FÁBULAS CON LIBRO

Estevarena

'Últimas flores' contaba Jesús Pedro Juanín, uno de sus biógrafos y editores más entusiastas.

Como tantas veces ocurre, el azar ha puesto en mis manos el único libro de versos de Concepción de Estevarena, la poeta sevillana que murió de tuberculosis en Jaca, a los 22 años, en 1876. El libro, ‘Últimas flores’, se editó en Sevilla al año siguiente y es de una gran rareza. Contaba Jesús Pedro Juanín, uno de sus biógrafos y editores más entusiastas, autor en 1999 de un libro sobre nuestra poeta, ‘El último viaje’, que Manuel Giménez Abad, el político jacetano asesinado por ETA, poseía uno de los pocos ejemplares que se conservan de ese libro, que fue el utilizado por Juanín para preparar el suyo sobre Estevarena. Todo en ésta fue romántico: su vida, sus versos y su muerte.


Quedó huérfana de madre antes de cumplir los 2 años y cuando su padre, que le prohibía escribir poesía, murió en 1875, Concepción -que tuvo que pedir limosna para poder enterrarlo- viajó a Jaca a vivir con un pariente suyo, Juan Nepomuceno Escacena, chantre de la Catedral, que la acogió con los brazos abiertos. Antes, en Sevilla, había frecuentado la casa de la poeta Mercedes de Velilla, y en ella conoció y disfrutó de la amistad del escritor Luis Montoto, que prologaría en 1918 las poesías póstumas de ésta. Precisamente sería el hermano de Mercedes, José de Velilla, uno de los más conocidos dramaturgos de la 2ª mitad del siglo XIX sevillano, quien escribiría el prólogo para las ‘Últimas flores’ de Estevarena. En Jaca vivió los últimos once meses de su vida. Cuenta Velilla que un día Concepción fue con Escacena a visitar el cementerio.


Al preguntarle éste qué estaba mirando, ella le contestó: ‘miro cuál de estos nichos me tocará a mí’. Romántica y desdichada hasta el final, escribió en uno de sus poemas jacetanos: ‘Porque miro dolores y miserias / me pesa haber nacido’. Por quitarse ese peso de encima murió tal vez tan joven.