María Antonia Martín Zorraquino: "El cierre de una librería es una patada a la inteligencia"

María Antonia Martín Zorraquino (Zaragoza, 1948) es académica correspondiente de la RAE y catedrática de Lengua Española.

Detrás del cristal del Universal espera Martín Zorraquino.
María Antonia Martín Zorraquino: "El cierre de una librería es una patada a la inteligencia"
José M. Marco

Palabras, palabras, palabras... María Antonia Martín Zorraquino ama las palabras.

¿No me pregunta por qué?

¿Por qué, María Antonia?

Porque nada seríamos sin las palabras.

¿Nada?

Nada. Esta taza, el café que contiene, la cucharilla, los identificamos como tales porque así se llaman. Esta mesa, este pincho de tortilla, usted, yo, todo... Todo existiría, pero nada sería sin las palabras que los designan. Nos permiten observar la realidad, concebir el mundo, entenderlo, incluso son una manera de amueblar el espíritu.

Amor por las palabras, pero curiosamente usted nació en una familia de científicos...

Sí. Mi padre, Juan Martín Sauras, era catedrático de Química Inorgánica. Por cierto, la biblioteca pública de Andorra lleva su nombre. Él la promovió. Mi madre, María Antonia Zorraquino Zorraquino, fue doctora en Ciencias Químicas.

A usted le dio por la filología...

Igual que mis padres, intenté desarrollar mi pasión. Mi madre contaba que cuando Antonio de Gregorio Rocasolano le puso una gota de agua en un microscopio, descubrió un nuevo mundo. Mi madre tuvo el mérito, el valor, de hacer estudios universitarios. Tenía cuatro años menos que María Moliner, y la misma edad que Matilde Moliner, hermana de María Moliner y catedrática en el instituto de Calatayud.

Usted ha estudiado a fondo a María Moliner.

Me parece un personaje digno de todo elogio. Después de progresar en su carrera con una voluntad férrea, de la depuración que sufrió, la creación del ‘Diccionario de uso del español’ es verdaderamente magnífica.

¿Equiparable al de la RAE?

Mucho más original e interesante que el de la RAE en aquel momento. Sin duda, es el diccionario más original del siglo XX, después de una labor extraordinaria desde 1951 a 1966. En español hay más diccionarios excepcionales.

¿Por ejemplo?

La década de los noventa del siglo XX ha sido de gran renovación para los diccionarios del español. El ‘Diccionario del español actual’ (1999), de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, es una obra magnífica, una aportación esencial, totalmente renovadora. Y la Real Academia Española está haciendo un enorme esfuerzo por actualizar sus diccionarios. Los diccionarios cuidan la lengua española. Son verdaderos tesoros.

Las palabras del año, en cierto modo, también nos desvelan el avance del tiempo.

La Fundéu desarrolla un gran servicio a la sociedad en el ámbito de la cultura. Trabaja con entusiasmo y rigor. Igual que la RAE.

Escrache fue la primera palabra del año, en 2013.

Vino a plasmar un problema social, aunque no soy amiga de la intimidación...

En 2014, selfi.

Es un préstamo del inglés. Un poco narcisista... En 2015, refugiado. Y en 2016, populismo. La Fundéu, siempre pisando la calle...

En 2017, aporofobia. Y en 2018, microplástico.

Esta última palabra trae a mi memoria una preciosa poesía de Ildefonso Manuel Gil, también de Paniza, como María Moliner. A ver si entre todos logramos que las próximas palabras del año evoquen pensamientos positivos.

Tengo mis dudas... El año comienza con una noticia durísima para la cultura zaragozana: el cierre de la librería Portadores de Sueños.

¿Qué me dice? (silencio explícito). El cierre de una librería es una patada a la inteligencia.

¿Le parece terminar la entrevista con cinco palabras que nos alegren la página?

¡Me parece!

Soy todo oídos.

Esperanza, encuentro, confianza, ternura y amor. ¿Puedo seguir con dos más?

Siga, siga, por favor.

Generosidad y lealtad.

Hay que poner de moda estas palabras como sea, María Antonia.

Fueron, son y serán palabras y conceptos eternos.

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