música

Loreena McKennitt: "Nuestra especie no puede soportar la velocidad del mundo"

La canadiense regresa este miércoles (21.00) a Zaragoza siete años después, al mismo escenario que iluminó con su presencia en 2012, el Auditorio del Palacio de Congresos de la Expo. Trae en el baúl ‘Lost Souls’, el disco que lanzó el año pasado

Loreena McKennitt presenta hoy en el Palacio de Congresos de Zaragoza su último trabajo ‘Lost Souls’.
Loreena McKennitt presenta hoy en el Palacio de Congresos de Zaragoza su último trabajo ‘Lost Souls’.
Loreena McKennitt

En este disco hay un buen puñado de canciones escritas años atrás. ¿Cómo se las arregló para enhebrar un discurso conceptual con sensaciones tan dispares?

Es cierto que no hay conexión inicial entre las canciones por el tiempo que ha pasado entre la escritura de unas y otras, pero el concepto brotó de la observación. ‘Breaking Of The Sword’ es un ejemplo de alma perdida, de memoria de un sentimiento, y lo encontré también en otras canciones que luego entraron en el disco, así que me pareció correcto titular así la grabación; cada canción de este disco es una interpretación individual de ese título. El disco es un viaje interesante si lo escuchas de principio a fin, sea en vinilo, cedé o ‘streaming’, aunque entiendo que el mundo ha cambiado y a veces sea mucho pedir que el oyente invierta todo ese tiempo, y lo haga en el orden pensado por quien hace el disco.

En ‘Lost Souls’, la reina de la música celta vuelve a abrir la puerta a otros aires...

Eso de reina (ríe) no, mira, los arreglos musicales de ‘Lost Souls’ están encaminados a trabajar en el propio concepto en general y en cada canción en particular. Usé un amplio rango de instrumentos y texturas musicales, como ya ocurriera hace más de 20 años cuando saqué ‘The Book Of Secrets’; los elementos celtas casan bien con los orientales, y con los clásicos; por otro lado, el mundo de las guitarras y los tambores también tiene la suficiente amplitud como para buscar el más indicado en cada momento, y si una canción necesita un coro ruso o una banda militar porque habla de una guerra del primer mundo, trato de conseguirla. El eclecticismo es fundamental, y creo que es lo que el público espera, lo que merece.

En España tiene usted un eco especial desde siempre. ¿Le apetecía volver?

España… realmente fue el primer país que dio la bienvenida a mi música en Europa. Fue cuando salió ‘The Visit’ en 1991 en Canadá y también en España; en enero y febrero de 1992 vine para hacer 13 fechas en salas de conciertos, todas maravillosas, fue alucinante; me sorprendió mucho la acogida, porque aunque había algo de mediterráneo en aquella música, no esperaba esa conexión. De hecho, la gira dejó una huella en mí que nunca se ha ido, y que de alguna manera ha estado presente en mi producción posterior.

¿Algún artista de reciente aparición le ha sorprendido?

Quizá no hay tantos que me sorprendan, y quizá eso se deba a mis actuales circunstancias, pero sí hay talentos que me gustan mucho, y el primer nombre que me viene a la cabeza es el de una artista irlandesa de larga carrera, Mary Black: su música me tocó el corazón.

¿Está cómoda Loreena McKennitt en el momento actual de su carrera? ¿Qué opina del contexto en el que se mueve la música hoy en día?

Es un tiempo interesante y, a veces, preocupante; lo he pensado más de una vez antes de salir al escenario, reflexionando sobre los momentos y circunstancias en los que di forma a cada canción. Hay temas contemporáneos sobre los que me gustaría escribir; por supuesto, me llama la atención el nivel de fascinación que ejerce la tecnología en nuestra sociedad. Personalmente, y sin rechazarla como instrumento para la creación o el ocio, prefiero centrar mis esfuerzos y atención en otro tipo de proceso vital, más analítico con la raíz de las cosas, con su naturaleza, entender al ser humano y a su relación con el mundo en el que vivimos. Me parece más interesante.

¿Tiene alguna receta personal para controlar esa vorágine?

Ahora hay demasiadas referencias a las que estar atentos, tantas que parece no dar tiempo a pensar con calma. Las redes sociales parecían la solución, algo liberador, pero se han convertido en una arma. Creo que 20 ó 30 años antes las cosas eran más lentas, tenías más ocasión para debatir y analizar lo que te ocurría; la velocidad de este mundo es más grande de lo que nuestra especie puede soportar, y no solamente me preocupa la falta de entendimiento entre nosotros, sino su consecuencia directa: la dificultad de un consenso sobre las prioridades, desde el cambio climático a la protección real de la democracia. No se mira hacia atrás, ni se comprende la historia, y eso es básico; hay que informarse de cómo llegamos hasta aquí y, solo entonces, avanzar.

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