Por
  • Carmelo Marcén Albero

Oda a la lectura

La lectura hace a la persona completa, la conversación le añade agilidad mental, la escritura le obliga a ser precisa al comunicar. Algo así dijo Francis Bacon y nos sirve para expresar el asombro y la decepción de que no se haya tenido en cuenta aquello que el filósofo nos legó hace más de 400 años. Este defensor del empirismo no entendería que una buena parte de nuestro alumnado no tenga la habilidad suficiente para comprender y utilizar las formas lingüísticas requeridas y valoradas por el individuo, que sea incapaz de construir significado a partir de una variedad de textos, que no haya conseguido leer para aprender, para participar en las conversaciones con sus compañeros de clase y tampoco en la vida cotidiana; en fin, que no emplee la lectura para su disfrute personal. ¿Pasa esto? Por lo que se ve, sí.

No se trata de saber cuántos libros y de qué tipo leen estos chicos y chicas sino de conocer cómo lo hacen y para qué les sirve. El informe Pirls (Progress in International Reading Literacy Study) que se publica cada cinco años indaga los propósitos de lectura –tener una experiencia literaria y adquirir y usar la información– y de comprensión –localización y extensión de información explícita, extracción de conclusiones directas, interpretación e integración de ideas e informaciones y análisis y evaluaciones del contenido– de nuestros alumnos. Unos 300.000 de 4º de Educación Primaria de 12.000 escuelas –recordemos que todavía están desarrollando destrezas básicas de la competencia lectora– han participado en el Pirls 2016, cuyos datos fueron presentados hace unos meses en la sede de Unesco. Según esta evaluación, los mejores lectores europeos de estas edades son los de Noruega, Suecia, Dinamarca o Finlandia, pero, por desgracia, no les gusta leer. Los españoles –de las siete comunidades autónomas que participan (Aragón no)– han mejorado bastante, claro que partían de niveles muy bajos; se quedan por debajo de la media, en el lugar 37º entre los cincuenta países estudiados. Pero les gusta leer, casi tanto como a los portugueses, que han avanzado espectacularmente, lo que querrá decir en ambos casos que cuenta mucho la buena acción del profesorado a la hora de fomentar la lectura y presentar las mejores opciones. Curiosamente, las locomotoras económicas de Europa, Alemania y Francia, no salen bien en el Pirls 2016, lo que ha provocado en el país vecino duros titulares mediáticos y graves críticas al sistema.

Las niñas españolas, como en la práctica totalidad de los países en los que se ha hecho la prueba, presentan mejores resultados en todos los campos que la evaluación estudia (comprensión de textos informativos o literarios, capacidad de obtener información, evaluación y aplicación de lo que el texto comunica). El informe subraya que quienes más alto puntúan son aquellos que viven en familias que poseen más libros y ayudan a la hora de estudiar, con madres y padres con mayor nivel educativo, amantes de la lectura o que involucran antes a sus hijos en actividades relacionadas con ella. También obtienen mejores resultados niños y niñas que acuden regularmente a clase y, además, no pasan hambre ni están cansados.

Sería conveniente cruzar los datos de los escolares de España con los que proporciona la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales que cada cuatro años lleva a cabo el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. La última publicada correspondía a 2014-15. Los resultados de esta indicaban que las actividades culturales más frecuentes, en términos anuales, eran escuchar música (87,2%), leer al menos un libro al año (62,2%, aunque aquí estaban incluidas las lecturas por profesión o estudios) e ir al cine (54%); la asistencia real o virtual a una biblioteca era escasa (25,6%) y la utilizaban más mujeres y jóvenes entre 15 y 24 años, sobre todo con estudios. Ocupémonos en impulsar el papel de la lectura en la educación global, fuera y dentro de la escuela, pues ambas están conectadas. El Gobierno central debe ponerse de acuerdo con los autonómicos para convertir a los españoles en buenos lectores, en su formación cultural. Imitemos al gran Borges, que aseguraba estar orgulloso de lo que había leído y dejaba para otros el presumir de lo que habían escrito; él, que tanta y buena literatura nos ha legado.