NARRATIVA FRANCESA

Emmanuel Carrère: el duelo de los otros

El autor de ?el adversario? publica una novela (De vidas ajenas) de las desgracias ajenas y el pálpito de la tragedia.

Emmanuel Carrère
Emmanuel Carrère: el duelo de los otros

En los últimos años se han publicado estupendos y conmovedores libros sobre el duelo: ‘El año del pensamiento mágico’ (Global Rhythm), de Joan Didion, sobre la muerte de su marido, John Gregory Dunne, o ‘Tiempo de vida’ (Anagrama), de Marcos Giralt Torrente, sobre su padre, Juan Giralt. La singularidad de ‘De vidas ajenas’ es que no es un libro sobre el duelo propio, el que sufren las personas que pierden a sus afectos cercanos, sino sobre el duelo de los otros. Y cómo ese duelo de los otros es capaz de transformar a Emmanuel Carrère (París, 1957), quien sólo lo contempla a cierta distancia, aunque consciente de su verdad.


‘De vidas ajenas’ comienza con un gigantesco tsunami en Sri Lanka, y a quien haya visto ‘Más allá de la vida’, la película de Clint Eastwood, le resultará enormemente similar: una pareja que asiste a la muerte de una niña, entre miles de muertos, y cómo esa experiencia en el límite les transformará... y les distanciará. En el caso de Emmanuel Carrère, la experiencia también les transforma, pero, quizá por primera vez, les une. Escribe Emmanuel Carrère: «Estuvimos un largo rato frente a frente, bajo el débil chorro de agua. Sentíamos frágiles nuestros cuerpos. Yo miraba el de Hélène, tan hermoso, tan aplastado por la fatiga y el pavor.


Yo no sentía deseo, sino una piedad desgarradora, una necesidad de cuidarla, de protegerla, de conservarla. Pensaba: hoy podría estar muerta. Hélène me es preciosa. Preciosísima. Quisiera que un día sea vieja, que su piel sea vieja y devastada, y seguir queriéndola. Nos devoró lo que había sucedido durante aquellos cinco días y que terminaba en aquel preciso momento. Se abría una válvula que liberaba un chorro de aflicción, de alivio, de amor, todo mezclado».


Es la evidencia de la vida, frente a la brutalidad de la muerte, la que transforma a Emmanuel Carrère, que poco, o nada, tiene que ver con el que protagonizaba su anterior libro, ‘Una muñeca rusa’ (Anagrama), en la que todo estaba teñido por la oscuridad y por la vergüenza, y su relación con Sophie, que difícilmente podría llamarse amor, era agrio e insoportable.


Y en este clima de felicidad paradójica, porque el daño ajeno ocupa un lugar central, Emmanuel Carrère asiste a otra dolorosa muerte, la de Juliette, hermana de su amada Hélène, producto de un cáncer que parecía atajado. Instigado por Étienne, compañero de trabajo y amigo de Juliette, Emmanuel Carrère decide escribir un libro sobre la enferma, sobre su familia, sobre su vida... y que, como ‘El adversario’ (Anagrama; libro que se reedita estos días de nuevo), su mejor libro, sobre el criminal Jean-Claude Romand, estará narrado «en primera persona, sin ficción, sin efectismos», pero será lo opuesto de ‘El adversario’: si aquel era la oscuridad, éste sería la luz. Un libro escrito, pues, con buenos sentimientos. Y un libro, pese a todos los buenos sentimientos, pese a toda la piedad, literariamente muy inferior a ‘El adversario’.


Junto al relato del duelo, en ‘De vidas ajenas’ hay una larga reflexión sobre la administración de justicia, y en especial la que se administra a los más desfavorecidos. Juliette y Étienne son jueces y han decidido, junto a otros colegas, poner freno a los abusos de las financieras, que practican la usura, desplegando una publicidad que oculta los contras del contrato entre prestador y deudor. A Emmanuel Carrère esta investigación sobre la justicia «de primera instancia», le lleva a afirmar que, y habla de Francia y de las democracias occidentales, no somos todos iguales ante la ley (y no sólo ante la ley, también en el «carácter»)... y que hay que preservar esa desigualdad, en vez de ahondar en la responsabilidad individual: educación, formación... Curiosamente, a todos los protagonistas de ‘De vidas ajenas’, incluido el propio Emmanuel Carrère, les he dado la posibilidad de elegir su vida, y eso es lo que les dice una moribunda Juliette a sus hijas, que podrán elegir.


Las elecciones no son fáciles. Étienne decidió no ir a sus últimas sesiones de quimioterapia, y quizá eso hizo que el cáncer no acabara de curar y reapareciera para acabar con su pierna. La familia de Juliette decidió inclinarse por la radioterapia, que causaría una menor agresión al físico, y quizá esa decisión hizo que el cáncer no se atajara. Quizá. Pero uno de los amigos de Sri Lanka decidió abandonar París y trabajar en provincias y consiguió ser feliz. Decidir es difícil.


Por supuesto que me gusta el mensaje positivo que Emmanuel Carrère propone en ‘De vidas ajenas”, porque creo en el amor y en la vida y en el duelo y en la justicia, y creo que se puede «cambiar» y también «prefiero lo que me acerca a los demás hombres» que lo me distingue de ellos, pero eso no quiere decir que el libro me haya gustado. Surgió de una sugerencia, y de un compromiso afectivo, y ha cumplido, pero todo es extrañamente demasiado transparente.