David Lorenzo Cardiel: "Nuestro mundo social está prácticamente detenido, no hay futuro"

Nacido en Zaragoza en 1993, acaba de publicar ‘Tierra de nadie’, su primer poemario, en el sello Anorak.

David Lorenzo Cardiel.
David Lorenzo Cardiel.
M. Cebrián

¿Desde cuándo escribía poesía?

Comencé escribiendo los primeros poemas en la adolescencia, con 14 o 15 años, en esa etapa de incertidumbre y romanticismo. Eran los típicos poemas inspirados en las lecturas de las ‘Rimas’ de Bécquer. Pero cuando verdaderamente sentí la necesidad de escribir poesía fue más tarde, en torno a los 20 años. Fue una época hermosa pero desgarradora, de conciencia de cuanto me rodeaba, de confirmación de ilusiones y de desilusiones. Además, como desde niño tengo una naturaleza inquieta y reflexiva, desembarqué en esa toma de conciencia del lugar propio y colectivo en el mundo de forma muy incrédula y crítica. Comencé a escribir poesía para canalizar todas esas emociones y pensamientos, intentando depurar los versos cada vez con mayor rigor.

¿Cómo se ha ido forjando su primer libro: ‘Tierra de nadie’, que ha publicado Anorak?

El libro no nació con la intención de ser tal. Los poemas que lo componen los fui escribiendo libremente, según iba surgiendo la necesidad de plasmar y hablar sobre unos temas u otros. Sin embargo, en verano de 2016 surgió un concurso de poesía y me presenté a él. No gané el premio, pero logré algo mejor: darme cuenta de que entre todos los poemas guardados había algunos que compartían una misma amalgama de temas, un tono poético similar y una estructura semejante y que, por tanto, era posible compilarlos hasta crear un libro que narrase un relato común dentro de la diversidad temática de los distintos poemas.

¿Quiénes son sus maestros?

Mi consejero poético es Emilio Pedro Gómez, que con paciencia y generosidad me guió desde mis primeros versos instándome siempre a mejorar, a buscar mi voz, a avanzar. Y luego están los referentes. Encuentro muchos rasgos en mi escritura de la claridad de Antonio Machado, de la modernidad de Manuel Vilas, la originalidad y frescura de Marta Fuembuena… Pero también hay referentes clásicos.

¿Por ejemplo?

Por un lado, está Safo de Mitilene, a través de los poemas que han sobrevivido hasta nuestros días, y luego las ‘Bucólicas’ de Virgilio, que hablan de esa misma sensación de encontrarse varado en ninguna parte. Por último, León Tolstói, que coincide en ciertos aspectos con mis ideas, con su planteamiento de la vida sencilla como elemento constructivo de una sociedad mejor.

¿Cuál es la idea central que anima ‘Tierra de nadie’?

El poemario intenta plantear y, en parte, también responder una pregunta dicotómica que, desde mi propia búsqueda filosófica, considero clave: cuál es nuestro lugar en el mundo, como individuos, y cuál es nuestro lugar en el mundo como sociedad y conjunto humano. El tema principal creo que es el mismo que lleva repitiéndose a lo largo de toda nuestra literatura, desde la ‘Odisea’ e incluso desde el propio Cantar de Gilgamesh: la búsqueda del hogar. No es un tema que haya elegido voluntariamente, sino que me he encontrado con él repitiéndose como un eco de fondo en todos los poemas.

Se siente usted como Ulises. ¿Qué otros motivos le inspiran?

‘Tierra de nadie’ se vertebra sobre dos elementos constructivos: el ejercicio de la bondad, por un lado, la esperanza en poder ejercitar esa propia bondad, por el otro. Vivimos tiempos frenéticos, donde el silencio, la humildad, la serenidad y la reflexión están siendo terriblemente arrinconadas en la sociedad. Nos expresamos a golpe de tuit, de clic, de impulso. De reacción. Nuestro mundo social está prácticamente detenido. No hay futuro, hay una réplica del presente que aspira a ser eterna, solo animada mediante sutiles cambios tecnológicos que nos hacen vivir el espejismo de progresar.

¿Tiene alguna solución al conflicto? ¿Qué camino elige para no desesperarse?

Hay que esforzarse por hacer lo más posible el bien. Y practicar una vida sencilla, donde tengamos todo lo que necesitamos con absoluta holgura pero sin caer en la trampa de la competitividad, de la apariencia y del consumismo vano.

¿Por qué le interesan tanto los insectos?

Los insectos nos sugieren un mundo que nos es ajeno, entre considerarlos insignificantes y habitantes de un universo propio visceral y terrible. Y esa visión me ha dado mucho juego, comparando situaciones e ideas científicas, filosóficas o conductas individuales y sociales con unos comportamientos propios de ciertas especies de estos animales que nos suelen parecer tan ajenos.

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