ocio y cultura

Hombres G desplegaron su particular apoteosis de amor y de fiesta


El grupo reunió a más de 1000 de personas en la Sala Mozart y alternó temas clásicos con los del nuevo disco ‘Resurrección’

David Summers parece simpático, seguro, con carisma. Profesional. Decía aquí que ahora el 50 % del público de los conciertos de Hombres G son varones. El primer indicio en el tranvía daba a entender que acudían muchas mujeres solas. Alguna glosaba, con entusiasmo, que el grupo ha escrito algunas de las canciones de los mejores veranos de su vida. «Veranos de amor, de ligue y de fantasía», dijo una.

Otra contó que podía glosar con ‘Venecia’ las discotecas donde había bailado y el puñado de chicos que habían besado. La Romareda arrojaba una claridad especial: había marcado Linares. En la Sala Mozart había mucha gente. Una periodista reflexionó: «Hay muchas chicas, sí, pero también hombres». Una fotógrafa, poco antes de acercarse al escenario, dedujo: «Tengo 40 años. Diría que veo a mucha gente entre los 30 y los 50». Había fogosidad, nostalgia, felicidad y ganas de pasárselo en grande.

No tardarían en aparecer los tres guitarristas: Rafael Gutiérrez y Daniel Mezquita, y luego David Summers. Desenfadados, con zapatillas casi playeras y camiseta. Concentrados. Fue la primera apoteosis de la noche. Las luces exploraban todos los colores, desde el azul al oro y al blanco puro. Era como si los chicos quisieran verificar si había parroquia de fans. La había: mil personas. O algo más según dijo una simpática azafata argentina.

Melodías del nuevo álbum

David Summers empezó con la canción ‘Resurrección’, que da título al nuevo disco. Dio la sensación de que sus seguidores aún no habían asimilado la letra ni el espíritu de su música. O, sencillamente, le dejaron calentar la voz como si le dijeran: «Ponte, cómodo, David. Esta es tu noche. Otra noche para el recuerdo». Al principio parecía que el sonido se deslizaba sin nitidez, contaminado de ecos y carraspeo interior de cables, de gritos y susurros, de tonos graves. Con la segunda canción, una de las clásicas, ‘Has sido tú’ –«has sido tú, chica cocodrilo»–, el escenario y la Sala Mozart casi al completo casi se viene abajo con toda su madera de oro. Eso sí, antes, David saludó y dijo: «Buenas noches, Zaragoza. ¿Cómo estáis chicos?». Anunció que iban a tocar un puñado de canciones, de las nuevas y de las siempre, y lanzó por los aires entre el rugido de las guitarras: «Lo vamos a pasar de puta madre». El público, con sus móviles encendidos, se puso de pie y encendió el primer karaoke. O si quieren ese canto coral de temas que, leves, festivos, veraniegos, de dulce intensidad, han marcado instantes de la vida.

La gente también bailó, en la Mozart, sí, e hizo coros siempre que quiso… Los mejores eran cuando David enmudecía y el respetable entonaba con placer.

Hombres G estaban radiantes. Jugaban como en casa con un público entregado. Summers atacó ‘Con los brazos en cruz’. Luego dijo que la canción ‘Confía en mí’ se la quería dedicar a su hijo, que estaba en la sala. Fue uno de los detalles sentimentales de la noche que la gente recibió con cariño. David Summers le anunciaba a Ana Usieto que Dani «tiene muy buen gusto. Escucha a los Beatles, los Rollings, clásicos del rock». Hombres G, más bien baladistas, conocen su oficio y no ahorran lujos sonoros ni romanticisimo.

La gente volvió a estremecerse cuando cantó ‘Si no te tengo a ti’. No era fácil distinguir con nitidez los versos, pero casi todos cantaron el «Si yo no te tengo a ti, / si no estas cerca de mí. / Si no me besas ni abrazas, que será de mí sin ti. / Si yo no te tengo a ti, para que quiero vivir. / Si yo no te tengo a ti». ‘Si yo no te tengo a ti’, fue uno de los himnos de la noche. David, ante el eco de sus canciones y el cariño que recibía, volvió a animar al coro y le aplaudió: «Muy bien, chicos».

Del amor, la vida y la noche

Otro gran momento, sin duda, fue cuando explicó ‘Llegar a la noche’. Contó que su padre siempre le decía que hay que vivir el amor, ser feliz, disfrutar de las pequeñas cosas, y sobre todo, siempre, siempre, «hay que llegar a la noche». Arrancó así: “Hoy quiero darte mi amor, / regalarte flores, / devorarte el corazón, / ya me conoces», pero en realidad el objetivo bien podría ser este: «Quiero entregarte el corazón. / Quiero que mañana brille el sol. / Quiero decirte quién soy yo. / Y que nunca dudes de mi amor. // Quiero llegar a la noche / y que solo estemos tú y yo». Nueva apoteosis, la tercera o la cuarta.

Se perdería la cuenta. Después sonaron ‘Desde el minuto 1’ y uno de los emblemas del grupo: ‘Me siento bien’. El responsable de seguridad de la banda, como un gigante suave y espectral que andaba y desandaba ante el escenario, también estaba a gusto. Él no se atrevió a bailar, ni tampoco se le vio alarmado. Las canciones, tal como desea David Summers, parecían ir directamente al corazón de la gente y de la noche. Una pareja se miró y susurró: «Tú y yo tenemos que hablar».

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