​Ha muerto el pintor Eduardo Salavera

Artista del color y de la emoción, expuso en el pasado Pilar en la Lonja su retrospectiva 'Segunda mirada'.

'Autorretrato', de Eduardo Salavera
'Autorretrato', de Eduardo Salavera

Ha fallecido un pintor auténtico, entrañable, un creador de luz y sutileza. Este lunes por la mañana mañana, a consecuencia de un infarto, ha muerto el artista Eduardo Salavera (Zaragoza, 1944-2016). Su esposa Nieves, a la que había retratado paseando en bicicleta, lo halló exánime en el sillón al regresar de la compra. El domingo por la tarde, le había dicho que se encontraba algo cansado; al parecer, estaba pendiente de una operación.


Eduardo Salavera logró, antes de su inesperado adiós, uno de sus grandes sueños: exponer una antológica de 40 años dedicado a la pintura en la Lonja, desde el pasado Pilar hasta principios de enero de este año: 'Eduardo Salavera. Segunda mirada'. Esa muestra le produjo una inmensa felicidad: coronaba una carrera en el arte, una trayectoria sólida, una apuesta por el color, y a la vez le emocionaba profundamente porque siempre se ha sentido muy zaragozano. Solía decir, sentado en su estudio de la calle Jusepe Martínez, una frase preciosa: “Se habla mucho del Mediterráneo, pero en un día despejado la luz convierte las huertas de Zaragoza en un espectáculo inolvidable”. Buen conocedor de las riberas del Ebro, del Gállego, del Huerva, paseante de los barrios y niño despierto, dijo: “La infancia es una luz que nos ilumina toda la vida”.


Uno de sus mejores amigos, el pintor y cartelista Juan Tudela, recuerda que el pasado miércoles celebró en su casa su 72 cumpleaños, rodeado de amigos, y que estuvo como siempre. “Para mí, Eduardo ha sido siempre un modelo de ser humano y de artista. Formal y serio, delicado y entrañable, una gran persona, que suscitaba admiración de inmediato. Y un artista fiel a sí, a su estilo, en medio de los vaivenes y la proliferación de movimientos. Se sentía, ante todo, un pintor del color y sabía ponerlo como nadie en el lienzo”.


Eduardo Salavera nació en 1944, acudió a las clases de Alejandro Cañada entre 1962 y 1966, realizó su primera individual en 1968; en un tiempo de grandes grupos pictóricos, él perteneció al Colectivo Plástico de Zaragoza, en la primera transición, y luego siguió su camino. Era un pintor solitario y solidario, preocupado por el arte de los otros. Admiraba, por citar un ejemplo, a Francisco Marín Bagüés. Si al principio su pintura era más narrativa, luego hizo una apuesta inequívoca por el cromatismo, la manufactura impecable, la sensibilidad y la emoción. Le ha interesado casi todo: ha hecho pintura crítica o cuando menos irónica, desnudo, estampas con algún aroma clásico, riberas (del río o del mar; ahí se reencontró con su nieto David, una fuente de felicidad para él, al que le rindió homenaje en Decor-Art), retrato (el más impresionante quizá sea su autorretrato) y paisaje, una de sus pasiones y pulsiones más íntimas. Era un reconocido acuarelista. Como su admirado Pierre Bonnard, solía decir: “Todo está en la naturaleza”.

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