Alfredo Val: "Canto sacando la voz y sin red, como se ha hecho siempre"

Nacido en Santa Cruz de Moncayo en 1959, ha ganado el Extraordinario 23 años después del Ordinario

Alfredo Val, en Tarazona, donde vive y da clases.
Alfredo Val: "Canto sacando la voz y sin red, como se ha hecho siempre"
Fernando Orte

Usted empezó un poco tarde en la jota. 

A los 25 años. Entonces no era como ahora, que la gente empieza muy de niño. A mí me gustaba el folclore, era muy de la Bullonera, de Labordeta. Y aunque mi padre y mi abuelo cantaban a nivel aficionado, yo empecé con la bandurria. Fue el profesor quien me incitó a cantar. 


¿Y con quién empezó, quién le enseñó?

Gracias a Conchita Carrillo empecé a ir a casa de Vicente Calahorra y Aurora Tarragual. Fui a su casa todas las semanas durante 15 años. Aurora era maravillosa, como cantadora y como profesora. Insistía mucho en que la jota se tiene que entender, que quien te escuche debe saber lo que estás diciendo, que es mejor vocalizar bien que tener voz. Me enseñaron a cantar como se ha cantado siempre, sacando la voz y sin red. Y es eso lo que hago.


A usted le gusta arriesgar.

La jota es un quejido, un sentimiento que se lleva dentro, y por eso hay que arriesgar. Yo respeto mucho a todo el mundo y a su forma de cantar, no quiero entrar en polémicas con ningún cantador, pero mi forma de ver la jota es esa. Hay veces que puedes fallar por arriesgar demasiado pero, si no arriesgas, no ganas.


Bueno, en los certámenes a veces se gana precisamente por no arriesgar y no fallar. 

Ya, pero es mejor arriesgar y ganar un premio que no arriesgar y que te lo den porque los demás han fallado. Llevarte un premio porque los demás cantadores fallen es... no sé, un poco descafeinado.


Usted ha tardado más de 20 años en ganar el Extraordinario.

Los premios están bien, pero no me quitan el sueño. Este año, como me encontraba bien y la gente de mi entorno me animaba, pues decidí presentarme. Aquí (Tarazona, donde vive) estamos más aislados que en Zaragoza, y lo de los premios se ve con un espíritu diferente, menos competitivo.


¿Por qué cree que ganó?

Creo que porque fui el mejor. La verdad es que hasta que no sales y te ves cómo lo estás haciendo no tienes una idea clara de si tienes posibilidades de ganar o no. Supe dominar la responsabilidad del momento y gané porque disfruté mucho en el escenario. No siempre se disfruta en la sala Mozart. Yo, ese día, sí, y eso que hubo un momento en que lo pasé verdaderamente mal, porque la chica que cantaba delante de mí se desmayó. Se me subió el estómago a la boca pero logré serenarme. Creo que hace 10 o 15 años no hubiera ganado el premio. Ahora es cuando más disfruto cantando jota.


El año pasado grabó un disco...

Estoy muy satisfecho de la grabación, cuya música ha corrido a cargo de un alumno mío, Adrián Sánchez, de tan solo 20 años. 


¿Qué estilos le van?

Básicamente, los estilos bravos. Pero no tengo ninguno especialmente predilecto. Me gusta ‘decir’ la jota y saborearla. Y me gusta innovar, pero hasta cierto punto. Aunque la innovación no es criticable.


¿Qué es una jota bien cantada?

Aquella que el cantador la siente. Si la siente, trasmite;y, si trasmite, gusta.