 20 libros?

Pues en el silencio me encuentro y él no me molesta. Y escribo tanto dado que ando buscando el verso que me haga poeta, quiero ser poeta. Lector de poesía ya lo soy, acertado unas veces y errado otras. Ahora me falta ese encontrarme en la esquina del verso y su silencio creador que me haga sentirme poeta.

¿Existe la palabra justa en la poesía o en la literatura, o eso es una convención de poetas?

La justicia poética es necesaria dicen y a veces hasta parece que la hay. En todo caso como nadie sabemos qué es la justicia, pues nada el lenguaje está para echarle un pulso. Y eso, que en el verso y en el poema debe ser y estar la palabra justa y necesaria, fuera de él están los políticos.

¿‘La poesía sabe esperar’, prologado por el director general de Cultura Nacho Escuín, es, también el intento de hacer autobiografía en verso, o acaso un diario?

Igual es una confesión sincera en el papel y por escrito, de las pérdidas y de los encuentros, del ayer y del hoy. Todas las claves están ahí. La persona lectora dirá. Necesito la complicidad de la lectura. Estoy enganchado a la poesía. Y no voy que me lleva.

¿Por qué reflexiona tanto sobre la poesía? “Todo poema es un diálogo con la muerte”, dice. “La poesía es más que la vida: es la resurrección, toda sabiduría”. Insiste: “Tu vida es la poesía”…

Necesito entender y entenderla. Es como cuando estudiaba Filosofía y Teología, me ardía en preguntas, como decía Antonin Artaud (la vida es un arderse con las preguntas, creo). Es un viaje muy sorprendente y bonito la lectura de estos dos últimos poemarios.

¿Qué es lo que se cuece en la página? Aludo a un poema en concreto del segundo libro.

En la página está el poema y en él el verso: ahí se cuece todo. La página es la cocina de casa. Y en esta cocina no entra la política. La dueña es la otra verdad. La del silencio, al que no puedes engañar.

Lleva media vida escribiendo y difundiendo poetas. ¿No se fatiga, qué busca el poeta lector y crítico?

Sí, desde los 23 años que escribí la primera crítica para ‘Hora de Poesía’, la mítica revista que dirigía el poeta y proctólogo Javier Lentini, llevo escribiendo sobre poesía y sus poetas, tengo 62. Y ahora voy a codirigir con Óscar Ayala una nueva colección de poesía, o sea, más leer y más escribir de lo bien que lo hacen los otros. Me divierto leyendo poesía y escribiendo sobre ella, aunque a veces sea duro, como hace unos días cuando escribí sobre la poeta Carmen Jodra, u otras veces te enfades por la falta de lectura que descubres en los versos. No busco otra cosa que descubrir la belleza del verso en las y los poetas de ayer y hoy.

Recomiéndenos tres grandes libros de poesía para leer en agosto.

‘Edad’ de Antonio Gamoneda; ‘La locura del cielo’ de Carlos Aurtenetxe y ‘Una verdad extraña’ de Manuel Ruiz Amezcua.

Enrique Villagrasa.
Enrique Villagrasa leyendo, en Tarragona, poemas de sus últimos libros.
Sònia Rimbau.

CUATRO POEMAS

EL M AR

Huye del mar el mar, y se evapora

la vida a suerte de la injusta vida,

de la hora que, a su paso decidida,

marca nuestro momento, dos implora.

Encontré el dolor con joven tristeza,

y tan sutil, tal vez, dicté mi tuit

que todos lo copiaban, tuit tras tuit:

pero bien sabe twitter de pereza.

Solos quedamos en la playa, manos

enlazadas, amantes las miradas,

descifrando los más bellos arcanos.

No sabía el porqué pasaba, atadas

las olas y sus pies cual mar; secanos

son nuestras tristes lluvias desatadas.

*****

Queda tu sombra

Ese sabor del mar en tu boca.

Esa luz de tu presencia.

Ese ser palabra viva que nace fresca

entre la hojarasca del bosque amado.

Esa palabra exacta en la tarde recordada.

Me dará vida nueva en el gozo de gozarte: lenguaje.

Todo en mi lo desea y quiero desnuda contemplarte.

Una vez más: ¡Poesía! ¡Poesía! ¡Poesía!

-De 'Queda tu sombra' (Huerga&Fierro, 2019).

*****

Burbáguena camina tan despacio,

por las sonoras calles los recuerdos:

Es de noche: tus manos delicadas

estrechan el sentir: verso callado.

Incertidumbre recreada. ¿Posverdad?

La relación contigo es la esencia

del poema no dicho. Sí dictado.

Un vulgar drama sin lenguaje poético

el niño que en la escuela frente al río,

las lecturas sustentaban sus tardes

y el camino de la viña era el momento:

cual remanso oculto en Jiloca turbio.

Después brisa de mar en verano cálido.

Por resurgir en esplendor el poemario.

Otro verano se reflejó en la poza del río

y los cuerpos le hurtaron al sol su luz.

*****

Todo poema es un diálogo con la muerte.

O, tal vez, el recuerdo de su paisaje

que se convierte en metáfora

de la lectura del mundo.

Vestigios eclipsados

en la arena candente de la playa.

Gestos y deseos ves y lees en las olas.

No en la arena, linde del cristal por fundir.

Mas el chubasco obliga: silencio que deja su olor

cual rasguño seductor: violento y aromático.

-De 'La poesía sabe esperar' (Igitur, 2019)

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