Aventuras de verano / 3
"Me río con los futurólogos"
Luis Grañena (Zaragoza, 1968) es uno de los grandes ilustradores y caricaturistas del país. Se forjó en HERALDO y ahora trabaja para diarios y revistas de Estados Unidos, Francia, Portugal y España, entre otros. Reside en Valderrobres y pertenece al colectivo que gestiona el Súper Espacio (calle María Montessori).
-¿Qué hace un ilustrador en verano?
-Beber más cerveza evidentemente, en lo profesional, sigo el mismo ritmo que el resto del año, intento parar unos días en agosto.
-¿Qué es lo que aún le hace reír?
-Me río con muchas cosas, sobre todo con los futurólogos, últimamente también me río mucho al mirarme al espejo... pero el otro día estuve viendo por trigésima vez a los Monthy Pyton y me descoj....
-¿Dónde suele veranear? ¿Es de playa, de montaña, de ciudad o de pueblo?
-Me gusta la montaña más que la playa, si puedo, me escapo unos días o un fin de semana. Ahora tengo el mar más cerca y algún día de playa habrá seguro. También me gusta la ciudad en verano, sobre todo por las noches.
-¿Qué hace en esta época diferente al resto del año?
-Hago prácticamente lo mismo, pero de otra manera, con más ganas de acabar la jornada y salir un rato. Y sobre todo hago planes que no suelo cumplir
-¿Cuáles son el viaje y la ciudad, de verano, de su vida?
-Recuerdo con especial nostalgia Madrid en verano, amor a primera vista, estuve todo el año de la mili en Madrid y lo pateé casi todo. Aún cuando voy se me pone la piel de gallina, era un pimpollo y estaba fuera de mi casa, en una ciudad enorme y acogedora. Algún día seré madrileño.
-El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. ¿Cómo ha sido esa época?
-Fue una época agradable, sin sobresaltos ni traumas, feliz... En los veranos iba con mi familia al Pirineo, y de campamentos al valle de Gistaín. También iba muchísimo a la piscina, al Stadium Casablanca, jamás se me hizo largo un verano. Eso sí, siempre odié el momento de la siesta, los ‘despueses’ de comer nunca me han gustado.
-¿Qué le debe al arte, qué le da, qué quiere darle usted?
-El arte me regala momentos de conexión, de sentido. Disfruto viendo el trabajo de los demás, pero no me veo a mí mismo como un artista que pueda aportar nada nuevo al mundo del arte. Tengo varias crisis al día, y me intento inspirar en todo lo que tengo a mano... También he aprendido a dejar pasar un tiempo prudencial, sé que al final las cosas acaban saliendo y los plazos se cumplen. Hay días que con eso es bastante.
-¿Cuál sería su menú de un día perfecto?
-Sin horarios, con amigos y juerga, lo que viene siendo una costillada en el campo, y mejor dos días seguidos, en plan gitano.
-¿Cómo recuerda la primera vez?
-Recuerdo la primera vez como si fuera ayer, iba al instituto aún. Lo hice un poco chapuceramente, era novato y un poco torpe, no fue de los mejores, pero aún guardo la hoja donde salió publicado el dibujo...
-¿Cuál ha sido el gran personaje de tus veranos?
-No puedo decirte ninguno en especial...
-¿Cómo le afecta la crisis? ¿Cuál es la imagen que mejor la resume?
-La crisis me produce desánimo, es en lo que más me afecta, anímicamente. Siento impotencia frente a los mercaderes, y frustración ante los políticos torpes e inútiles. La imagen podría ser la de las filas de parados, o la de los comedores sociales...
-Si tuviera que resumir el espíritu del verano en un ‘tuit’ de 140 caracteres, ¿qué diría?
-Verano es salir de casa al punto de la mañana, ir al río, comer tomate y olivas negras y beber cerveza en una jarra helada, y volver por la tarde con la ventanilla abierta, en bañador, colorado y feliz.
-¿Cuál es la mejor anécdota veraniega vinculada a su profesión?
-Lo más parecido a una anécdota pudo darse durante un viaje a Nueva York, me habían pedido una ilustración en julio para un número de ‘New Yorker’. Normalmente te envían la revista a casa tras la publicación, pero esta vez me adelanté y llegué yo antes, así pude ver la ilustración en el quiosco allí mismo, el día de la publicación.