Lírica

Como si tú fueses mi sombra

Antonio Pérez Lasheras edita la 'Poesía reunida' de José Antonio Labordeta en el sello eclipsados

Labordeta comenzó a escribir poesía a los diez años y continuo hasta el fin de sus días.
Como si tú fueses mi sombra
HERALDO

Más allá del lugar central o marginal que ocupara en el conjunto de su obra, es un hecho innegable la muy alta consideración, casi devoción, que José Antonio Labordeta sintió siempre por la poesía. Mucho antes de que se convirtiera en la figura emblemática en que se convirtió, de que llegara a ser esa autoridad moral que acabó siendo para tantos y tantos, de que acabara simbolizando una cierta identidad de lo aragonés, de que diera voz e imagen a esos paisajes despiadados y expuestos a «la intemperie brutal de los estíos», como escribe en ‘Monegros’, uno de sus mejores libros, mucho antes de todo eso J. A. Labordeta -a la sombra y al abrigo de su hermano Miguel, por quien sentía un respeto y una admiración incondicionales y de quien heredó, según contó él mismo, «el ansia de escribir»- ya había velado sus primeras armas poéticas en el Niké de los cincuenta, inaugurado una revista y posterior colección de poesía, ‘Orejudín’, y dado a la imprenta, en 1959, su primer conjunto de poemas, ‘Sucede el pensamiento’, donde podemos leer versos tocados ya por una melancolía, una ternura y una nostalgia considerables, que acabarán convirtiéndose en marcas poéticas de la casa: «Saca adelante el cobre de la tierra,/el silencio tenue del cristal,/la paz de los caminos sin salida,/y el árbol de mil hombros azulados./Una estancia vacía/se desvanece pronto en nuestras manos». En el principio, pues, fue la poesía. Lo demás, todo lo demás vino después y no fue precisamente silencio.


Se publica ahora, al cuidado de A. Pérez Lasheras e I. Escuín Borao, esta extraordinaria edición que recoge la poesía escrita por J. A. Labordeta, una poesía quizás desprovista de la potencia imaginaria y expresiva que hallamos en la de Miguel pero dotada de una extraordinaria tensión simbólica.


Acompaña a la edición un estudio exhaustivo y muy bien documentado sobre la palabra poética labordetiana, un estudio que tiene un algo de elegía y de homenaje hacia quien ha ocupado un lugar central en la vida cultural y política aragonesa de estos últimos cincuenta años y en el que Pérez Lasheras va desgranando las principales etapas y los diferentes registros, las claves imaginarias y hermenéuticas, los temas y motivos centrales de una obra poética poliédrica y de muy largo aliento, una poesía que -para la mayor parte del público lector- ocupa seguramente un lugar menor en el conjunto de su producción (sobre todo, si la comparamos con su obra discográfica, narrativa, libros de viajes y de memorias, guiones para televisión).


Sin embargo, si prescindimos de su poesía, tendremos una imagen incompleta y amputada de este escritor y esa imagen no dará cuenta del verdadero alcance y la complejidad de una escritura que se resiste a las más fáciles y socorridas clasificaciones. Ojalá esta edición subvierta el tópico y coloque esta poesía -en cuanto a su recepción pública- a la altura de otros títulos del propio Labordeta y es que algo me dice que ese también hubiera sido el secreto deseo de nuestro autor: verse reconocido y valorado como poeta, esa categoría especial de sujetos que él cifraba en la personalidad deslumbrante y singular de su hermano Miguel, presencia tutelar que se prolongó a lo largo de toda su producción, muy por delante de otras voces también importantes (A. Machado, J. R. Jiménez, T. S. Eliot, C. Vallejo, B. Brecht, S. Espriu). Sin duda, la poesía fue -entre los diversos registros expresivos que Labordeta utilizó a lo largo de su trayectoria (la canción de autor, la narrativa, las distintas formas de la escritura diarística y las colaboraciones en los medios de comunicación)- la actividad medular y más constante, una poesía que destaca por dar cauce expresivo a los latidos más íntimos e introspectivos de su autor, una poesía que surge a partir del asombro y el desconcierto ante un mundo que se percibe como una imposición desaforada e injusta y que se prolonga a lo largo de sesenta y cinco años, desde 1945 (fecha del primer poema recogido, publicado con diez años) hasta el 21 de junio de 2010 (fecha del último texto incluido, reproducido en contracubierta de modo facsimilar).


Esa es la poesía que encontramos en el segundo volumen de esta edición, que se extiende a lo largo de quinientas páginas y que incluye toda la producción autorizada por el propio poeta en las sucesivas entregas: ‘Sucede el pensamiento’ (1959, dedicado a Juana, como otros textos), ‘Las sonatas’ (1965), ‘Cantar y callar’ (1971), ‘Treinta y cinco veces uno’ (1972), ‘Tribulatorio’ (1973), ‘Método de lectura’ (1980), ‘Jardín de la memoria’ (1985), ‘Diario de náufrago’ (1988), ‘Monegros’ (1994) y ‘Foto de familia’ (2007).


Tenemos por primera vez la oportunidad de acercarnos al conjunto de una obra poética singular, tejida con frecuencia frente a la adversidad del tiempo, labrada en el corazón de un desierto inhóspito, interminable y despiadado, escrita con la secreta convicción de que todavía es posible atisbar otros territorios más allá de lo real.


Poesía aragonesa

Setenta y cinco veces uno

‘(Poesía reunida 1945-2010)’. Dos volúmenes en estuche. José Antonio Labordeta. Edición de Antonio Pérez Lasheras y Nacho Escuín. Eclipsados. Zaragoza, 2011.