NOVELA

El dios de los homosexuales

Anagrama y los albaceas de Roberto Bolaño rescatan 'Los sinsabores del verdadero policía'.

CLÁSICOS DEL SIGLO XXI

Los sinsabores del verdadero policía

Roberto Bolaño. Prólogo de J. A. Masoliver Ródenas. Anagrama. Barcelona, 2011. 326 páginas. 19.50 euros.



Sería genial que esta novela inédita de Roberto Bolaño (Chile, 1953-España, 2003) fuera magnífica. Pero no lo es. Y, es más, no creo que Roberto Bolaño la hubiera publicado jamás, y de hecho no lo hizo, en este estado de redacción, por mucho que sus albaceas expliquen que estaba casi acabada y que sus exegetas hablen de lo innecesario que es terminar la escritura de las tramas de las novelas, al fin y al cabo ‘2666’ también se publicó inacabada, siendo lo importante el proceso de esa escritura.


Lo cierto es que introducirse en ese proceso de escritura de Roberto Bolaño, que duró desde finales de los años 80, cuando abandonaba la poesía para centrarse en la prosa, hasta su muerte, tampoco resulta especialmente interesante: acumulaciones, repeticiones, tanteos, esbozos, pruebas, ensayos, gérmenes, simples anotaciones, juegos... Algunos de esos materiales el fan de Roberto Bolaño los recordará de cuentos que él sí dio por buenos, de fragmentos de novelas cuya autoría sí asumió. Algunas de esas maneras las empleó con mayor acierto: las semblanzas, por ejemplo, con las que construirá su primer mejor libro, ‘La literatura nazi en América’.


‘Los sinsabores del verdadero policía’ cuenta, en su historia principal, el romance entre un alumno brillante y su profesor, un chileno que al instalarse en Barcelona parece haber llegado al final de su camino pero que sólo se encuentra en otra etapa más, tan placentera como dolorosa, de su largo exilio y vagabundeo, que le ha llevado de América a Europa y de Europa a América.

Padilla, el alumno, está completamente atrapado por la literatura. Amalfitano, el profesor, también es un apasionado de la literatura. Padilla desea confundir la literatura con la vida, y en algún momento, mientras escribe su novela río ‘El dios de los homosexuales’ o mientras planea una película real, es posible que lo haya conseguido, y Amalfitano ha convertido la literatura en su profesión, descubriendo filológicamente sus misterios.


Amalfitano ha descubierto tardíamente su homosexualidad, y aun así de forma un tanto pasiva, pero antes estuvo casado con una judía que se lo merecía todo y a la que quizá no podía darle casi nada, enviudó y cuida con mimo de su hija, Rosa, que también ama apasionadamente la literatura y la vida.

Cuando los dirigentes académicos descubren las relaciones de Padilla con Amalfitano, ponen un puente de plata al profesor para que se largue de la Universidad y de Barcelona. Amalfitano tendrá que seguir su vida móvil y se marchará, sin ningún otro lugar en el que sea deseado, a México, donde no se olvidará de Padilla, con quien seguirá manteniendo una intensa correspondencia, pero donde querrá seguir viviendo, agarrándose a lo que pueda: a Castillo, un falsificador inverosímil de cuadros de Larry Rivers, a su hija, a sus alumnos o al deambuleo callejero.


Además de esta historia central, de la que a menudo se olvida para moverse por otro lugares, Roberto Bolaño deseaba contar en ‘Los sinsabores del verdadero policía’ otras muchas historias (algo que puso en marcha con toda su intensidad en su mejor novela, ‘Los detectives salvajes’, su gran obra).

Entre otras: la historia de algunos revolucionarios mexicanos y de algunos habitantes ilustres de Santa Teresa, el lugar al que llegan Amalfitano y su hija; la historia de un escritor francés de culto, Arcimboldi, de quien, además, se resumen la mayoría de sus novelas; la historia de los asesinatos de Sonora; la historia y clasificación de los poetas del mundo según su categoría sexual: “Cernuda, el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser considerados mariquita, bujarrón y marica respectivamente. Los poetas tipo Blas de Otero eran, por regla general, bujarrones, mientras que los poetas tipo Gil de Biedma eran, salvo el propio Gil de Biedma, mitad ninfos y mitad maricas. La poesía española de los últimos años, exceptuando, si bien con reticencias, al ya nombrado Gil de Biedma y probablemente a Carlos Edmundo de Ory, carecía de poetas maricones hasta la llegada del Gran Maricón Sufriente, el poeta preferido de Padilla, Leopoldo María Panero. Panero, no obstante, había que reconocerlo, tenía unos ramalazos de loca bipolar que lo hacía poco estable, clasificable, fiable”.


Pero ni la historia de Padilla y Amalfitano, que en algunos momentos tiene carne, ni las historias laterales consiguen sostener las más de 300 páginas. Es posible que a los fans les sirva para recordar el mundo de Roberto Bolaño, preñado de literatura, de detectives y policías, de biografías imposibles, de violencia, pero poco más.