El prosista más versátil y libre

Ignacio García-Valiño (Zaragoza, 1968-Marbella, 2014) ha muerto muy lejos de casa, a orillas del mar, en Marbella, donde había buscado sosiego para sus dos hijos, para su mujer Nieves y para él. Llevaba casi una década trabajando en lo que más le apasionaba, después de la literatura: la enseñanza, la orientación psico-pedagógica, la complejidad de los niños y adolescentes que tanto le fascinaban y le perturbaban. De algún modo, los caracteres difíciles y sombríos, el mal y sus orígenes, y la vulnerabilidad de las relaciones humanas eran sus temas. Como dice Ignacio Martínez de Pisón era un autor que "escribía novelas de suspense psicológico".


Eso le sucedió casi desde sus primeros textos: con 'La caja de música' (IFC, 1993. Premio Isabel de Portugal) hurgaba en su dolorida memoria y hallaba algo de lo que no pudo desembarazarse nunca: la autoridad despiadada del colegio religioso del Opus Dei, donde estudió, y la huella de los jesuitas. García-Valiño, quizá algo retraído, sufrió acoso escolar, fue golpeado por esos matones del aula que, además, fingen ser buenas personas. Ese universo de dolor y extrañamiento ya estaba en ese libro de relatos y estaría, de formas diferentes, en 'Querido Caín' (Plaza & Janés. Finalista del Premio de Novela 'Ciudad de Torrevieja', 2006), quizá su novela más famosa, llevada al cine, o en su última narración, 'El ruido del mundo' (Plaza & Janés, 2014), donde le concede el protagonismo a una psicóloga que vivió situaciones extremadas: duras en su maternidad y en su profesión.


Nacho García-Valiño era un escritor de variados registros. Un escritor con oficio, capaz de documentarse hasta el último detalle, sin prisa. Y eso se ve, sobre todo, en sus dos novelas históricas: 'Urías y el rey David' (Debate, 1997), toda una sorpresa por la frescura, el punto de vista y el dominio del contexto, y 'Las dos muertes de Sócrates' (Alfaguara, 2003), donde mezcla a dos célebres mujeres con los sofistas y el gran pensador en una novela que tiene algo de narración policial en la Grecia clásica. Guillermo Fatás, uno de sus primeros editores, recuerda cuántole gustó la novela 'Urías y el rey David': "De repente, desvelaba su faceta más elaborada y refinada, como hizo en su estupenda novela sobre Urías, el general neohitita de David a quien este envía a la muerte para arrebatarle a Betsabé: de esa progenie impura nacería el Mesías cristiano. En sus manos, este manido asunto bíblico cuajó en un libro rico, trabado, ambicioso, inesperado y bien escrito".


Fue finalista del premio Nadal de 1998 con 'La caricia del escorpión', una de sus novelas de exploración psicológica en el universo de la pareja. De la gira del Nadal, que hizo con Lucía Etxeberría, derivó un diario más bien agrio que nunca quiso publicar. Más tarde, en el sello Destino, publicaría 'Lo demás es silencio' en 1999. A partir de 2006 pasó a Plaza & Janés con 'Querido Caín', una novela que indaga en los orígenes de la maldad en un niño que esclaviza a sus padres; eso se mezcla con una romántica historia del pasado. Apasionado por la ciencia, publicaría 'El corazón de la materia' (Plaza & Janés, 2008), donde analiza la difícil relación de lo científico y la irracional mediante un viaje y una muerte inesperada. Su último libro, tan reciente, es 'El ruido del mundo' (Plaza & Janés, 2014). Escribió literatura infantil, hizo manuales como 'Educar a la pantera' (Debate, 2010), confeccionó guiones de cine y le encantaba dar conferencias y debatir sobre la educación. Adoraba a Marguerite Yourcenar o a Manuel Mújica Láinez.


Se ha ido demasiado joven a consecuencia de un tumor cerebral, del que se creía curado. Una de sus mejores amigas era la escritora Ángela Vallvey, que decía ayer: "Nacho era de esos hombres que a mí me gustan, de los que me alegran el corazón". Ahora alegrará a muchos otros corazones y lectores de inexploradas regiones de la ficción en el más allá.