MÚSICA

La mala mujer de talento infinito

Buscando una foto, me encontré con un retrato de Janis Joplin, aquella cantante indomable y subversiva a quien se parecía tanto Amy Winehouse. Se parecía en la vida descontrolada, en la vida disuelta peligrosamente y, sobre todo, se parecían en su voz cautivadora.

Buscando una foto, me encontré con un retrato de Janis Joplin, aquella cantante indomable y subversiva a quien se parecía tanto Amy Winehouse. Se parecía en la vida descontrolada, en la vida disuelta peligrosamente y, sobre todo, se parecían en su voz cautivadora. Cautivadora, sí: podía ser seda, pedernal estremecido, canto áspero o una garganta rota, de excepcional talento en su color y en su profundidad. Las dos también eran capaces de cantar soul y pop y rock con muchos bríos, tenían esa hermosa facultad de levantar cualquier tema, de darle intensidad y desgarro, de otorgarle poesía a mordiscos. Janis Joplin, que llegaba a orinar en los conciertos hacia el público, murió a los 27 años, igual que Amy, que ingresa en el Club de los 27. Allí estaban ya Jim Morrison, el líder de The Doors; Brian Jones, uno de los fundadores de Los Rolling Stones; Kurt Cobain, el alma de Nirvana, o Jimi Hendrix, aquel guitarrista impactante que tenía alma de fauno.


Amy Winehouse se ha ido demasiado pronto: con dos discos, ‘Frank’ (2003) y ‘Back to black’ (2007. Obtuvo por él cinco ‘Grammys’) y con muchas canciones por ahí, rescatadas un poco deprisa, tras el gran éxito y tras las huellas de la polémica, que la ha rodeado siempre. Unió los dos álbumes, canciones sueltas y algunas recuperaciones y versiones. Víctima de sí misma en primer lugar, superada por el alcohol, las drogas y la fama, siempre fue una joya a la deriva. La mujer que se destruye en cada minuto. La mujer de talento increíble que es mala para sí misma en cada paso, a solas o en medio de la muchedumbre. Ya sabemos que las drogas son un pozo: un pozo que empieza, se estira, se ciega y no resulta fácil andar por él sin ahogarse o sin estrellarse, pero su carácter ha sido muy complejo: caprichosa, ida en ocasiones, desafiante, alocada, perturbada...


La vida de Amy Winehouse ha sido la crónica de una demolición constante; eso sí, algunas de sus canciones son realmente maravillosas, intensas, rabiosas, desesperadas y a la vez lúcidas, son las melodías que harán inmortal a esta estrella fugaz. Escuchen ‘Rehab’, su autobiografía de la tozudez y de ‘la esclavitud’, y acaso de su propia libertad; escuchen ‘You know I’m no good’, ‘Valerie’ o ‘Back to black’, con esa voz oscura que a veces parece de jazz, de parentesco fácil con Billie Holiday. Eso, y perdonen la aparente desmesura, ya es patrimonio de la Humanidad.