Luis García Montero: "Pactar solo por el poder es renunciar a la política profunda"

Granadino de 1958, el poeta y director del Cervantes acudió a la Feria del Libro de Zaragoza y firmó en la caseta de Cálamo ‘Las palabras rotas’ (Alfaguara).

García Montero firmó en Zaragoza ‘Las palabras rotas’.
García Montero firmó en Zaragoza ‘Las palabras rotas’.
José Miguel Marco

¿Por qué y cómo se rompen las palabras?

La lengua está muy pegada a la vida de una comunidad. Las palabras son el patrimonio común más importante que tiene una sociedad y su degradación puede ser un símil de la degradación de la vida social. A veces, se rompen las palabras porque se utilizan para mentir, se instala la costumbre de la mentira en una sociedad o, a veces, porque se infectan la sospecha, la desilusión o el desamparo en la gente, y al dudar de la sociedad se duda de las palabras.

¿Cuándo sucede eso?

Cuando las palabras son utilizadas de manera despectiva, palabras como política, bondad, como amor, verdad. Otras veces, el lenguaje se convierte en el lenguaje de la mentira, de la ausencia de matices. Se instala un tono bélico, de agresión, insulto o de calumnia, más que de diálogo o de comunicación y de entendimiento. Las palabras se rompen, insisto, como síntoma de una sociedad que se degrada.

¿Sería ‘Las palabras rotas’ un diario de pensamiento político?

Es como un cuaderno de trabajo donde se mezclan, de una parte, mi situación anímica como ciudadano; de otra parte, mi actitud de poeta y, bueno, pues también, las lecturas que he ido haciendo a la largo de la vida: como profesor de literatura. En este libro tengo varios santos laicos: Antonio Machado, claro, y Albert Camus; este, al hablar del oficio de periodista, recordando su trabajo en ‘Combat’, el periódico de la resistencia francesa, dice no se trata de creerse en posesión de la verdad sino de comprometerse en no mentir.

¿Por qué cada texto va acompañado de un poema?

Ante todas estas preocupaciones, yo tengo la respuesta de la poesía a mi vida cotidiana y a mis inquietudes. La conciencia poética para mí es el lugar donde no se acepta ningún tipo de consigna ni política ni racial ni religiosa que esté por encima de la propia conciencia. La poesía es la voluntad de no mentirme. A medida que iba reflexionando sobre estas palabras, quería apoyarlas con poemas que he escrito a lo largo de mi trabajo. En los poemas hay razones que se convierten en sentimientos y sentimientos que se convierten en razones.

Parece que, después de las elecciones, ya no hay ideologías ni principios, solo importa la posibilidad de pactar para gobernar.

A mí las negociaciones me parecen muy interesantes y necesarias, y los pactos también, en un panorama político tan fragmentado en España como en Europa. Ahora bien, los pactos, más que basados en acuerdos de poder, tendrían que establecerse en diálogo sobre la vida cotidiana. Da la impresión de que esta dinámica electoral se convierte en una lucha por el poder y no en una reflexión sobre qué hacemos con la sanidad pública, la educación pública, la cultura o las leyes laborales. Los pactos de poder que no sean sobre la vida cotidiana son una renuncia al sentido profundo de la política, a su esencia.

Lleva un año en el Instituto Cervantes. ¿Cuál es su balance?

Estoy muy ilusionado. Es una de las instituciones que tienen más prestigio en la cultura en español, y es fundamental en nuestra diplomacia cultural en el mundo. El Instituto Cervantes es capital a la hora de dar una imagen de lo que significa la sociedad española en el cine, el arte, las letras, la ciencia; en todos los temas, incluido los debates de feminismo.

¿Se queja de algo?

No. Los que creemos que la cultura y la lengua son el eje fundamental del futuro de España, debemos pedir que el Estado se tome en serio la inversión en la cultura. Somos un país donde los nacionalismos enseguida saltan y nos llenamos de banderas.

¿Qué pediría, pues?

Los alemanes dan al Instituto Goethe 350 millones de euros. Nosotros recibimos del Estado una transferencia de 70 millones. Bueno, yo estoy ilusionado porque el Gobierno, ahora con más fuerza y más experiencia, ha mostrado su compromiso. Espero que, poco a poco, nos podamos poner a la altura del Instituto Francés, del Dante o del Goethe…

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