El mundo se cita cada año en Jaca

El Festival Folklórico de los Pirineos, que cumple ahora 50 años, publica un libro de Juan Gavasa que recorre toda su historia

La historia contemporánea de Jaca puede explicarse de muchas formas. También desde su festival folclórico, que ahora cumple 50 años y que, por ello, ha querido publicar un libro que recorre toda su trayectoria. ‘Yo también iré a Jaca’ se presenta este lunes en el Salón de Ciento de la localidad altoaragonesa (20.00) y en sus casi 350 páginas se reúnen más de 500 fotografías de las distintas ediciones celebradas, junto a los testimonios de 60 personas vinculadas a él.

Nadie mejor para escribirlo que el periodista jaqués Juan Gavasa, que tiene ojo de historiador pero, también, fue jefe de prensa del festival en ocho ediciones, 1997-2011, y, en ese periodo, además, responsable de comunicación de cuatro ediciones de Pirineos Sur. «Este último festival se ‘vendía’ fácilmente porque nació con un aura de modernidad –relata–, y el folclórico era muy difícil porque casi todo el mundo lo veía como una antigualla. Yo mismo, durante un periodo de mi vida, lo llegué a ver como un evento trasnochado que no respondía a las demandas de la ciudadanía».

Cambió de opinión, y el libro, en el que ha trabajado a conciencia, contribuirá a que también lo hagan quienes lo lean. «El festival ya no tiene el impacto social y turístico que poseía en otro tiempo, pero nadie en Jaca se cuestiona si está bien o no. En la última edición se incorporaron como voluntarios más de 300 chavales. Esa es la demostración de que el festival quizá esté ya en el ADN de los jacetanos».

En las páginas de ‘Yo también iré a Jaca’ afloran numerosos datos novedosos, especialmente de cómo se gestó el festival. Gavasa subraya que fue una creación de la élite política y cultural de Jaca, que respondía a la utilización de la diversidad folclórica por parte de la España franquista. Pero advierte también un trasfondo social y económico, y ve un personaje clave, Armando Abadía, el que fuera alcalde de la ciudad durante casi 30 años.

«A la altura de 1962, Abadía ya tenía claro que el futuro de Jaca era el turismo, y el festival tuvo desde sus inicios una vocación revolucionaria hacia el turismo, como impulsor a su vez del desarrollo urbanístico de la ciudad. Por eso la década de los 70, en la que el festival era un acontecimiento de masas y se retransmitía en Televisión Española, fue también la del mayor desarrollo urbanístico de la ciudad».

Gavasa ha estructurado la trayectoria del festival en cuatro bloques. El primero iría de 1963 a 1973, cuando el folclore fue, también, una forma de salir del aislamiento. «Si en Jaca actuaron grupos de Israel, la URSS o China, países con los que España no tenía relaciones diplomáticas –señala–, se debe a Armando Abadía, que era una figura de enorme poder. Quizá esa necesidad de abrirse al mundo explique también que, mientras en Jaca el festival no paraba de crecer, en Olorón, donde no tenían esa necesidad, se lo cuestionaban permanentemente.

El segundo periodo va de 1975 a 1989 y lo titula ‘Danzando al son de la democracia’. «El festival creció aún más y la ciudad también –asegura–. Pero en el 89 ya se empezaron a advertir algunos signos de cansancio. El año anterior nació el Womad en Barcelona, que en realidad era una versión modernizada del festival, y en el 92 se creó Pirineos Sur, que fue un golpe directo a su línea de flotación».

El tercer periodo, de 1991 a 2001. «En el año 93 el festival estuvo a punto de desaparecer –apunta Gavasa–. Incluso puede decirse que de entonces a hoy ha estado en crisis permanente, o económica, o política o de contenidos. En 2004 se organizó por última vez en Oloron, y entró en una especie de estable inestabilidad. Quizá la de 2009 fue la edición más difícil de celebrar de todas».

En el último periodo, 2003-2017, la cita ha vivido su ocaso y su renacimiento. «En 2013 ya no hubo festival propiamente dicho y, sorprendentemente, los jaqueses empezaron a sufrir añoranza por él. Se organizó una campaña para recuperarlo, recobró legitimidad y la gente se enorgulleció de él. Volvió. Ahora el de Jaca es el único de los grandes festivales mundiales que ha sobrevivido. Y tiene una magia especial, porque el ambiente que se vive en las calles no se encuentra en ningún otro lado». 

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