Paul Newman

Newman, en Venecia, en una imagen de 1963.
Paul Newman.

El día del cumpleaños de mi hijo la mano se me fue al teléfono, por esas ganas de correr a contar a mi gente cómo pasa la vida, cómo se acelera o decelera, porque llega un momento en el que sólo nos enteramos de nuestra edad cuando se nos caen los años de nuestros hijos, y, de repente, nos vemos en esa ‘primera línea’ que decía mi padre. La pena es que parte de mi corazón es ya sólo una imagen parada en el tiempo en una foto del móvil, la tableta o metida en alguna caja por casa, y se ha convertido en un sentimiento, como la canción de los Carpenters ‘Cerca de ti’.

Ya nadie se acuerda de los Carpenters, esa pareja de hermanos que desapareció en 1983 con la muerte de Karen por una anorexia nerviosa, cuando apenas se le hacía caso a esta enfermedad. Como nadie recuerda tantas cosas. Porque pasamos del blanco al negro, de ligar la bandera española a la derecha más rancia a colgarla de los balcones como apoyo a un sentimiento de nación, de patria que tanto nos cuesta en este país. Como nos aburrimos y cansamos de todo, también de Cataluña y su larga tomadura de pelo, como dice el CIS en su último barómetro en el que la preocupación por ella ha caído casi 20 puntos desde el 1O. Y, así, vuelven al fin los desvelos de verdad, el paro, el futuro de las pensiones, la eterna corrupción y la mujer, capaz de hacerle cambiar a Mariano Rajoy hasta ponerle un lazo morado y escuchar al barón más barón del PP, Alberto Núñez Feijoó, advertirle de que el 8M fue "un clamor que le obliga a tomar nota; y a los hombres a entender que la conciliación no es sólo una política sino una actitud". Eso, frente al comentario nauseabundo del exsecretario de Hacienda catalán Lluís Salvadó (ERC) que en la búsqueda de una mujer para la Consejería de Educación pide dársela "a quien tenga las tetas más gordas".

Menos mal que siempre hay quien actúa con honor, con justicia, como Paul Newman, el más guapo de Hollywood, quien renunció hace veinte años a parte de su sueldo en ‘Al caer el sol’ para que su compañera de reparto Susan Sarandon cobrase lo mismo que él. ¡Por Dios, cómo le adoro!