La novela epistolar de la muerte de los Románov

Páginas de Espuma publica un libro de fotos y documentos sobre la familia de los zares y sus cinco hijos, cuando se cumple un siglo de la ejecución de todos, en 1918

Un dibujo en color del niño Alekséi, que padecía hemofilia.
Un dibujo en color del niño Alekséi, que padecía hemofilia.
Archivo Páginas de Espuma.

A Juan Casamayor, el editor zaragozano de Páginas de Espuma que nació accidentalmente en Madrid, le gusta recordar la primera página del libro ‘Románov. Crónica de un final: 1917-1918. Correspondencia y memoria de una familia’ (Madrid, 2018. 266 páginas): "Este libro no existía, ni siquiera en ruso". Se trata de un volumen, insiste Casamayor, que nació casi por azar cuando se publicaron algunos materiales en México: la traducción es de Tatiana Shvaliova, que ha contado con la colaboración de Ezra Alcázar. Esta colección de textos son el resultado de "una selección entre las cartas, los telegramas, las notas de diarios, las memorias, los testimonios y los documentos oficiales escritos por la misma familia, las personas más allegadas o los responsables de los cautiverios".

La familia del zar Nicolás II, que tenía fama de cruento o sanguinario y fue coronado en 1894, vivió tres cautiverios desde febrero de 1917, cuando el pueblo se levantó en armas, víctima del hambre, hasta la noche del 16 al 17 de julio de 1918 cuanto todos fueron fusilados, rociados con ácidos y luego enterrados en diversos lugares de Ekaterimburgo.

Adiós a la vida en un sótano

Fueron ejecutados, en un sótano insalubre, umbrío y pestilente, el zar y la zarina Alejandra Fiódorovna, sus cinco hijos, María, Olga, Tatiana, Anastasía y Alekséi (a quien llamaban Baby o Rayito de Sol, y al que todo protegían por diversas razones, entre ellas porque era hemofílico). Los editores, y el propio Casamayor, señalan: "Todos ellos murieron con sus padres en 1918". Hará en los próximos días un siglo.

La novela epistolar de la muerte de los Románov

Los editores, siguiendo el hilo cronológico de los acontecimientos, han intentado crear «un relato o novela epistolar», que distribuyen según los tres cautiverios: en Tsárskoye Seló, entre febrero y agosto de 1917; en Tobolsk, desde agosto de 1917 a abril de 1918, y el cautiverio final, en la citada Ekaterimburgo, que culminó con el crimen. La historia, y las sucesivas leyendas, han referido que se habían salvado algunas de las niñas: unos dicen que Olga; otros, que Anastasía, objeto incluso de películas.

En los textos, hay algunos testimonios exteriores, entre ellos del ministro Aleksandr Kerenski, que mira con ojos de político a una pareja muy enamorada, pero también es crítico con Alejandra y la califica como "una mujer soberbia, severa y majestuosa, me saludó de mala gana, como si estuviera obligada a hacerlo"; Nicolás le llamaba Solecito a su esposa, con la que se casó en 1896. Era de origen alemán y a la vez era nieta de la reina Victoria de Inglaterra. El 27 de marzo, en su diario, Alejandra también anotó la antipatía o distancia que le provocaba Kerenski: "Nicolás se encontró con Kerenski. A Nicolás y a mí se nos permite encontrarnos solo durante la comida, y no podemos dormir juntos".

Leían la Biblia, trabajaban, cuidaban la huerta y el jardín, y realizaban otros empeños: «Por la mañana paseé y después, durante la tarde, talamos un gran pino que se encontraba a un lado de la cerca». En otro lugar comentan que cortan un abeto. Alejandra, en algunas cartas, recuerda a Rasputín, al que llama "el Amigo". "Este tema ha hecho correr ríos de tinta. Lo sé. Algo hubo entre los dos. Alejandra se sentía muy próxima a él y a su condición de místico o iluminado. No es nada fácil esclarecer la naturaleza de su relación, de su dependencia o de su afectividad", dice Juan Casamayor, durante su visita a Zaragoza, justo cuando celebra sus primeros 50 años.

La novela epistolar de la muerte de los Románov

¿De qué hablaban los Románov? De todo. Vivían entre la incertidumbre, el miedo y la esperanza. Cualquier noticia parecía estimularles y les hacía concebir ilusiones. "Da la sensación de que los zares no pensaron en ningún momento que iban a ser asesinados", intuye Casamayor. Hablaban de la vida cotidiana, de la separación de la pareja en los inicios más conflictivos ("Tu soledad debe ser terrible, ¡el silencio que te rodea oprime mucho a mi pobre amado!").

Sin noticias verdaderas

Mientras se sucedían «infinidad de huelgas, levantamientos y protestas en la mayoría de las ciudades de Rusia, reclamando alimentos y trabajo», Alejandra le pedía a su esposo que se hiciera fuerte, que pidiera lo suyo. El libro incluye el ‘Manifiesto de abdicación’ de Nicolás II: "… Hemos aceptado la necesidad de abdicar al trono del gobierno ruso y deponer el poder supremo", se dice.

Los últimos días de existencia no fueron nada fáciles. Alejandra, en la noche final, se preguntaba: "¿Cómo, no hay ninguna silla? ¿Ni siquiera podemos sentarnos?". El comisario del Soviét de los Urales le anunció al zar Nicolás que "en vista del hecho de que tus parientes continúan con su ataque a la Rusia Soviética" se "había decidido tu ejecución y la de tu familia?". Y Nicolás II, según varios testigos, se limitó a preguntar: "¿Qué, qué?".

María, una de las hijas, escribió en su diario: "Es muy doloroso vivir sin noticias verdaderas".

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