"Nada tiene más poder socializador que la escuela"

El pedagog Salvador Berlanga coordina el volumen 'Ecos de infancia'. que se presenta hoy en Cálamo

Salvador Berlanga, autor de 'Ecos de infancia'
"Nada tiene más poder socializador que la escuela"

Salvador Berlanga es pedagogo y dirige el Museo de la Escuela Rural de Alcorisa (Teruel). Este martes se presenta en Cálamo el libro colectivo: ‘Ecos de infancia’, que él ha coordinado: una mirada a la educación en tiempos de Primo de Rivera, la II República y la posguerra a través de 40 testimonios de ancianos que recuerdan sus días de escuela.


¿Qué tiene de particular el Museo de la Escuela de Alcorisa?

Que partió desde el CRIET de Alcorisa, el centro educativo donde yo trabajaba. Donaron materiales más de cien localidades y todo fue restaurado por tres mil niños y niñas en el Taller de Restauración como actividad innovadora. Un trabajo colectivo de lo que debe ser el medio rural. Ahora lo dinamizo, junto al Ayuntamiento de Alcorisa, desde la Asociación cultural Amigos del Museo de la Escuela.


¿Qué quiere ser el libro ‘Ecos de la infancia’?

El libro pretende contribuir a entender de dónde venimos y lo que somos desde las “voces del pueblo”. Hemos abierto la grabadora, con afán etnográfico, para captar instantes de dolor, risas, travesuras, y espacios y olores que nos acompañan para siempre. Y queríamos homenajear a nuestros mayores porque es un acto de justicia poética y real.


¿Cómo se gestó el libro, cómo fueron las conversaciones?

Fue algo que propuse a los miembros de la Asociación y hasta veintiocho personas, de distinta formación académica, han colaborado con entusiasmo. Una labor coral en la tarea del trabajo de campo. A continuación me he entregado año a la emocionante labor de convertir las palabras habladas en textos para ser leídos, y de dar forma a cada uno de los apartados de esta publicación. Una aventura apasionante.


¿Se sentía cómoda la gente contando sus cosas? Por ejemplo, muchos hablan hasta de sus historias de amor...

Reconozco que algunos huían al ver la grabadora, pero las cuarenta personas, todas mayores de ochenta años, que han aceptado participar en esta investigación, han mostrado valentía al hablar de su pasado y sus testimonios nos llenan de amor. Son fantásticos. Muestran, en algunos casos, apuros para recordar lo que hicieron ayer y, sin embargo, relatan con admirable precisión lo ocurrido hace casi un siglo. Reconstruyen el interior de sus casas, las calles, la relación entre los vecinos, las celebraciones, la vida en las masadas, sus juegos y entretenimientos, etc. Y, por supuesto, entre sus temas de conversación, la escuela y la enseñanza ocupan un lugar principal. La escuela siempre es una fuente abundante de recuerdos, unos mejores que otros, inolvidables e irrepetibles que nos gusta contar. Nada tiene más poder socializador que la escuela.


¿Cómo nos ha modelado la educación y, en concreto, los profesores?

La educación es siempre reflejo de una determinada sociedad y de la política que ve en ella un modo de control ideológico. Este libro aborda una época que va desde la Monarquía de Alfonso XIII hasta los principios de la posguerra; tiempos de altos índices de población analfabeta y de muchos niños que abandonaban el aula después de la comunión. La transformación modernizadora que intentó la II República se detuvo cuando el franquismo puso a la escuela al “servicio de la patria y de la religión”, así se reflejaba en la legislación. En cuanto a los profesores, eran el instrumento obligado de estas políticas pero en algunos casos se observan actitudes abiertas con los métodos de enseñanza. En general, a pesar de los castigos y la dura memorización, los recuerdos son positivos.



¿Qué es lo que más le ha sorprendido en estos testimonios?

Como escribe Antonio Bernat en el prólogo, los cuarenta testimonios son un interesante juego de miradas que demuestran la capacidad de aquellas generaciones para superar una de las situaciones más complejas de la Historia de España. En sus palabras no ocultan el dolor y, sin embargo, no aparece ningún gesto de odio.


¿En qué cambió la escuela en tiempos de Alfonso XIII, en la II República y en la posguerra?

Sería atrevido resumir la respuesta en pocas líneas. El entrevistado más viejo nació el año de la I Guerra Mundial. Como escribe Agustín Ubieto en su artículo, la generación de la que hablan las páginas de este libro tiene mucho que ver en el avance, primero como alumnos, segundo como padres y, sin duda alguna, también como abuelos. ¡Lo que costó que este país leyera! Pasar del 40,9% de analfabetos cuando ellos nacieron al 1,2% actual es todo un record. Algo habrán tenido que ver…


Hay historias increíbles...

Es cierto, hay muchas historias para hacer una película o una novela. Citaré las palabras de Argimiro Baselga, nacido en 1926, sobre el valor de la enseñanza: “A la escuela no fui nada, ni un día, y por eso dije: ‘¡mis hijos han de estudiar todo lo que quieran, todo lo que puedan!’ Manolo es Ingeniero Agrónomo y el otro es Ingeniero y se ha hecho profesor de la Universidad de Zaragoza. Ellos viven bien y yo también. Yo he llorado por no saber letras y por eso me siento muy orgulloso de ellos, es verdad”.


¿Qué es lo más conmovedor que le sucedió durante la preparación del libro?

Ver cómo los ojos de algunos entrevistados se llenaban de lágrimas al recordar la muerte de sus familiares como consecuencia de la guerra. También me impresionaban los largos silencios y esfuerzos de memoria, de algunos entrevistados, para detallar recuerdos infantiles transcurridos hace muchas décadas. Han sido muy amables. Gracias a ellos es, además, un libro muy fácil de leer y maravilloso de “ver” porque contiene 271 imágenes, el mismo número que páginas. Las fotos son textos que lo dicen todo y auténticas radiografías sociales.


¿Qué pretendía lograr con los testimonios de escritores, cantantes, pedagogos, cineastas...?

Con sus magistrales reflexiones quería enmarcar y contextualizar el significado de los relatos de los “niños de ayer” alcorisanos. Es un privilegio contar con los artículos de veintitrés colaboradores expertos en diferentes ámbitos, personas muy relevantes, porque contribuyen a interpretar los testimonios autobiográficos.


Hace unos días se celebró el estado de la nación. No se oyó la palabra educación o cultura. ¿Qué pensó?

¡Cómo duelen esos silencios! El discurso político actual y los recortes educativos recuerdan, tristemente, al de hace medio siglo y ello es consecuencia del déficit democrático que vive nuestro mundo tiranizado por la “sagrada economía”. Me indigna que la dichosa crisis se convierta en pretexto para atacar a la escuela, particularmente la del ámbito rural, y para dinamitar un derecho incuestionable. No sobran maestros. Lo que sobran son políticos incapaces de lograr un Pacto por la Educación, como en otros países europeos, y sacar de sus guerras partidistas los asuntos educativos. La educación es un arma de futuro pero ellos la han convertido en piedra arrojadiza con tantas leyes generales como cambios del bastón de mando.