Alberto de Mónaco decide desterrar a Napoleón

Cierra el museo con la colección de recuerdos que reunió su abuelo y saca a subasta los más valiosos

Pocos meses de cumplirse el segundo centenario de la derrota de Waterloo, la que certificó el fin de sus días de gloria, el recuerdo de Napoleón está a punto de ser desterrado del Principado de Mónaco. El museo en memoria del emperador francés instalado hace cuatro décadas en una de las alas del Palacio Grimaldi permanece cerrado a cal y canto, y algunos de sus objetos más valiosos van a ser subastados los próximos 15 y 16 de noviembre en Fontainebleau, cerca de París. Alberto II no se ha dejado llevar por el sentimentalismo y ha firmado sin que le tiemble el pulso la orden para liquidar el patrimonio acumulado por su abuelo y antecesor en el cargo, el príncipe Luis II, fallecido en 1949. 


Como muchos otros franceses, el antepasado del actual regente del Principado era un rendido admirador de Napoleón y recopiló a lo largo de su vida una nutrida colección de artículos relacionados con él. Es paradójico que el heredero de una dinastía que fue apartada del poder por la Revolución Francesa se dejase cautivar por la figura de uno de sus más conspicuos seguidores. En 1793, en efecto, tropas francesas a las órdenes de la Convención invadieron Mónaco, destronaron a su entonces príncipe, Honorato III, y decretaron la integración del territorio en los Alpes Marítimos. 


La ocupación francesa se prolongó mientras Bonaparte se mantuvo en el poder. El propio Honorato III estuvo en un tris de ser ejecutado en la guillotina y sus descendientes no tuvieron más remedio que integrarse en las filas de las tropas invasoras, pioneras al fin y al cabo en la implantación del servicio militar obligatorio. Pero tanto y tan bien lucharon los Grimaldi con los franceses que recibieron numerosas condecoraciones, entre ellas la Legión de Honor. Con la caída de Napoleón, sin embargo, las aguas volvieron a su cauce y en 1814 Mónaco volvió a ser de nuevo un Principado.


El abuelo de Alberto II llegó al trono en 1922. Aunque había pasado ya más de un siglo desde la etapa dorada del mandato del pequeño gran corso, Luis II seguía fascinado por su figura y empezó a recopilar objetos : condecoraciones, retratos, documentos, enseres personales... La colección creció con la ayuda de su hijo, el príncipe Rainiero, que también adquirió algunos cachivaches y fue uno de los impulsores de la apertura al público en 1970 del museo napoleónico, que ahora cierra.