Google recuerda a Virginia Woolf

La novelista y escritora de diarios, que se suicidó en 1941 en el río Ouse y estuvo de luna de miel en Zaragoza en 1912, nació hace 136 años

Así presenta Google el 'doodle' del 25 de enero en homenaje a Virginia Woolf.
Así presenta Google el 'doodle' del 25 de enero en homenaje a Virginia Woolf.
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Virginia Woolf (1882-1941) siempre está de actualidad. Ya sea porque se reeditan sus diarios, porque se publican sus cartas o, sencillamente, porque el motor de búsqueda de Google recuerda que nació 136 años, que es una forma nada subliminal de recordar que esta mujer, bipolar y lánguida y genial, es una de las grandes figuras del feminismo moderno y la escritora que hizo feliz un deseo a través del título de uno de sus libros: ‘Una habitación propia’.

Fue una mujer fascinante y enfermiza. Siempre tuvo dolores. Amó a hombres y mujeres, quizá su gran pasión fuese Vita Sackville-West, uno de sus grandes cómplices el escritor y miniaturista de la prosa, Lytton Strachey, que era homosexual y se casó con la pintora Dora Carrington; con ellos y con otros muchos -Keynes o Gerald Brenan, pongamos por caso, o con su propia hermana Vanessa Bell, pintora- perteneció al distinguido grupo de Bloomsbury, que marcó una época en la cultura de Inglaterra. En todas las artes.

Se casó con Leonard Woolf, en 1912, tras tres años de noviazgo, y fue un matrimonio un poco desangelado, con más complicidad estética e intelectual que propiamente física o érotica. Él le dedico hermosos y sentidos textos y fue su editor, su lector y quizá, de algún modo, un poco su enfermero. Virginia Woolf, maravillosa y obsesiva escritora de diarios y de la intimidad dolorida, firmó valiosas novelas: ‘Orlando’, inspirada en su amor por Vita; ‘Mrs. Dalloway’, que le ayudó a García Márquez a manejar el sentido intemporal de la vida y del tiempo mismo, y ‘Las olas’.

Virginia Woolf estuvo tres veces en España. En 1905 visitó el país, Sevilla, Granada y Bajadoz, y no fue un viaje precisamente feliz. Le agobió el calor y le indispuso el tren con sus continuas paradas. En 1912 regresó en plena luna de miel. Estuvo en Barcelona y Tarragona, y de allí se trasladó a Zaragoza. Se instaló en un hotel con su armario-baúl, lleno de vestidos. Sorprendió a los esposos una dura tormenta en pleno agosto. Desde Zaragoza le escribió a su amiga Katherine Cox y le contó cómo era su hotel y le dijo que Leonard estaba sentado en una silla roja. Añadió que habían salido a pasear por las calles y que se habían asomado al río. Le contaba las novelas que había leído “desde que perdí mi virginidad”, le anunciaba que había interrumpido la lectura de ‘Crimen y castigo’ y le hacía una confidencia casi melancólica: ni la pasión ni el sexo eran su territorio, al menos con Leonard, y bien hubiera podido ser todavía Mrs. Stephen. Volvería en 1923 a visitar a su viejo amigo Gerald Brenan, el autor de ‘El laberinto español’ y ‘Al sur de Granada’, y parece que fue feliz: corría por las colinas y se guarecía entre las higueras y los olivos.

Fundaría con su marido la editorial Hogarth Press. En 1941, aterrorizada por los bombardeos nazis, se suicidó en el río Ouse, tras cargar de piedras los bolsillos. Le dejó una nota a Leonard en la que le decía: “Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por estas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez”. Jesús Marchamalo y el oscense Antonio Santos le dedican una pequeña biografía en Nórdica, ‘Virginia Woolf, la olas’ y recuerdan que su cuerpo tardó quince días en aparecer.

Hay otros vínculos con Zaragoza: tuvo aquí a una de sus mayores estudiosas y admiradoras del mundo, Ana María Navales (Zaragoza, 1939-Borja, 2009), que le dedicó libros de ficción como ‘Cuentos de Bloomsbury’, que tuvo varias ediciones, una novela póstuma, ‘El final de una pasión’ (Bartleby) y varios retratos. Encarnación Ferré escribió la pieza teatral ‘La última tarde de Virginia Woolf’, que se representó el pasado diciembre en la Biblioteca de Aragón y María Pérez Collados también le ha dedicado un monólogo.

Virginia Woolf es recordada por los diseñadores del ‘doodle’ del 25 de enero, que, por cierto, también es el día del nacimiento del gran escritor italiano Alessandro Baricco (Turín, 1958), el autor de ‘Seda’.

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