política cultural

Alessandra Gariboldi: "La cultura solo tiene sentido si entra en las vidas de las personas y las cambia"

Investigadora de la Fundación Fitzcarraldo, la italiana visitó Zaragoza con Adeste+, un proyecto europeo para desarrollar audiencias culturales, en el que participa el Ayuntamiento

Alessandra Gariboldi, en el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza.
Alessandra Gariboldi, en el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza.
Oliver Duch

La capital aragonesa está siendo sede estos días de una reunión internacional de agentes e instituciones culturales en torno a Adeste+, un proyecto europeo, en el que participa el Ayuntamiento de Zaragoza, con el que se busca potenciar las audiencias en el mundo de la cultura, sobre todo apoyándose en la participación ciudadana y en el conocimiento empático de las comunidades a las que las propuestas van dirigidas. Alessandra Gariboldi es su responsable.

¿En qué consiste el desarrollo de audiencias culturales?

Es una responsabilidad social del mundo cultural, sobre todo de las instituciones públicas. Gestionamos el dinero de todos y no puede ser que sean unos pocos los que se beneficien de la oferta cultural. Es una cuestión de democracia.

¿Y cómo se afronta esta tarea?

Nosotros no lo entendemos solo como ‘marketing’ o comunicación o educacion, sino que sería todo eso junto. La cultura solo tiene sentido si entra dentro de la vida de las personas y las cambia.

¿Y por dónde se empieza?

Hay que salir de lo técnico e ir a las razones profundas por las que hacemos cultura. Las instituciones y los actores culturales pensamos en qué hacemos, pero no nos preguntamos para quién lo hacemos. Por qué lo hacemos. Quizá solo al final, cuando queremos que se vendan todas las entradas.

"Las instituciones y los actores culturales pensamos en qué hacemos, pero no nos preguntamos para quién o por qué lo hacemos".

Habla de razones democráticas, económicas... Cuestiones importantes que contrastan con que la cultura apenas se nombre en las campañas electorales.

Porque la cultura no es vista como algo con retorno en votos o económico. Los políticos, además, no saben para qué servimos los agentes culturales; y tienen razón, porque no se lo enseñamos.

¿Y qué hay que enseñarles?

Primero, tendríamos que escucharles. Y saber qué es lo que cuenta para ellos y a través de qué herramientas culturales dar respuesta a sus necesidades.

¿Y cuál es la actitud de los agentes culturales ante las propuestas de Adeste+?

La cultura no tiene por qué ser lugar de disfrute y ya está. Y eso no quiere decir que deba comercializarse y perder su alma. Ese es el gran problema del sector cultural, que cree que pensar en el público es comprometerse con el mercado. Y perder calidad. Pero si escuchamos a las personas en serio, les vamos a dar respuestas que ni siquiera imaginamos.

¿Por qué siempre se han llevado tan mal la cultura con conceptos como el ‘marketing’?

Porque creen que es como venderse. Sobre todo los artistas. La mayoría de las instituciones y operadores culturales aún piensan que el desarrollo de audiencias solo tiene que ver con el dinero. Aunque, ojo, los artistas han de ser libres, expresar lo que quieren, han de tomar riesgos, aunque no lleven a nada. Es importante para todos nosotros que los artistas experimenten. Pero los creadores son solo son una parte, también estan los que proponen, programan, gestionan equipamientos... Y es ahí donde hay que actuar. El programador tiene la responsabilidiad de elegir a los artistas que mejor responden a las necesidades específicas de su entorno y hacer las cosas equilibradamente. Que haya sostenibilidad, relevancia y experimentación , porque sin esta última no hay contenidos. Y sin ellos, ¿para qué sirve la gestión?

Un reto muy difícil en estos tiempo de público segmentado, con redes sociales y muy diversos canales de información.

Atender a todo eso es ‘marketing’, no es escuchar. No tiene que interesar cómo llega la información cultural a las personas, sino cómo llegar a ellas... Se trata de una actitud, de ser cercano, de crear foros donde el público pueda hablar. Porque no hay que tratarlo como si fuera tonto. Hasta ahora las instituciones han decidido lo que era la cultura. Hay que abrirse y entenderla como un proceso. Tenemos que facilitar esa relación con el público.

¿Qué experiencias en este sentido me puede contar?

Pues, por ejemplo, el Pilar Joven, en Zaragoza. Se les da la voz a los chicos para que sean ellos quienes decidan los contenidos a través de un proceso participativo. Los datos decían que entre los 12 y los 16 años no había cosas para ellos porque ni son pequeños ni mayores para ir a un concierto solos. La idea era no perderlos en ese intervalo y que siguiesen ligados a las instituciones culturales.

Habla de nuevas formas de encarar el hecho cultural, pero la cultura también tiene algo de ritual que merece la pena preservar: ir a la sale de cine, abrir un libro...

Eso no se va a acabar. Pero esos rituales y las instituciones culturales se formaron en un periodo que ya no está, para una sociedad que ya no está. Y eso es lo que tenemos que reconocer: que las formas que tenemos de conservar y producir cultura no son las únicas. Ir al teatro era muy diferente antiguamente y será algo muy diferente en el futuro. Eso no quiere decir que vaya a desaparecer. Los públicos tradicionales son los más fiele, y los que mantienen la cultura. Pero tenemos que tener el coraje de admitir que puede que no todo se quede como está. Iremos hacia otras formas.

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