Judith Prat: "La foto no cambia el mundo, pero es necesario contar y documentar las injusticias"

Esta altoaragonesa, afincada en Zaragoza, siente que las fotógrafas "registran cualquier tipo de injusticia". Ella lo hace en ‘Expolio’, con  65 obras que expone en Pamplona.

Judith Prat se zambulle allí donde habita la injusticia.
Judith Prat se zambulle allí donde habita la injusticia.
Guillermo Mestre

"‘Expolio’ es mi última exposición y acaba de inaugurarse en Pamplona, en el Pabellón de Mixtos de la Ciudadela, y podrá visitarse hasta el 11 de febrero. Después viajará por varias ciudades de España. Recoge una parte importante de mi trabajo en la República Democrática del Congo y Nigeria, y transita entre las causas y las consecuencias de dos de los conflictos más cruentos de África: el saqueo de las riquezas naturales y el mal reparto de los beneficios", dice Judith Prat (Altorricón, Huesca, 1973), que ganó el Premio de Fotografía de ‘Artes & Letras’, de 2017.

¿Qué significa hacer una muestra así, dura y a la vez intensa?

Ha supuesto tener que enfrentarme de nuevo a mi trabajo de los últimos años y mirarlo desde una perspectiva diferente para conseguir que, en 65 imágenes, se entiendan dos conflictos muy complejos. Indago en las causas para poder contar los conflictos.

¿No todas son fotos inéditas?

Algunas han estado muy presentes durante todo este tiempo en los medios o han tenido mucha repercusión por diferentes motivos. Pero he incluido también fotografías inéditas que yo misma no había vuelto a ver en mucho tiempo y ha sido muy especial, a veces también difícil, reencontrarme con las historias que hay detrás de ellas.

Descríbanos las tres partes de la muestra...

Abordan las riquezas, los conflictos y ellas, las mujeres. En la primera parte nos adentramos en una mina de coltán situada en el este de la República del Congo, una zona donde se encuentra el 80% de las reservas mundiales de este preciado mineral, necesario para la producción de gran parte de la tecnología que usamos a diario. Y también viajo al Delta del Níger, la primera región productora de petróleo en África y uno de los diez lugares más contaminados del mundo.

¿El segundo bloque?

Entro de lleno en el largo conflicto que asola la República del Congo, donde operan más de 70 grupos armados, muchos de ellos financiados a través del control de las minas y el expolio del coltán, con la connivencia de países vecinos y multinacionales destinatarias últimas del mineral. Me desplazo al noreste de Nigeria donde el grupo yihadista Boko Haram ha conseguido sembrar el terror en los últimos años.

¿Cuál es su mirada sobre las mujeres, cómo halla su dignidad?

Son las supervivientes de los conflictos, mujeres que sufren la violencia general que afecta a toda la población y, además, una violencia específica diseñada para atacarlas. Hablo de la violencia sexual contra la mujer como arma de guerra y como campo de batalla, como lugar donde escenificar el dominio y el poder. Y a pesar de eso son mujeres que no se resignan al papel de víctimas que sus verdugos les habían reservado y consiguen salir adelante y ser motor de cambio social.

¿Cómo entiende la fotografía?

Llegué a la fotografía porque me parecía una herramienta muy útil que podía ayudarme a contar aquello que yo empezaba a ver en mis primeros viajes. Rápidamente me atrapó de tal forma que se convirtió en una pasión y en mi lenguaje más natural. No obstante, sigo entendiendo la fotografía al servicio de la historia que quiero contar. Es mi modo de contar como veo y entiendo el mundo.

¿Puede mejorar el mundo documentar la injusticia?

Una fotografía no cambia el mundo. Pero sí creo que es necesario contar, documentar, señalar las injusticias y sobre todo a sus responsables. Sin duda, no hacerlo convertiría nuestro mundo en un lugar peor.

¿Qué ha aprendido de la guerra?

La guerra la hacen los poderosos y la sufre la población. Es la máxima expresión de la hipocresía, es la muerte y la destrucción al servicio, y para el beneficio, de unos pocos.

¿Llega a inmunizarse alguna vez Judith Prat ante ella?

El día que sienta que lo que estoy fotografiando no me importa, o que no me afecta, habrá llegado el momento de dejarlo.

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