Me pongo de nuevo las zapatillas. Correr en soledad por los bosques no es solo una práctica útil. No hay mediocridad en correr. Siempre hay un camino que recorrer aunque haga frío, las pisadas se arrastren, la fatiga nos invada y el barro nos llegue hasta el tobillo, pero también un camino lleno de árboles fuertes y seguros que nos sostienen y un silencio que solo toma forma con la sensación de que, cansancio al margen, hemos hecho lo correcto. Al igual que en la vida siempre será preferible caminar, o correr que esperar. Mi soledad solo la comparte una virtual compañía emocional, alguien que solo se manifiesta junto a mis pisadas. Alguien que sonríe y me anima. Alguien que, una vez me pongo las zapatillas, me ayuda a pensar…

Cuanto tengo que agradecer a aquella decisión tomada en una mañana sin nombre en la que empecé a correr por la naturaleza. Desde entonces noto que alguien también lo hace a mi lado…

…..Alguien que puedes ser tú que has leído este relato y corrido conmigo

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