CINE

Mariné, fotograma a fotograma

Solo tiene 90 años y todavía conserva esa mirada de chiquillo inquieto. Por sus ojos han pasado cientos, miles de fotogramas que, gracias a él, han sido recuperados y forman parte del patrimonio cinematográfico español.

Juan Mariné, durante su visita al Festival de Cine de Huesca.
Mariné, fotograma a fotograma
PEDRO ZAPATER

Solo tiene 90 años y todavía conserva esa mirada de chiquillo inquieto. Por sus ojos han pasado cientos, miles de fotogramas que, gracias a él, han sido recuperados y forman parte del patrimonio cinematográfico español. Su extensa carrera como director de fotografía y su encomiable labor al frente del departamento de restauración de la Filmoteca Nacional le han valido el reconocimiento dentro y fuera de nuestras fronteras. Sus innovaciones técnicas en el campo de la restauración de películas, la espléndida fotografía de las cintas en las que intervino, o los documentales que filmó durante la Guerra Civil, son parte de los recuerdos de un hombre que llegó por casualidad al mundo del cine e hizo de él su vida.


Juan Mariné (Barcelona, 1920) se inició en el rodaje de películas con apenas 15 años, como meritorio en el rodaje del filme ‘El octavo mandamiento’, de Arthur Porchet. Tras estallar la Guerra, Mariné trabajó como operador de cámara, documentando algunas de las más terribles batallas, jugándose la vida sin saber si habría un día siguiente. Lo hubo «gracias al cine. Tuve mucha suerte de poder dedicarme de lleno al rodaje de películas despues de la guerra», cuenta el propio Juan Mariné.


A partir de ahí prosigue su carrera en la industria del cine como ayudante de fotografía, segundo operador y, finalmente, director de fotografía, con títulos emblemáticos como ‘El santuario no se rinde’, ‘La llamada de África’, ‘La gata’, ‘Saeta del ruiseñor’, ‘Usted puede ser un asesino’, ‘La gran familia’, ‘El juego de la verdad’ o ‘Historias de la televisión’, entre muchas otras, hasta rodar su último filme, ‘La grieta’, en 1989. En total ha participado en unas 125 películas.


En busca de la imagen perdida


A comienzos de la década de los noventa, Mariné cambió los platós de rodaje por otra actividad vital para la memoria del cine español. La restauración de dos filmes tan emblemáticos de la época del cine mudo en España, como son ‘Currito de la Cruz’, de Alejandro Pérez Lugín, y ‘La aldea maldita’, del aragonés Florián Rey, se debe a la dedicación y el buen hacer de Mariné, quien ha rescatado de la desaparición estos y otros tesoros de la cinematografía española. Su labor en este ámbito ha sido reconocida con el premio Juan de la Cierva de Investigación, el Nacional de Cinematografía y la medalla de oro al mérito de las Bellas Artes, por su trayectoria cinematográfica. El cineasta barcelonés, afincado desde joven en Madrid, es la memoria viva del cine español de las primeras décadas del siglo XX. Ha trabajado con los grandes nombres del cine español: Florian Rey, Forqué, Fernando Palacios, Lazaga, Antonio del Amo... un sinfín de directores con los que ha filmado decenas de películas que obtuvieron un gran éxito en su momento.


Los directores aragoneses Florián Rey, José María Forqué y Fernando Palacios contaron con Juan Mariné en el rodaje de varias de sus largometrajes. Sobre Florián Rey, Mariné afirma que no ha conocido a ningún director «tan apasionado por su trabajo como él». De su sobrino, Fernando Palacios dice lo mismo. Y de Forqué destaca su gran talento.