JAVIER ZULOAGA, DIRECTOR DE COMUNICACIÓN INTERNA DE LA CAIXA

«La frontera entre ficción y no ficción es cada día más inconcreta y difusa»

Acaba de publicar 'Librería Libertad', novela coral y de intriga que empieza uniendo a cuatro personajes inconciliables en el barrio del Raval de Barcelona.

El escritor y periodista Javier Zuloaga.
«La frontera entre ficción y no ficción es cada día más inconcreta y difusa»
RAIMóN SOLá

Javier Zuloaga (Bilbao, 1952), director de Comunicación Interna de La Caixa, acaba de publicar su tercera novela, 'Librería Libertad'. Zuloaga, que ha sido director de tres diarios regionales y redactor jefe de 'La Vanguardia', ha encontrado en la literatura el alimento que sacia una antigua vocación.


En su tercera novela ha cambiado de registro.


Era una deuda que tenía pendiente conmigo mismo. Llevo veintidós años viviendo en Barcelona, quería recrear una serie de personajes que me rondaban en la cabeza y moverlos por las calles de la ciudad. En el 2005 publiqué 'El hombre que pudo ser libre', en la que contaba la historia de un altoburgués bilbaíno al que le pasaban cosas tremendas. Tres años más tarde llegó 'La isla de los rebeldes', que era una novela de ficción con intención, ya que buscaba hacer una crítica civilizada al populismo -que es uno de los grandes males de nuestra sociedad-, y a la manipulación de los sentimientos colectivos. Y ahora llega ésta.


Publicada, como las anteriores, por El Aleph Editores. En principio, 'Librería Libertad' se perfila como una novela de personajes.


Y lo es. El argumento gira en torno a cuatro personajes que, social y educativamente, son inconciliables. Se trata de una joven antisistema, hija de la alta burguesía barcelonesa, que conspira para boicotear la cumbre de Barcelona de 2002; un sacerdote que acaba de colgar los hábitos; un ex presidiario que se gana la vida como estatua viviente en la Rambla; y un cuarto personaje que es un gafe, alguien al que todo le sale mal. Los cuatro coinciden en el Bar de la Toñi, en la calle del Carmen, y se agrupan en torno a la joven antisistema, que se refugia allí después de un incidente, con disparo incluido, en una librería. Son personajes que no tienen nada que ver entre sí. Tanto, que si se cruzaran por la calle ni se saludarían.


En circunstancias normales, claro. En la novela...

Es otra cosa. La novela cuenta una casualidad y recorre Barcelona con una nueva mirada. Creo que la ambientación está bastante conseguida. Y los personajes, bueno, parecen inconciliables, pero, en realidad, cuando el lector termine la novela, habrá descubierto que son inseparables.


De la acción revela poco.


Es que si cuento mucho el libro no se vende (bromea). Digamos que hay un asesinato y el lector va viendo cómo esas cuatro personas desentrañan poco a poco sus claves.


El bar donde se produce el encuentro existe en la realidad. O al menos lo parece. ¿Qué hay de imaginado y qué de cierto en la novela?


¿Qué es ficción y qué no lo es? Las fronteras entre ambos géneros son cada vez más inconcretas y difusas. Uno de los libros más leídos en los últimos tiempos ha sido 'Anatomía de un instante', de Javier Cercas. Creo que todo el mundo sabe que en sus páginas no se revela en realidad lo que pasó, pero todos los que lo han leído lo creen muy verosímil. Bueno, pues es más o menos lo que yo he buscado. En un momento de la novela la acción se desplaza a la Barcelona de 1942. Para escribirla, he estado en el archivo leyendo periódicos de la época, viendo fotos, analizando cartas... Ha sido una tarea que me ha llenado mucho: he descubierto cómo cambió la sociedad barcelonesa en muy pocos años, entre el 39 y el 42, solo por el hecho de que la guerra había terminado. En mis novelas, intento contar cosas que podrían estar ocurriendo, no que hayan ocurrido en la realidad.


¿Ya no hay ficción sin intriga?

Es un elemento fundamental, porque si una novela no entretiene, el lector no la termina. Creo que todos los escritores deberían ponerse en el pellejo del lector cuando se enfrentan a la página en blanco. Es fundamental que el lector se lo pase bien leyendo, y a veces eso se nos olvida.


Ese 'pasarlo bien' se puede conseguir mediante la intriga, pero también con el humor. Y en su novela lo hay.


El humor es muy importante en todas las facetas de la vida, también en la literatura. Pero hay que administrarlo bien. Yo creo que la ironía y la mordacidad son muy sanas. Una situación dramática se puede describir perfectamente con ironía. Y así se hace más digerible y disfrutable.


Tiene un estilo limpio, clásico.


Creo que una obligación de todo escritor es escribir bien en castellano, y la mejor forma de conseguirlo es leer bien en castellano. No me gustan esos ensayos en los que los escritores ofrecen al lector dos hojas sin signos de puntuación. La escritura debe ser clara y rica, como la de Marsé o Vargas Llosa.


¿Por qué escribe novelas?


En mi vida no he hecho otra cosa que escribir. Me he pasado la vida leyendo y escribiendo y, como muchísimos periodistas, siempre he aspirado a ser escritor. De pequeño, mi padre me impulsaba a leer las obras de Pío Baroja. Y cuando he tenido la oportunidad, me he puesto a escribir, aunque debo dejar claro que soy escritor de fin de semana. Eso tiene su lado bueno y su lado malo: no tengo todo el tiempo que quisiera para dedicarme a la literatura, pero, como vivo de mi trabajo, cuando escribo hago lo que quiero. Hay gente que aprovecha el fin de semana para jugar al golf, y yo me encierro en mi estudio a definir personajes e hilar tramas. Mi vida ha sido leer y escribir.