Jorge García Pérez: "a mis padres les dijeron que no servía para la danza"

Coreógrafo, profesor, bailarín principal del Ballet de Basilea, parte de su trabajo más personal acaba de presentarlo en su ciudad, Zaragoza.

El bailarín, Jorge García Pérez.
El bailarín, Jorge García Pérez.
Ismael Lorenzo

Una impactante imagen de su rostro partido en dos, un blanco y negro, esa doble personalidad de quienes viven el mundo de la danza, te recibe en la página web en la que todo le define. A sus 31 años, Jorge García Pérez es un hombre inquieto, versátil, a quien le gusta el riesgo, equivocarse, caer y aprender de ello. A quien le cautiva enseñar y recibir, comprender cómo se expresa el ser humano a través de las artes. Explorar personalidades... Figura principal del Ballet de Basilea (Suiza), salió con apenas 18 años de Zaragoza, del barrio de Las Fuentes, con su vida en dos maletas y todo un universo por descubrir. Bailarín, profesor, coreógrafo, creador de la compañía ‘Carta Blanca’, donde como un ‘free lance’ experimenta todo lo que no puede en el mundo de lo clásico; donde abrirse a la imaginación, dar libertad a esa creatividad que se sirve de todo para expresar con el cuerpo. Con todo él a su servicio. Y parte de su trabajo más personal lo acabamos de ver en la Gala de Ballet ‘Volver’ en el Teatro Principal de Zaragoza. Dice que en el futuro se ve como coreógrafo, como director de una compañía en Suiza y viajando mucho, y volviendo a eso que siempre da fuerza, a sus raíces. "Somos siete hermanos, una gran familia y procuro venir a verlos. Una de mis sobrinas está bailando y yo creo que tiene talento". Explica que nada en su entorno sabía de ese universo casi infinito del ballet, y que todos apostaron por él, por su sueño. "Eran trabajadores, aunque en mi casa siempre ha habido música, mi padre toca el clarinete y el saxofón y a sus 81 años lo hace en una orquesta de Las Fuentes. Lo he ido a ver y es maravilloso. Mi abuelo cantaba en la iglesia y mi madre lo hace, lo ha hecho siempre, sin parar en casa. Quizá por ello ellos entendieron mi pasión por la danza, y me apoyaron tanto".

¿Por qué baila?

Porque lo he llevado siempre en la sangre. De niño no podía dejar de hacerlo. Bailaba por todas partes, en mi casa, en la calle... y no tenía ni idea de este mundo, de lo que era bailar, de la cantidad de bailes que existen, nada. Iba al colegio bailando, no paraba de hacerlo.

¿Cómo le veían sus amigos del colegio? Porque, lamentablemente, aun no era habitual que un niño hiciera ballet y ballet clásico.

No fue fácil por muchas razones. Porque había gente que se metía conmigo, ya sabe, ese grupo de machitos de clase... Pero, también, porque yo mismo generé cierta distancia con mis compañeros, porque no iba a cumpleaños, ni al cine, ni a comprar chucherías a la salida del colegio porque me iba a bailar, que era lo que quería. Y porque la mayoría de los que bailaban conmigo en el conservatorio de Zaragoza eran chicas, solo estábamos dos chicos.

Pero usted estuvo en María de Ávila.

Empecé en el conservatorio el primer curso y me hicieron repetir. A mis padres les llamaron para decirles que nunca iba a bailar, que no tenía ni aptitudes, ni condiciones para ello, que mejor me lo tomara como una afición, como una extraescolar. Enterarme fue el primer gran dolor de mi vida. Recuerdo cómo me lo dijo mi madre en mi habitación, cómo no paraba de llorar y de decir que no quería volver a bailar jamás. Pero mi madre, mis padres, hicieron todo lo posible por hacer realidad mi sueño. Ellos lo desconocían todo de este mundo, pero alguien les habló de María de Ávila y mi madre me llevó allí. Fue ella quien les dijo que tenía talento y que el bailarín también se hace. Yo tenía 10 años y aún me dio unos dos o tres años clase, aunque quien me formó de verdad ha sido su hija Lola, Lola de Ávila.

Su relato es muy habitual entre los bailarines.

Sí, es una historia común y cada vez veo y admiro más el esfuerzo que mi madre, que mis padres han hecho. Ellos eran trabajadores que no sabían nada de la danza y se esforzaron porque bailara, aun a pesar de decirles aquello de que no tenía aptitudes. Se esforzaron por buscar un futuro a mi pasión, sabiendo que iba a dejar un poco de lado mis estudios, que podría quedarme estancado en el camino. Pusieron mucho empeño en que pudiera hacer realidad mi sueño. Mi madre me acompañó siempre de niño, aun cuando estuvo enferma.

Una de las recompensas es poder enseñar su trabajo en tu ciudad, como lo acaba de hacer. 

Es maravilloso. De verdad que es inolvidable. Ya lo sentí así el año pasado, cuando vine. Imagínese lo que es venir a tu ciudad, con tu compañía, Carta Blanca Dance, con tu coreografía...

¿Qué es Carta Blanca Dance?

La creé como una plataforma para jóvenes artistas, que puedan bailar o hacer sus propias coreografías, para que puedan explorar y arriesgarse, cosa que no podemos hacer en un teatro porque quieren que bailes algo determinado, un Lago de los Cisnes. Funciona bien, hacemos giras y podemos traer a gente de fuera. Es un poco ‘free lance’, porque no puedo dedicarme a ella a tiempo completo, porque trabajo en el Ballet de Basilea. Es para hacer nuevas creaciones, para viajar, explorar con las nuevas tecnologías.

Salió en 2005 de Zaragoza, ¿tuvo vértigo?

En 2004 había estado con Elia Lozano en la System Ballet Aragón, y fue mi último año de escuela. Estuve tres meses de verano en el Ballet Biarritz Junior que estaba en San Sebastián, donde se ensayaba, aunque bailábamos en Biarritz (Francia). De allí en 2005 al Zurich Ballet, y fue realmente la primera vez que me fui de España, y ese hecho marcó uno de los momentos más tristes de mi vida. Me había presentado al concurso del Premio Roma en julio porque me llevó Lola, gané el segundo premio y el director del Zurich me dijo que me quería en su compañía un mes después. En un mes me tenía que ir a iniciar el sueño de bailar, pero en el aeropuerto de Barcelona me vi con mi vida metida en dos maletas, sin saber si algún día iba a regresar. Tenía 18 años y todo en esa edad tiene un gran dramatismo. Lloré mucho, pero también de felicidad.

Su vida le ha llevado a tener solo amigos dentro de la danza.

Al principio de mi carrera sí, cuando entras en una compañía tus amigos son tus compañeros y tienes una relación cercana. Mire, nunca he ido a ver el fútbol con amigos del colegio, ni a sus cumpleaños, porque solo quería bailar y jamás me perdí ni una clase, aunque estuviera enfermo; ni tuve algún plan distinto, como una excursión. Ahora como adulto es diferente porque a mí me gusta aprender, por eso hago coreografías, Carta Blanca, todo fuera de mi trabajo en el ballet, porque además me gusta equivocarme, es la manera de aprender, equivocándose. Tengo muchos amigos de fuera del mundo del ballet, porque necesito llenar mi cabeza de cosas diferentes para poder ser creativo.

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