Juglares cándidos

'Señor Ruiseñor' es la nueva obra de Joglars, una crítica al independentismo.

El lema 'El arte no tiene patria', inscrito en el Salón de los Espejos del Teatro del Liceo de Barcelona.
El lema 'El arte no tiene patria', inscrito en el Salón de los Espejos del Teatro del Liceo de Barcelona.

Incentivado más por razones políticas que por afición al teatro, fui a ver ‘Señor Ruiseñor’, la nueva obra de Joglars, ahora, sin ‘Els’, la compañía encabezada durante décadas por Albert Boadella y que, siguiendo su estela, desde hace unos años dirige el también magnífico actor y dramaturgo Ramon Fontserè. Pues bien, tras haber visto la función, conmovido una vez más por los cómicos de la legua, volví a preguntarme, en vano, pues sé la respuesta, por qué voy tan poco al teatro. Maldita desidia.

‘Señor Ruiseñor’ es una crítica al independentismo catalán, caracterizándolo con parodia como corto de miras y sectario, a la vez que confrontándolo con el espíritu cosmopolita de Santiago Rusiñol, pintor y escritor en lengua catalana, cuya vida ejemplificó la idea de que ‘el arte no tiene patria’, lema que, por cierto, figura inscrito con letras doradas y en castellano en el Salón de los Espejos del Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Así, en la obra respiran dos sensibilidades opuestas que se alternan sin solaparse. Una, satírica y esperpéntica, y otra, tierna, contenida y delicada. Menuda montaña rusa.

En última instancia, creo que ‘Señor Ruiseñor’ peca de candidez, pues no vislumbra la deriva totalitaria y violenta del independentismo, ni su contagio al otro bando. Por eso, me temo que el próximo capítulo de Joglars sobre este tema, si lo hubiere, hallará más inspiración en ‘El gran dictador’ de Chaplin, que en ‘Sopa de ganso’, de los Hermanos Marx. Y pienso también que buena parte del público con el que compartí la velada sonrió, aplaudió y salió de la sala con la reticencia de ese temor.

jusoz@unizar.es