Un capó por lienzo: La historia del oscense que remontó su vida aerógrafo en mano

David Gatta trabajó en el sector de la chapa y pintura, pero tuvo que dejarlo por razones de salud. Ahora, sus sorprendentes retratos con aerografía llegan a alcanzar los 1.700 euros.

El artista oscense David Gatta, pintando con aerógrafo un capó.
El artista oscense David Gatta, pintando con aerógrafo un capó.
Eva Zamora

Un capó por lienzo. Esta es sin duda una de las mayores sorpresas que se lleva cualquier persona cuando se topa con una de las obras de grandes dimensiones del artista David Gatta. Nacido en Barbastro en 1981, el oscense se ha especializado en las personalizaciones con aerografía, una disciplina que, según él, no entiende de límites ni fronteras en cuanto a lienzos se refiere.

Entre sus manos, desde carcasas de móviles, cascos de moto, gafas o botellas hasta fachadas se convierten en el lienzo perfecto. Sin embargo, su predilección por esta superficie no es casual ya que su trayectoria profesional comenzó precisamente en el sector del automóvil, en concreto en el de la chapa y la pintura, hasta que una enfermedad le alejó del oficio. “Tenía 19 años y mi tensión arterial era la de una persona de 80 debido al plomo que llevaba la pintura. No era el fin, pero en ese instante se me cayó el mundo al suelo”, recuerda.

Para él, su primer aerógrafo, que llegó a sus manos por absoluta casualidad como un regalo, se convirtió en toda una terapia. “Lo había visto una vez en el taller sobre un coche de rally. De repente, ese regalo despertó en mí una gran curiosidad hasta el punto de apuntarme a una prestigiosa escuela de Barcelona, hasta donde viajaba cada fin de semana”, explica. Sin embargo, una mala experiencia con un docente le llevó a dejar esta actividad, al creer que no había nacido para esto. “Salí de allí convencido de que para dedicarse a esto había que nacer con un don”, reconoce.

Fue años después, en 2010, cuando el nacimiento de su hijo, Ibón, le hizo replantearse su vida por completo: “¿Cómo le iba a enseñar a mi hijo que no hay que rendirse en esta vida si yo me había rendido siempre?”. Y así, el artista se reencontraría con un añorado aerógrafo, una vez más. “De repente, sentí la necesidad de pintar formatos más grandes y asequibles que un lienzo, y encontré la solución en la que se ha convertido en mi superficie predilecta: el capó de un coche”, reconoce. Y, hasta la fecha, se ha atrevido a decorar objetos tan curiosos como tacos de billar, cortinas, barriles, sillas de montar, tapas de inodoro y hasta una Harley Davidson.

Hoy, Gatta ha logrado convertir su pasión en su profesión, y su colección cuenta con un total de 23 capós, la mayoría de ellos con retratos en blanco y negro. Sus precios en el mercado oscilan entre los 900 y los 1.700 euros. “Mi primer capó lo expuse en 2013 en el bar La viuda de Vargas y su dulce burgués, en Barbastro. Jamás pensé que tuviera tanta aceptación”, reconoce. El siguiente paso fue pintar estas piezas… pero en directo.

“Comencé yendo de terraza en terraza y de bar en bar por los alrededores de Barbastro, algo que me ayudó a captar la atención y, sobre todo, a coger seguridad”, añade. Tras muchos botes de pintura y horas y horas invertidas, en marzo de 2015 expondría su primera muestra oficial en la Casa de la Cultura de Barbastro, y acto seguido en la feria de Artesanía de Monzón.

El capo del capó

Realmente, su dedicación plena al aerógrafo es muy reciente, ya que 2018 ha sido su año, como él mismo explica: “Este es el año en el que mi cuerpo y mi mente se sienten libres y realizadas, en el que ya no temo al ‘no’ y sigo trabajando por forjar mi camino”. Sin embargo, reconoce que jamás se imaginó que lograría vivir de esto. Pero ¿dónde se puede disfrutar del arte del oscense?

Actualmente, y hasta el tres de diciembre, el restaurante El Alambique de Huesca expone 14 de sus obras sobre capó bajo el título ‘El capo del capó’, un título que trata de resumir su trayectoria artística y profesional con cierto toque de humor. “Creo que la moraleja de todo esto es que siempre seremos capaz de conseguir lo que nos propongamos. La única condición en cada nueva aventura es llenar tu maleta de pasión y de ganas de aprender”, concluye el oscense.


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