DEBATE

Un premio Nadal con polémica

Los estudiosos y los libros sobre teresa pla meseguer, 'la pastora de morella'.

La reciente concesión del premio Nadal a la novela de Alicia Giménez Bartlett ‘Donde nadie te encuentre’ ha desempolvado una historia de la España negra y profunda de la posguerra, la de Teresa Pla Meseguer, denominada ‘La Pastora’, una mujer que ingresó en el maquis del Maestrazgo para vengar una afrenta y que creó un mito en torno a su persona.


Evidentemente no he leído aún la novela ganadora, pero sí algunas de las entrevistas que se le han hecho a la autora, una de ellas aparecida el pasado 8 de enero en HERALDO. En todas me ha sorprendido la ausencia de una cita obligada para cualquiera que se precie de haberse informado convenientemente sobre el personaje en cuestión, antes de escribir sobre él. Me refiero a la novela de Manuel Villar Raso, escritor y profesor de la Universidad de Granada, que en 1978 publicó ‘La Pastora. El maqui hermafrodita’, en Ediciones Albia, una filial del grupo Espasa-Calpe donde aparecían obras cuyas circunstancias aconsejaban que fuera así. Yo era entonces director editorial y gerente de esa empresa, domiciliada fiscalmente en Bilbao pero radicada físicamente en el edificio de Espasa-Calpe, en Madrid. Ello me ha impulsado a escribir este artículo.


En Albia publicamos en 1977, por ejemplo, ‘El jardín de los frailes’, de Manuel Azaña, primera reedición en España tras la guerra civil, que no podía aparecer bajo el sello Espasa-Calpe a causa de la comprensible reticencia del consejo de administración de la editorial por motivos de carácter político y social. Otras obras presuntamente conflictivas, como la gran novela de Ramiro Pinilla (Premio Nadal en 1960 con ‘Las ciegas hormigas’) titulada ‘Antonio B. el Rojo, ciudadano de tercera’ (1977) –recientemente reeditada por Tusquets (2007) con el mote del protagonista recuperado: ‘el Ruso’ (cuando apareció la primera edición aún vivía Antonio Bayo y hubo que disimularle el mote porque se hallaba fuera de la ley)–, eran publicadas por Albia, donde ese mismo año 1977 habíamos publicado ‘Una república sin republicanos’, de Villar Raso, de imposible aparición, en aquellos momentos, con el sello Espasa-Calpe.


Pero el director general de la firma editorial y de las filiales, Fermín Vargas Lázaro, mi jefe directo, apostaba inteligentemente por el futuro con esta estrategia editorial.


Volviendo a ‘La Pastora’, sigue sorprendiéndome, e incluso indignándome, que la señora Giménez Bartlett ignore la obra de Villar Raso y afirme de manera rotunda que intentó desvelar el mito de la protagonista hace una década y le resultó imposible porque nadie hablaba. Continúa diciendo en la mencionada entrevista que “hallé archivos cerrados a cal y canto hasta que di con el trabajo del periodista local José Calvo que recopiló durante siete años datos y testimonios directos…”.

A la ganadora del Nadal hay que decirle que Manuel Villar Raso recorrió durante tres años la zona de operaciones del maquis en el Maestrazgo, tanto turolense como castellonense, encontrando abundantes testimonios que le permitieron escribir el libro con suficiente soporte documental, aunque la precipitación le hiciera cometer algunas imprecisiones; pero era una novela, no una biografía. Y fueron años bastante más duros que los recientes: 1975 a 1977.


Por si fuera poco, en la revista ‘Interviú’ (5 de abril de 1978) apareció un reportaje sobre Teresa Pla Meseguer, llamada ya Florencio tras su paso por las cárceles y los estudios médicos a que fue sometida para analizar su sexo, poco antes de salir la novela a la luz. El periodista Manuel García, de la agencia EFE, había conseguido entrevistarla, probablemente en una casa próxima a Zaragoza donde la había acogido el funcionario de prisiones Marino Vinuesa, que la conoció en el penal del Dueso (Cantabria).

Como testigo permanente e intenso de la esforzada y apresurada singladura de Manuel Villar Raso por las sierras, los pueblos, los hostales y las masías del Maestrazgo, hablando con la gente, arriesgando –eran tiempos comprometidos, lo recuerdo–, poniendo todo su vigor narrativo al servicio de ese libro-denuncia que en definitiva fue ‘La Pastora; el maqui hermafrodita’, una novela de escritura vibrante y tumultuosa, reclamo el mérito del autor soriano radicado en Granada –al mismo tiempo que el de la revista ‘Interviú’– y desestimo las declaraciones de la ganadora del Nadal sobre la inexistencia de testimonios anteriores al que cita.


Quisiera pensar que su ignorancia de tan valiosos precedentes no es intencionada, sino fruto de la precipitación, el desconocimiento y el escaso rigor en la investigación. Quisiera que la suya fuera una novela interesante, que añadiera valores literarios y humanos a la trayectoria dramática de una vida que ya fue expuesta en la obra de Villar Raso y ha sido ampliada, con documentación más reciente, por el periodista y estudioso del personaje José Calvo Segarra.


Exponer un fragmento de la realidad social de la posguerra en nuestro país desde la cualificada tribuna de un Premio Nadal es un mérito, que deseo limpio de cualquier intención oportunista.