LITERATURA

Iaia Caputo: «La memoria es infiel a la realidad»

El escritor y psicólogo Santiago Gascón dialoga con Iaia Caputo

La escritora Iaia Caputo publica su obra «Dime una palabra más».
Iaia Caputo: «La memoria es infiel a la realidad»

Iaia Caputo publica en Xordica Editorial «Dime una palabra más», con traducción al castellano de Eduardo Martínez de Pisón de su novela «Dimmi ancora una parola».


Iaia Caputo (Nápoles, 1960) es escritora y periodista en «Diario di Repubblica» o la RAI. Sus libros giran en torno al papel de la mujer en diversos ámbitos, los abusos a menores o el paso del tiempo. Comprometida con los derechos de la mujer, participa en diversos organismos y es promotora del movimiento «Se non ora quando?», nacido en respuesta al trato sexista de la prensa italiana respecto a los escándalos sexuales protagonizados por Silvio Berlusconi.


Su mejor carta de presentación son los ensayos: «Di cosa parlano le donne quando parlano d’amore» (De qué hablan las mujeres cuando hablan de amor) y ‘Le donne non invecchiano mai’ (Las mujeres no envejecemos nunca). En ‘Dime una palabra más’ describe las dificultades, contradicciones y conflictos de una mujer, que pueden ser muchas mujeres en una época de grandes cambios con un estilo y un tono sobrio que calificaría de amarga belleza.


Sé que es un argumento manido, pero ¿no le molesta cuando se afirma que esta novela gustará a las mujeres?


La cuestión es que nunca se habla de narrativa para hombres. La literatura es universal y se ha creado un subgénero al que llaman narrativa femenina, una etiqueta que degrada a la autora. Las mujeres constituimos casi el 80 por ciento de los lectores, leemos a escritores y a escritoras, contribuimos a su éxito. Como consumidoras somos de interés, como escritoras se nos condena al ghetto de escribir para una parte.


Me gusta leer a Ginzburg, a Morante, a escritoras estadounidenses y de esta tierra, como Cristina Grande o Eva Puyó. Creo que describen el mundo externo e interno de una forma diferente.


Bueno, afirmamos que los hombres han escrito de guerras y de aventuras, pero ¿dónde colocamos a Flaubert o a Proust? No creo que para un poeta, para un narrador, que se haya visto obligado a salir de sí mismo, a describir lo que nunca ha vivido, valgan las diferencias de género.


En literatura, el sentido del humor no goza de prestigio y algo similiar ocurre con las emociones.


No estoy de acuerdo, la literatura es la historia de los sentimientos, de contradicciones inconfesables, del miedo que nos acompaña y de las debilidades más terribles.


La protagonista de tu novela trata de comprende el mundo con la necesidad de encontrar referencias, no posee de más modelo que un padre viejo y una madre demasiado inmadura.


Quería narrar la educación sentimental de una mujer que fue muchacha en los setenta, en medio de grandes transformaciones, de lo complicado que resultaba construir una identidad femenina. Ella no puede reconocerse en el modelo materno, debe inventarse, pero corre el riesgo de perderse y ser excluida como miembro de su género.


Pertenecemos a una generación que vivió su juventud en blanco y negro. Afirmas que si no es posible escapar a la ficción, podemos morir aplastados por la realidad. Toda novela tiene una antesala autobiografía y hay mucha vida en esta historia.


Que exista autobiografía no es lo importante. Lo que cuenta es si quieres hablar de ti o desde ti. Una novela debe ser capaz de afectar al lector, que se formule preguntas, ojalá servir de espejo. Volviendo a tu pregunta, sin duda hay gran parte de mí, pero huyo de contar mi historia, sino la de muchas mujeres de mi generación. En ‘Dime una palabra más’ podemos encontrar parte de nosotros, tengo la esperanza de que un gran número de varones reconozcan a las mujeres que han amado.


Recordar es reconstruir, una posibilidad de reparar, de ajustar cuentas.


«No se escribe gracias a la memoria, sino contra ella», es una frase de la novela. La memoria no tiene nada que ver con los recuerdos, sino con la invención. Es infiel a la realidad, una mentira a través de la que podemos llegar a la verdad.


¿Puede ser una terapia escribir?


Por supuesto, sólo tomando distancia podemos perdonar, reconciliarnos incluso con recuerdos tremendamente dolorosos. Escribir ayuda porque es una tarea que requiere de voluntad de controlar el estilo y de un trabajo agotador que resucita pasiones y necesitamos dejar que afloren.


La protagonista describe sus primeras experiencias con el sexo como una unión del cuerpo, del corazón y de la cabeza. Es una concepción poco acorde con los tiempos. ¿De qué hablan las mujeres cuando hablan entre ustedes de amor?


De lo que durante milenios ha sido nuestro espacio de sabiduría. El amor es algo que las mujeres han debido reinventar y otorgar los cuidados de un fuego sagrado. Se nos privó de la experiencia del mundo, así que los afectos fueron nuestro reino y nuestra prisión. Lo que podemos rescatar de esta historia de apartheid es un conocimiento profundo de los sentimientos que ahora debemos compartir con el hombre. El amor ya no es nuestro espacio, estamos en el mundo, aunque falte camino por recorrer y amar sea cosa de dos.